George Herbert Walker Bush, formó con Richard Nixon
y Allen Dulles el siniestro trío que aconsejó a Eisenhower y a
Kennedy empeñarse en una agresión armada para ahogar en la cuna a la
Revolución Cubana.
Una de las tareas de Bush en 1961 fue suministrar
tres buques de la Armada de Estados Unidos para el proyecto de la
CIA que se desarrollaba en Guatemala. Bush los hizo pintar de modo
similar a los barcos civiles y los nombró Bárbara, por su esposa;
Houston, por su ciudad de residencia, y Zapata, por el nombre de su
empresa petrolera, según relató L. Fletcher Prouty, ex oficial de
enlace de la CIA al investigador Paul Kangas. Prouty trabajó como
consultante de Oliver Stone en la película JFK.
La CIA puso a su oficial George Bush y a su agente
Félix Rodríguez Mendigutía, sobrino de un exministro de Batista, a
cargo de reclutar exiliados cubanos desde 1959. Bush solicitó
organizar la fuerza aérea de lo que sería la invasión a Charles
Cabel, general de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, oriundo de
Texas, dijo Kangas al autor en una reciente visita a La Habana.
A menos de 100 días de su victoria en la Sierra
Maestra, el comandante Fidel Castro visitó Estados Unidos en su
primer viaje al extranjero como Primer Ministro del gobierno
revolucionario. Respondía a una invitación de la Sociedad Cubana de
Editores de Periódicos, en una visita de buena voluntad, pues desde
los primeros días se desarrollaba una campaña de prensa negativa en
ese país, a causa de las penas de muerte a que fueron condenados los
criminales de guerra en juicios por los tribunales de justicia. En
la noche del 15 de abril llegaba a Washington, donde es recibido por
una entusiasta multitud de cubanos y latinoamericanos y comienza a
romper el protocolo para saludarlos de cerca. (1)
Al día siguiente se entrevista con el Secretario de
Estado interino, Christian Herter y varios congresistas. Después
visita el diario Washington Post y más tarde a los editores de los
diarios y les explica la razón de los enjuiciamientos. El viaje fue
un constante encuentro con la prensa para explicar ese tema y su
programa de gobierno concebido desde el asalto al cuartel Moncada.
El 19 de abril termina su programa en la capital al reunirse, en
ausencia de Eisenhower —quien asistía en realidad a un torneo de
golf—, con el vicepresidente Richard Nixon. El "ahijado" de Preston
Bush y los Dulles aconsejó acabar con el joven guerrillero no más
salir de la reunión, sin más causa que los intereses de sus
padrinos.
En el camino de regreso, Fidel visitó las
universidades Yale, Princeton y Harvard, las tres preferidas por la
elite de la nación, entre las 8 que componen la Ivy League. En el
college de Connecticut, Yale, fue tratado de modo más modesto que en
Princeton, donde lo llevaron en sus hombros los jóvenes anfitriones
mientras lo aclamaban. En New Jersey el héroe cubano fue asediado y
por la tarde, en la escuela Lawrenceville, habló en la capilla. Los
estudiantes quedaron impresionados.
"En Boston 8 700 miembros de la comunidad
estudiantil de Harvard se congregaron al aire libre para aclamarlo,
junto al decano de la Facultad de Artes y Ciencias, McGeorge Bundy,
cuando ambos avanzaron entre la corriente de jóvenes por la Dillon
Field House en un auto convertible". (2) Bundy tendría una destacada
participación en las decisiones del gobierno de Kennedy sobre Cuba
al frente de la Seguridad Nacional.
Arthur M. Schlesinger, asesor y amigo de Kennnedy,
había sido uno de los pocos que plantearon previas objeciones a la
invasión de Girón, hasta que Robert Kennedy le dijo que no
continuase, pues no podría dar marcha atrás y solo lograría
perturbarlo. El autorizado escritor se refirió a esa visita de Fidel
a Estados Unidos dos años antes de la victoria cubana en Bahía de
Cochinos: "le oí hablar a varios miles de estudiantes en el Harvard
Stadium. Pronunció una arenga memorable, especialmente por su
habilidad para hacer chistes en inglés. Los estudiantes estaban
encantados". (3)
DIRTY DICK Y LOS BUSH
George H. W. Bush fue elegido Representante a la
Cámara dos veces por el 7º distrito del Estado de Texas, entre 1967
y 1971. Electo 41º Presidente de Estados Unidos, lideró el gobierno
desde 1985 a 1989. Se desempeñó como Director de la CIA de enero a
enero 1976-77. Sin embargo, antes ocultaba su labor en la agencia
con los negocios de su padre, Preston Bush, quien participó junto a
Allen y Foster Dulles en financiar el Partido Nacional Socialista de
Alemania, el tenebroso régimen nazi de Adolfo Hitler. Precisamente a
este trío debe su sucia carrera política Richard Nixon, iniciada de
un modo no menos escabroso.
El trabajo del joven Nixon en la contrainteligencia
de la II Guerra Mundial, a lo que fue destinado al enrolarse, le
permitió conocer anticipadamente que una investigación conducía
hacia esas lucrativas actividades de los Dulles y Bush, con quienes
negoció una provechosa discreción. En agradecimiento, Preston Bush
lo incluyó en la lista de candidatos del Partido Republicano para el
Congreso de Estados Unidos. Fue elegido Representante y pudo así
distinguirse por un anticomunismo oportunista y despiadado en el
Comité de actividades enemigas, era el McCarthy de la Cámara Baja.
Como hombre de confianza de Dulles y las fortunas
del petróleo y la banca, Nixon fue llevado por Preston Bush a la
candidatura junto a Eisenhower, que le abriría el camino hacia la
presidencia después del General. Preston guió a su hijo George I
hacia la CIA y la política, con el fausto resultado de crear la
dinastía Bush en la Casa Blanca, tras la eliminación del clan
Kennedy por la tortuosa vía del asesinato que vengó la derrota de
Nixon en 1960.
El empeño mostrado en Bahía de Cochinos era parte de
ellos. Cuando algunos periodistas han preguntado a Bush y Nixon
dónde estaban el 22 de noviembre de 1963, dicen que no recuerdan.
Kangas y otros investigadores tienen evidencias de que estaban en
Dallas y conocían del asunto. Una de ellas es el aviso que Edgar
Hoover recibió varios días antes de que grupos de cubanos de Nueva
Orleans, quienes conspiraban con la CIA, hablaban del magnicidio en
esa fecha exacta. El jefe del FBI lo envió a Bush, según el Fiscal
Garrison.
Al día siguiente de la gran derrota de Girón, el 20
de abril, el Presidente tenía que dirigirse a la Asociación
Americana de Directores de Periódicos y no se podía hablar de otra
cosa que ese fracaso. Ese día "las alegres esperanzas de los Cien
días (del gobierno de Kennedy) habían terminado irrevocablemente; la
hora de la euforia había pasado. En todo el país y en el mundo, la
debacle estaba produciendo asombro y desilusión. Bundy recordó que
Schlesinger se había opuesto y el Presidente contestó con sardónico
humor: Ah claro, Arthur me escribió un memorándum que quedará
bastante bien cuando se disponga a escribir su libro sobre mí. Sólo
que más vale que no lo publique mientras yo esté vivo (...) No había
vacilado en ningún momento en su determinación de no comprometer a
tropas norteamericanas; si los Estados Unidos se moviesen contra
Cuba, Khruschev podría tomarlo como pretexto para algún movimiento
contra Berlín Occidental (...) El discurso a los directores le
ofrecía la oportunidad de explicar la política de la autocontención
y de desviar las demandas de acción contra Castro hacia un
reforzamiento general de los designios norteamericanos". (4)
Khruschev había confiado en que los intercambios con
el Presidente Kennedy, le habían convencido. Pero ante la fuerza de
los hechos, comprendió que se equivocaba y le envió una carta el
propio 18 de abril, segundo día de la invasión, en la cual le
señalaba que "EE.UU. tenía aún la posibilidad de no continuar
inflamando la antorcha de la guerra, antes que se convierta en una
conflagración mundial (...) El armamento militar y la situación
política en el mundo son tales, en este momento, que cualquier
denominada ‘pequeña guerra’ puede desencadenar una reacción en
cadena en todas partes del mundo. En lo que a la Unión Soviética
concierne, no debe quedar error sobre nuestra posición: Enviaremos
al pueblo cubano y a su gobierno toda la necesaria ayuda para
repeler el ataque armado a Cuba". (5)
Otros famosos agentes de la CIA reclutados por Bush
y Nixon para la invasión fueron Frank Sturgis, E. Howard Hunt,
Bernard Barker y Rafael Quintero. Todos ellos estuvieron
involucrados años después en el magnicidio y en el escándalo
Watergate, cuyo objetivo verdadero fue, según Kangas: "ocultar el
maldito asunto de la Bahía de Cochinos; era un código que Nixon
usaba siempre para referirse al asesinato de Kennedy".