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(9 de mayo de 2011)
Respeto hacia los prisioneros (XXIII)
Gabriel Molina
El domingo 23 de abril de 1961, Fidel compareció ante la
televisión para hacer un recuento al pueblo cubano sobre las
operaciones que culminaron con la fulminante victoria del día 19.
El Comandante en Jefe había ordenado organizar un cerco para ir
capturando a los enemigos que huían, y a los supervivientes de los
barcos hundidos.
Uno de ellos, Ulises Carbó, hijo del ex propietario del diario
Prensa Libre, estaba a bordo del Houston cuando el buque fue
alcanzado por la puntería y arrojo de la aviación revolucionaria.
Nadó como muchos otros integrantes de ese batallón que no pudo
desembarcar, llegó a la costa y se escondió durante once días hasta
que se entregó a los milicianos.
A las 2:40 p.m. del 19, cuando las fuerzas cubanas estaban a dos
kilómetros y medio de Girón, aparecieron dos destructores de la
Marina de Guerra de Estados Unidos que habían escoltado a la flota
invasora desde Nicaragua hasta Cuba y avanzaban hacia la costa, a
menos de 2 000 metros, con sus cañones desenfundados y apuntando
hacia tierra en actitud provocativa. El entonces capitán José R.
Fernández, quien ejecutaba la estrategia y táctica de la defensa de
Fidel en la dirección del Central Australia, y después en los
avances de la contraofensiva en esa dirección, ha narrado que la
maniobra la tomaron por otro desembarco y se planteó una inquietante
disyuntiva de disparar primero, como le reclamaban sus subalternos,
dolidos por sus bajas.
Pero entonces la batalla sería contra la Flota de Estados Unidos
y tal vez daría lugar a una conflagración internacional. Fernández
tomó la sabia decisión de disparar a quienes venían a desembarcar,
no a los destroyers. Minutos después llegó Fidel y se percató
de que no desembarcaban, sino que escapaban y lo aclaró. Algunas
barcas navegaban de la costa hacia los barcos.
Cuarenta años más tarde, en el 2001, en la Conferencia
Internacional sobre los sucesos de Playa Girón, el Comandante en
Jefe, con una sonrisa astuta, preguntó al ya general Fernández a
quién le había consultado aquella decisión. La concurrencia estalló
en una carcajada cuando el prestigioso militar exclamó ágilmente: "A
quién iba a consultar Fidel, a los dioses".
En total más de 1 200 invasores fueron apresados sin el menor
maltrato físico, como ordenó Fidel. Perdieron la vida en el intento
114. En cambio, en la defensa del país agredido cayeron 151 soldados
y milicianos; con las bajas debido a los bombardeos de los
aeropuertos y entre los vecinos de la Ciénaga de Zapata, el total de
muertos fue de 176.
Un hecho posiblemente sin precedentes históricos fue la
comparecencia de los prisioneros transmitida a todo el país por la
televisión nacional, donde respondieron a las preguntas formuladas
por un panel de periodistas y expresaron libremente lo que pensaban
de los hechos que protagonizaron. Más excepcional aún fue el diálogo
que sostuvieron con el Comandante en Jefe que los había derrotado,
también transmitido en vivo por la televisión.
Solo 10 días después de liquidada la invasión fueron capturados
los dos jefes. José Pérez San Román, excapitán del ejército de la
tiranía, declaró que cumplía un deber de conciencia al decir lo que
sentía: que la propaganda auspiciada por los que lo trajeron hasta
aquí era mentira. En resumen, que se había equivocado, dijo ante la
televisión. Poco antes había sido capturado el segundo jefe, Erneido
Oliva (cuya historia contó Fernández recientemente en Granma), quien
después, por sus servicios al imperio, llegaría al grado de mayor
general del ejército yanki.
Manuel Artime, quien era el jefe civil, el golden boy de
la CIA, se unió al Ejército Rebelde dos días antes del triunfo del
1ro de enero de 1959 y negoció grados de teniente con el comandante
de la Sierra Humberto Sorí Marín. Relató cómo desde ese propio año
funcionarios de la embajada de Estados Unidos —oficiales de la CIA
con esa cobertura que ya trabajaban sediciosamente con Sorí Marín—,
lo escondieron, lo ayudaron a salir del país, lo financiaron y
guiaron en todo el proceso de la invasión. Se informó también cómo
Artime, al abandonar el cargo que desempeñó los primeros meses de
1959 en el Instituto Nacional de Reforma Agraria, se llevó los
fondos que manejaba.
Los prisioneros confirmaron que la travesía por mar fue escoltada
por tres destructores y una fragata de la Marina de Guerra de
Estados Unidos, que incluso evacuaron heridos de los barcos cuando
se produjo un accidente.
La composición social de los "libertadores" era muy curiosa: 100
latifundistas, 24 grandes propietarios, 67 casatenientes, 112
grandes comerciantes, 194 exmilitares y esbirros de la tiranía, 179
acomodados, 35 magnates industriales y 112 lumpens.
José J. Martínez Suárez relató que por sus servicios se les
pagaban 175 dólares por la señora, 50 por el primer hijo y 25 por
cada uno de los demás. Él mismo recibía 275 dólares en su casa cada
mes. Tanto en unos casos como en los otros, la cantidad aumentaba de
acuerdo con la importancia que concedían a esos "instrumentos" a
sueldo. Por ejemplo, Tony Varona y Miró Cardona cobraban, por sus
actividades contra Cuba, estipendios mucho mayores, además de
manejar más dinero para gastos.
Esbirros con aires de
libertadores
Durante la entrevista con el esbirro Ramón Calviño los teléfonos
de la CTC no cesaban de recibir denuncias de familiares de
revolucionarios asesinados por él. Otros concurrieron personalmente
al lugar y realizaron careos con él. De ese modo se le señaló su
participación en los asesinatos de Marcelo Salado, Gerardo Abreu (Fontán),
Jorge Sánchez Villar, Manolito Aguiar, Andrés Torres, Ángel
Ameijeiras (Machaco), Alfredo Sánchez Martín, Rafael Guerra, José
Rodríguez Vedo y Pedro Martínez Brito.
Calviño se infiltró en el Movimiento 26 de Julio, y después de
ser detenido por Esteban Ventura lo nombraron cabo de la policía. A
partir de entonces se dedicó a identificar a los revolucionarios y a
participar personalmente en sus asesinatos y torturas. Se denunció
en el programa uno de sus crímenes más horrendos, la forma en que
mató a Rafael Guerra Vives, contada por los padres del mártir: le
atravesó el cráneo con clavos y le sacó los ojos. Era un monstruo.
Jorge King Yung, conocido por el Chino, a mediados de 1960
sorprendió la buena fe del soldado del Ejército Rebelde Raúl Pupo
Morales, quien estaba destacado como custodio en el embarcadero
conocido por La Salina, en Matanzas. La oblicua mirada de King no
pestañeó para asesinar a Pupo ante su esposa e hijos menores,
asestándole varias puñaladas. De ese modo, King pudo robar una de
las embarcaciones en la que huyó hacia la Florida, llevando como
rehenes a la esposa e hijos de la víctima. Fue acogido con
beneplácito por las autoridades y se alistó después para participar
en la invasión.
Emilio Soler Puig, conocido por el Muerto, autor del asesinato
del líder obrero portuario Aracelio Iglesias, en el año 1948, y del
dirigente dominicano exiliado Pipí Hernández, en 1955. El también
prisionero Antonio Valentín Padrón Cárdenas era hombre de confianza
del asesino Fermín Cowley Gallegos y cometió varios crímenes en la
región oriental, antes de 1959. Roberto Pérez Cruzata dio muerte en
enero de 1959 a Rafael Escalona Almeida. Sancionado, se evadió de la
prisión de La Cabaña para refugiarse, como era habitual, en Estados
Unidos.
Calviño, King, Emilio Soler, Padrón Cárdenas y Pérez Cruzata
fueron condenados en el juicio a pena de muerte y fusilados. Otros 9
juzgados por delitos semejantes que tenían asuntos pendientes con la
justicia, recibieron condenas de 30 años para cada uno.
De la variada gama de confesiones, una de las que más llamó la
atención fue la de Pablo Organvides Parada, agente de la CIA, quien
declaró que desde enero o febrero de 1959, fue citado por un oficial
de apellido Everfield, para que identificase a comunistas. Agregó
que cuando los destructores se acercaron, entre los objetivos estaba
evacuar una lancha con agentes CIA.
En su comparecencia en la televisión, Fidel puso de manifiesto
que muchos círculos, en Estados Unidos, estaban enfurecidos por el
fracaso, lo cual hacia aumentar el peligro. Dijo que Kennedy debía
cesantear al señor Allen Dulles, lo que hizo el Presidente algunos
meses después. JFK puso en su lugar a John McCone, y por una u otra
razón, a partir de entonces el real conductor de la agencia fue
Richard Helms, nombrado segundo de McCone quien, lejos de cambiar a
los hombres de Dulles, los promovió para continuar la misma línea de
operaciones encubiertas.
Uno de los miembros de la brigada invasora, llamada 2506, José
Manuel Gutiérrez, al declarar antes las cámaras después de haber
sido capturado, puso sencillamente en ridículo las versiones que
pretendían esconder los hechos, cuando relató: (...) "Al otro día
por la mañana pasa un jeep diciendo: Ríndanse, ríndanse; y al
poco rato un grupo de milicianos. Salimos y nos entregamos, el que
iba en el jeep era Fidel. Por eso nosotros perdimos, porque Fidel
está con ellos, peleando en el frente, y los que estaban con
nosotros, los que nos trajeron 'embarcados', se fueron ..." |
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