Un grupo formado en el gobierno de Estados Unidos
después de la derrota de Playa Girón para determinar las razones del
fracaso y qué hacer acerca de la Revolución cubana, elevó su informe
final a la Casa Blanca el 13 de junio de 1961. La conclusión era
temible: debía removerse a Fidel Castro.
El general Maxwell Taylor había sido designado
asesor militar de la Casa Blanca y se le encargó dirigir el grupo
secreto, con Allen Dulles, Robert Kennedy, el coronel J. C. King y
el almirante Arleigh Burke. No podía esperarse nada diferente, ya
que no se incluyó a nadie que representase ni siquiera un punto de
vista parcial.
Kennedy pudo haber tomado en cuenta opiniones como
la del senador Mike Mansfield, quien en un memo señaló que si se
caía en dar rienda suelta a la rabia por el fracaso, se fortalecería
la posición de Fidel Castro.
Mansfield recomendó un gradual cese del compromiso
con los grupúsculos cubanos, resistir a quienes presionaban para
actuar directamente contra Cuba, cesar los ataques verbales contra
funcionarios del Gobierno de la Isla y dar ayuda a la región. Sin
ella —agregó—, las ideas de Fidel Castro se impondrían. Pero el
presidente estaba demasiado rabioso.
Lejos de eso, Kennedy había preguntado al hombre que
recomendó la invasión, quien además había sido su socio y cercano
rival en las elecciones presidenciales: ¿Qué haría él ahora en Cuba?
"Yo buscaría una cobertura legal propia y seguiría adelante
—respondió Richard Nixon sin titubeos—, hay distintas
justificaciones que pueden ser usadas, como proteger a los
ciudadanos americanos que viven en Cuba y defender nuestra base en
Guantánamo". (1)
La estrategia adoptada fue casi la de Nixon:
continuar como hasta entonces. Por tanto, ampliaron la acción
encubierta, las maniobras diplomáticas y económicas; y no rompió en
pedazos la CIA como amenazó, solo la reorganizó y su impúdico poder
quedó intacto.
El canciller Dean Rusk pidió apoyo a los aliados
europeos en la reunión de los países miembros de la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) efectuada en Oslo, Noruega, para
contrarrestar —argumentaba—, el peligro que representaba Cuba. Los
cancilleres de Francia, Canadá y Gran Bretaña declararon que se
estaba exagerando ese peligro y Kennedy decidió viajar a tales
países para discutir ese y otros problemas con el presidente Charles
De Gaulle y los primeros ministros Harold Mc. Millan y John
Diefenbaker.
En la decisión pesó un mensaje del primer ministro
soviético, Nikita Jruschov, quien de repente respondió
afirmativamente a su carta de febrero, en la cual le proponía
reunirse en territorio neutral. Kennedy pensó que la invasión de
Cuba en abril había frustrado su iniciativa de febrero. Así había
ocurrido en 1960, cuando el U-2 de Gary Powers, que espiaba el
territorio soviético, fue abatido y malogró la reunión Jruschov-Eisenhower.
Sin embargo, el método no convencional utilizado por
Robert Kennedy para retomarla dio resultado. El hermano del
presidente hizo el 9 de mayo, casi 20 días después de la invasión,
una nueva propuesta, no oficial, a un corresponsal soviético en la
Casa Blanca, Georgi Bolchakov, oficial de la KGB con gran
reputación. Obtuvo una respuesta positiva de Moscú, que viabilizó
usar el canal oficial, el embajador Thompson.
Viena fue escogida como sede del encuentro, que
comenzó el sábado 3 de junio en la embajada de Estados Unidos en
Austria. Según Schlesinger, pensaba que no había condiciones en ese
momento para el desarme, pero sí para reducir las pruebas nucleares
y dejar solo las subterráneas. Discutieron también sobre Berlín, que
como revelan Hinkle y Turner fue una razón importante en la decisión
de Kennedy de no involucrar a su gobierno con una participación
directa de sus fuerzas armadas en la agresión de Bahía de Cochinos.
El tema alemán, que fue también producto de la
Guerra Fría, continuaba perfilándose como un peligroso desacuerdo,
pues Jruschov amenazaba con firmar un tratado de paz con la
República Democrática Alemana, que pondría fin a los acuerdos de la
Segunda Guerra Mundial y a la presencia de Estados Unidos,
Inglaterra y Francia en Berlín. La capital del país vencido había
quedado enclavada tras los acuerdos de los cuatro grandes (Estados
Unidos, Unión Soviética, Francia y Reino Unido), en pleno territorio
de Alemania oriental, y devino una vidriera, donde fuertes
inversiones, acompañadas de astuta propaganda, atraían el éxodo
hacia Alemania Occidental. No hubo acuerdo. En relación con el tema
Cuba, Robert Kennedy había expresado a Bolchakov que el Presidente
no deseaba tratarlo en Viena... (2)
Kennedy consideraba que la derrota de Girón —que ya
trataba de revertir— y el vuelo de Gagarin al espacio, ambos en
abril, lo ponían en una posición desventajosa. De todos modos,
Jruschov abordó el tema y JFK contestó que había hecho apreciaciones
falsas en la cuestión de Bahía de Cochinos. "Tenía que calcular lo
que haría la Unión Soviética, lo mismo que Jruschov tenía que
calcular lo que haría Estados Unidos. Si consiguiéramos tan solo
reducir el margen de error posible que va implícito en tales
cálculos, nuestras dos naciones podrían sobrevivir al período de
competición sin una guerra nuclear... Muy bien —contestó Jruschov—.
Pero como no podríamos resolver nada mientras los Estados Unidos
consideren la revolución, en cualquier lugar que se produjera,
resultado de una conjura comunista, son los Estados Unidos mismos
los que provocan las revoluciones al sostener a los gobiernos
reaccionarios. (3)
El dirigente soviético añadió en su respuesta que él
mismo no nació comunista, eran los países capitalistas los que le
habían convertido al comunismo y que la hipótesis de Kennedy de que
la revolución era consecuencia de la intervención soviética era
peligrosa, pues después de todo eran los Estados Unidos los que
habían sentado el precedente de la intervención. Kennedy comentó
después en privado que la reunión fue sombría en general, pues al
final de las pláticas, Jruschov declaró: "Quiero la paz, pero si
ustedes quieren la guerra es asunto suyo".
La atmósfera de la reunión fue difícil, pero útil
para ambas partes, como lo demostraron posteriormente los
acontecimientos.
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