Cuando la noticia del sorpresivo bombardeo sufrido
por Cuba fue esparcida por el mundo, en las primeras horas del día
15 de abril, los miembros del Comité Justo Trato para Cuba de Nueva
York, grupo creado por norteamericanos que estaban en desacuerdo con
las agresiones a Cuba, comenzaron a congregarse frente al edificio
de las Naciones Unidas, en Primera Ave. y 47, e iniciaron un desfile
que duró todo el día. Una consigna se repetía en sus voces y en las
pancartas improvisadas: "Cuba sí, yankis no"; otros lemas llamaban a
detener la agresión.
Alrededor
de las diez de la mañana pasaba cerca de ellos —de hecho algunos lo
reconocieron— el delgado Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba.
Después de abandonar su automóvil oficial entró, con su paso
presuroso de siempre, en el Magno Fórum Internacional, construido en
el terreno donado por Rockefeller cuando planificaba iniciar la
transformación urbanística del East-Side de Nueva York, hasta ese
entonces un cascarón de edificios malolientes, agobiados en su vejez
por las proximidades de pantanos y mosquitos.
Esta era la primera salida de su casa en varios
días, después de una ligera indisposición que lo había obligado a
solicitar el aplazamiento del debate sobre la Reclamación del
Gobierno Revolucionario de Cuba por los actos intervencionistas del
Gobierno de Estados Unidos.
Las instrucciones que llevaba eran claras y
precisas: tenía que informar en la plenaria de la Asamblea General
—Decimoquinto periodo de Sesiones— del ataque aéreo que apenas unas
horas antes había sufrido su patria en tres puntos distintos, y
acusar ante el mundo a Estados Unidos como el estado agresor.
Un obstáculo procesal y formal se le interponía. Ese
día había un solo punto en el orden del día: la situación de la
República del Congo.
La radio y los cables de las agencias
internacionales transmitían la noticia del bombardeo y las
declaraciones del presunto desertor de las Fuerzas Aéreas
Revolucionarias, que había aterrizado en Miami.
Cuando la representación norteamericana se enteró de
la presencia del doctor Raúl Roa, hubo una ligera sorpresa. ¿A qué
se debía la presencia de un hombre al que se consideraba enfermo y
que se sabía era un polemista agresivo y brillante? La confusión fue
disipada de inmediato: no podría referirse al bombardeo, pues la
organización de la reunión se lo prohibía, y alguien señaló que como
se discutiría la situación del Congo —hacía solo unas semanas del
asesinato de Patricio Lumumba— él buscaría la fórmula de atacar a
Estados Unidos, y probablemente, hacer una alusión a su país.
Cuando a las 10:30 horas se inició la Sesión y su
presidente —el irlandés Frederick H. Boland— anunció, antes que
todo, que daba la palabra al representante de Cuba para una cuestión
de orden, la representación de Estados Unidos no pudo evitar una
aprensiva corazonada, mientras avanzaba hacia la tribuna el Ministro
de Relaciones Exteriores cubano.
Roa sabía que solo como una cuestión de orden podía
solicitar la palabra y así lo hizo.
Después de aclarar brevemente que no era una
cuestión formal, sino vital, lo que señalaría ante ese órgano
"encargado de conocer todas las cuestiones que afectan la paz y la
seguridad internacional", denunció los bombardeos a las ciudades de
La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, por aviones
de fabricación norteamericana y procedentes de Estados Unidos o de
países centroamericanos satélites del mismo. Y cuando con voz
vibrante añadía: "La delegación de Cuba acusa...", el Presidente de
la Asamblea golpeó la mesa y exclamó: "¡Orden!", y a continuación
advirtió al Ministro cubano que el punto que tocaba era de fondo y
no de orden y, por tanto, no podía hacerlo de esa forma, aunque
reconocía la importancia del mismo.
El doctor Raúl Roa, con voz tranquila, le dio las
gracias "por su observación y ruego", pero le señaló que no le era
posible retirarse de ese alto foro sin acusar, de manera formal y
solemne, al gobierno imperialista de Estados Unidos de esos hechos
"que ponían en gravísimo riesgo la paz y seguridad internacionales".
El Presidente volvió a interrumpirlo y lo exhortó a
regresar a su escaño.
El Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba
abandonó la tribuna después de expresar, de forma audible para
todos: "Ya lo he dicho y me retiro".
La delegación norteamericana se movía inquieta en
sus asientos. Hablaron en voz baja entre sí. La situación se les iba
de las manos; se planteaba cuarenta y ocho horas antes de lo
esperado, pues estaba previsto que el debate sobre la reclamación de
Cuba se realizara el lunes 17.
Cuando Roa volvió a su escaño, el señor Valerian
Zorín, representante de la Unión Soviética, pidió y obtuvo la
palabra por una cuestión de orden.
Planteó que llamaba la atención a la Asamblea sobre
lo comunicado a la misma por el doctor Roa y que era necesario
entrar a discutir de inmediato el tema de la agresión contra Cuba.
El señor Frederick H. Boland señaló que en la
Primera Comisión —Política y Seguridad— había un punto relacionado
con lo informado por el Ministro cubano, dado lo cual consideraba
que no debía entrar a examinarse ese punto, y esperar a la reunión
de la Comisión que sería el lunes próximo.
El representante de la Unión Soviética retomó la
palabra para aceptar las dificultades procesales que señalaba el
Presidente. Luego propuso una reunión urgente de la Primera Comisión
en la tarde de ese día para debatir el problema, rogándole al
Presidente hacer los trámites correspondientes.
El señor Boland aclaró que para ello era necesario
consultar el parecer del Presidente de la Primera Comisión y,
después, someterlo a votación, pues era imprescindible tener las dos
terceras partes de los presentes a favor de la propuesta para que
fuese aprobada.
El Presidente de la Primera Comisión —Jiri Kurka, de
Checoslovaquia— dio rápidamente su aprobación y la representación
norteamericana, perpleja ante el desarrollo de los acontecimientos,
no pudo evitar que más de las dos terceras partes de la Asamblea
votaran por la proposición soviética. La reunión tendría lugar a las
3:00 p.m. de ese mismo día.
El señor Stevenson no perdió su ecuanimidad; ordenó
a su secretaria que le cancelara algunos asuntos personales
relacionados con el inicio de su weekend, y dio instrucciones a sus
ayudantes principales referentes al discurso que debía pronunciar
por la tarde, para replicar a Roa.
La representación de Cuba en la ONU había cumplido
la misión encomendada. La dirección de la Revolución estaba
satisfecha. La segunda contraofensiva contra el ataque
norteamericano ya se había puesto en marcha. La primera, por
supuesto, había quedado en manos de los artilleros antiaéreos
cubanos.
Cerca de las 14:00 h, Roa estaba de vuelta en el
edificio de la ONU. Estaba inquieto.
A las 3:00 p.m. comenzó la reunión extraordinaria de
la Primera Comisión y su presidente, el señor Jiri Kurka, dio la
palabra al primer orador inscrito en la lista, que era el doctor
Raúl Roa.
Este, en un discurso breve y conciso, señaló en
primer lugar los artículos de la Carta de las Naciones Unidas que
Estados Unidos había violado al ordenar los bombardeos contra Cuba.
Más adelante dijo:
"Este es, sin duda, el prólogo de la invasión en
gran escala, urdida, organizada, avituallada, armada y financiada
por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, con la
complicidad de las dictaduras satélites del hemisferio occidental y
el concurso de cubanos traidores y mercenarios de toda laya,
entrenados en territorio norteamericano y en Guatemala por técnicos
del Pentágono y de la Agencia Central de Inteligencia.
"El Gobierno Revolucionario de Cuba acusa
solemnemente al gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, ante la
Comisión Política y de Seguridad y la opinión pública mundial, de
haber recurrido al uso de la fuerza para dirimir sus diferencias con
un Estado Miembro de la Organización.
"Llamo la atención de los representantes sobre los
cínicos esfuerzos de la propaganda oficial norteamericana para
presentar una versión distorsionada de los sucesos..."
Terminó su alegato, diciendo:
"Además, está el hecho de que los pilotos criminales
se han venido a refugiar en el Estado de la Florida. Queremos
advertir a los representantes que los mercenarios alquilados por el
gobierno de los Estados Unidos han anunciado que esta noche a las 10
volverán a bombardear las ciudades cubanas.
"Sin perjuicio de ejercitar el derecho inmanente de
la legítima defensa, el Gobierno Revolucionario de Cuba se reserva
el uso oportuno de las atribuciones y facultades que le otorgan la
Carta de las Naciones Unidas."
Cuando Roa volvió a su escaño y se dispuso a fumar
un cigarrillo —con ese gesto tan característico que detuvo en el
tiempo e inmortalizó el caricaturista cubano Juan David—, el señor
Adlai Stevenson se dirigía a la tribuna con gestos pausados y
ademanes de Harvard, para replicar al representante cubano.
Inició su discurso con el estilo irónico e impecable
que lo caracterizó en sus dos arduas y frustradas campañas en pos de
la Primera Magistratura de su país.
"Mucho me satisface que el doctor Roa se haya
recuperado súbitamente de su enfermedad. Esta es la primera
oportunidad que tengo de escuchar al doctor Roa sobre los pecados de
los Estados Unidos y las virtudes de la Cuba de Fidel Castro, y debo
decir que es una experiencia notable."
Más adelante se lanzó a fondo:
"En primer término, como dijo el Presidente de los
Estados Unidos hace algunos días, en ninguna condición habrá
intervención alguna de parte de las Fuerzas Armadas de los Estados
Unidos.
"En segundo término, los Estados Unidos harán todo
lo que les sea posible para asegurar que ningún americano participe
en ninguna acción contra Cuba.
"En tercer término, con respecto a los
acontecimientos que se alega ocurrieron esta mañana, los Estados
Unidos los considerarán de acuerdo con las prácticas corrientes en
las solicitudes de asilo político.
"Yo tengo aquí una fotografía de uno de esos
aviones. En la cola tiene las marcas de la Fuerza Aérea de Castro, y
ustedes podrán verlos por sí mismos. La estrella cubana y las
iniciales F.A.R. (Fuerza Aérea Revolucionaria) están claramente
visibles. Tendré mucha satisfacción en exhibir estas fotos a los
miembros de la Comisión después de estas manifestaciones.
"Como es bien sabido, los Estados Unidos hace tiempo
que tienen bajo vigilancia los aeropuertos de la parte sudeste del
país, con el fin de evitar estos alegados despegues hacia Cuba.
Continuaremos manteniendo estos aeropuertos bajo permanente
vigilancia."
En ese momento consideró oportuno leer las
declaraciones del piloto que había aterrizado en Miami y que recién
había transmitido el cable de la AP:
"Yo soy uno de los 12 pilotos de B-26 que
permanecieron en la Fuerza Aérea de Castro después de la defección
de Díaz Lanz, y de las purgas que siguieron. Tres de mis compañeros
pilotos, y yo veníamos planeando desde hace tiempo cómo escapar de
la Cuba de Castro. Antes de ayer yo escuché que uno de los tres, el
teniente Álvaro Galo que es piloto del B-26 No. F.A.R. 915 había
sido visto conversando con un agente de Ramiro Valdés, el jefe del
G-2. Yo alerté a los otros dos y decidimos que probablemente Álvaro
Galo, que siempre había actuado algo así como un cobarde, nos había
traicionado. Decidimos tomar acción inmediatamente. Ayer de mañana
yo estaba asignado a una patrulla de rutina desde mi base en San
Antonio de los Baños sobre una sección de Pinar del Río y alrededor
de Isla de Pinos. Se lo dije a mis amigos de Ciudad Libertad, y
ellos estuvieron de acuerdo en que debíamos actuar. Uno de ellos iba
a volar a Santiago. El otro presentó la excusa de que deseaba
verificar su altímetro y ellos despegaron de Ciudad Libertad a las
seis de la mañana. Yo despegué a las seis y cinco. Debido a la
traición de Álvaro Galo, decidimos darle una lección, y entonces
volé a San Antonio donde su avión estaba estacionado e hice dos
descargas de metralla a su avión así como a otros tres estacionados
en las cercanías. A la salida fui tocado por algunas pequeñas
descargas y traté de irme. Mis compañeros habían partido más
temprano para atacar los aeropuertos que habíamos acordado atacar.
Como me quedaba poco combustible tuve que ir a Miami, ya que no
podía llegar al destino convenido. Es posible que hayan ido a
ametrallar otro aeropuerto antes de irse, tal como Playa Baracoa,
donde Fidel guarda su helicóptero.
"Desearía —continuó Stevenson— que los miembros de
esta Comisión tomen nota de que se han dado los pasos necesarios
para embargar los aviones cubanos que aterrizaron en la Florida, y
que no se les permitirá despegar para volver a Cuba.
"Deseo hacer una observación, a título de
conclusión, de carácter general y antes de entrar en una discusión
más extensa sobre este asunto el lunes. Como dijo el presidente
Kennedy hace unos días, la cuestión fundamental no es entre los
Estados Unidos y Cuba, sino entre los cubanos mismos..."
Y calificó de tiránico "el gobierno del Sr. Castro"
antes de finalizar su réplica.
Después, tomó la palabra el representante de
Guatemala para declarar de forma categórica que era falso que su
país se hubiese prestado para entrenar fuerzas dispuestas a atacar
al Gobierno cubano, y dejaba constancia "de la más enérgica
protesta".
Raúl Roa retornó a la tribuna expresando que por ser
una persona bien educada "debo agradecer al representante de Estados
Unidos su complacencia, por la ‘súbita’ recuperación de mi salud".
Añadió que era también la primera vez que oía a Stevenson en la ONU;
que había leído con anterioridad sus libros y que ahora le constaba
que existían dos Stevenson: antes y después de ser parte del
gobierno del presidente Kennedy.
Señaló que cualquiera podía pintar un avión con los
colores de Cuba, y que eso era un truco habitual en la piratería
internacional; y recordó que con anterioridad, en la Asamblea
General, había declarado que en el aeropuerto de Retalhuleu, en
Guatemala, existían numerosos aviones B-26 que exhibían el emblema
de los aviones de la Fuerza Área de Cuba.
Más adelante afirmó enfáticamente que la declaración
del presidente Kennedy asegurando que las Fuerzas Armadas de Estados
no intervendrían en los asuntos internos de Cuba, no ofrecía
garantía de ninguna clase. "Esas declaraciones las formulan
usualmente los altos dirigentes de las potencias imperialistas y
colonialistas".
Terminó diciendo:
"El Sr. Stevenson se ha permitido de calificar de
‘tiránico’ al Gobierno de Cuba, a sabiendas que falsea los hechos.
Permítaseme que yo, ajustándome a los hechos, califique al gobierno
de Estados Unidos de régimen totalitario, angelicalmente disfrazado
de ‘democracia representativa’."
Luego intervinieron otros representantes, la mayoría
en solidaridad con Cuba.
Este ataque a fondo en el frente diplomático —por lo
a tiempo y seguro del mismo— desempeñó un importante papel en la
psicología de la Dirección norteamericana. Basta leer los diversos
escritos de norteamericanos al respecto, en los que se trasluce la
indignación de Kennedy por la propaganda negativa —para el
proyecto—que se desató en la prensa internacional el domingo 16 de
abril. Cuentan que los oficiales de la CIA que dirigían la operación
llegaron a temer su suspensión, y que respiraron con alivio cuando
los barcos que transportaban a los invasores traspasaron la hora
cero, a partir de la cual ya no era posible retroceder.
Además, los vacilantes de siempre en el orden
internacional, comprendieron, sin ningún género de dudas, que el
Gobierno revolucionario de Cuba estaba dispuesto a combatir en
cualquier terreno hasta el final. Y que las consecuencias, por
empecinamiento de Washington o dejadez de otros, no serían nunca
responsabilidad de Cuba, que estaba demostrando que sabía defender
su soberanía con la razón y con las armas.
El 17 de abril comenzó en Washington con las
declaraciones del Departamento de Estado, del Pentágono y de la Casa
Blanca. El primero en hablar fue un vocero del Departamento de
Estado. "El Departamento de Estado no tiene noticias de invasión
alguna". El Pentágano dijo que no sabía nada y la Casa Blanca, por
boca de su Secretario de Prensa, afirmó: "Todo lo que sabemos sobre
Cuba es lo que leemos en los partes de las agencias de noticias".
Así las cosas, a las 10:30 h —casi a la misma hora
en que las Milicias Revolucionarias, con la toma de Pálpite,
garantizaban una entrada a la playa— se dio inicio a la Sesión
prevista de la Comisión Política y de Seguridad para el 17 de abril.
Había tres puntos en la agenda, pero Roa pidió
inmediatamente la palabra por una cuestión de orden y solicitó que
como primer punto se discutiera el presentado por Cuba debido a la
urgencia que provocaban los hechos.
No hubo objeción por parte de los integrantes de la
Comisión y le fue concedida la palabra.
Comenzó haciendo un recuento de las veces que Cuba
había acudido a los Organismos Internacionales con idénticos
propósitos.
Enfatizó que Cuba no obtuvo garantía ni justicia de
los Organismos Internacionales en su batalla contra el Gobierno de
Washington.
Después, hizo un largo y laborioso resumen de las
actividades norteamericanas contra Cuba, señalando de forma concreta
y con abundancia de pruebas, cada una de sus acusaciones.
Apuntó que el advenimiento de la Administración
demócrata había alentado ciertas esperanzas en el Gobierno
Revolucionario cubano de que cambiarían los rumbos de la política
externa norteamericana con respecto a Cuba. Recordó que el mismo día
en que Kennedy tomó posesión de su cargo, el Primer Ministro Fidel
Castro en un discurso había dicho: "Hoy ha hablado el nuevo
Presidente. Su discurso tuvo algunos aspectos positivos. Nosotros,
los cubanos, no queremos prejuzgar, ni queremos juzgar... sabremos
esperar con calma. A nosotros no nos invadió nunca el odio, a
nosotros no nos invadió nunca la histeria, ni cuando sobre nosotros
se cernía el tremendo peligro que implicaba el golpe de un enemigo
poderoso. ¿Qué decir ante la perspectiva de hallar paz para nuestro
país y para el mundo? Bienvenida sea esa oportunidad y bienvenida
sea esa paz. Nosotros sabemos lo que tiene por delante el nuevo
Presidente de los Estados Unidos. Si emprende un sendero honesto en
bien del mundo y su propio país, le deseamos éxito. Mientras,
esperaremos por los hechos que son más elocuentes que sus palabras".
Pero, aclaró el Ministro cubano, la esperanza se
evaporó: "La política de fuerza de la administración republicana fue
sobrepujada por la administración demócrata". Refiriéndose al Libro
blanco, publicado como documento oficial por el Departamento de
Estado y escrito por Arthur Schelinger Jr., dijo que en él se
formalizaba la guerra política, económica, diplomática y militar de
Estados Unidos contra Cuba.
Y como respuesta clara a la referencia del Libro
blanco, del Departamento de Estado, de que la Revolución, después de
derrocar a Batista, había planteado nuevas metas, recordó que la
revolución norteamericana no se había detenido cuando consiguió la
derogación del impuesto del té, el papel timbrado y la melaza. Si
los norteamericanos se hubieran contraído a esos únicos puntos y no
hubieran continuado la lucha para liberar las fuerzas sociales y
económicas, reprimidas por el monopolio británico, entonces será
correcto calificarlos de traidores a la revolución. Refresca algunos
detalles: "que la tercera parte de la población de las trece
colonias permaneció fiel a Su Majestad Jorge III; que se expatriaron
100 000 habitantes confiscándoles sus bienes y prohibiéndoles el
regreso, exceptuando los que fueron ahorcados. Las primeras
elecciones generales tuvieron lugar trece años más tarde y con un
solo candidato a Presidente. Y no tuvieron derecho al voto las
mujeres ni mucho menos los esclavos que ascendían a 1 000 000 en una
población que no llegaba a los 4 000 000. (...) La revolución no es
un acto —explicó el antiguo Profesor de la Universidad de la Habana
al antiguo Profesor de la Universidad de Harvard— sino un proceso".
Recordó que el presidente Kennedy durante su campaña
electoral había enarbolado la siguiente consigna: "Hagamos con Cuba
lo que hicimos en Guatemala, pero diciéndolo".
En un momento apuntó que el presidente Kennedy había
dicho que evitaría la presencia del norteamericano en cualquier
acción contra Cuba, pero que no había negado que ayudaría, como es
notorio que lo había estado haciendo. "Y tampoco negó que ayudaría a
las invasiones indirectas o desde territoríos extranjeros".
Expone que los planes de la CIA se han filtrado, y
se sabe que en las campos de Guatemala se construyó una pista de 4
500 pies donde han concentrado paracaidistas, aviones de transporte
y bombarderos B-26.
Expresa que informaciones parecidas a estas las dio
el New York Times de los días 8 y 14 de abril. Y señala otros
ejemplos concretos publicados en la prensa norteamericana.
Los sólidos argumentos de Cuba golpeaban, como
obuses de 122 mm, en los oídos atónitos de los miembros de la
Comisión: ¡Nunca antes se había presentado una acusación tan
sustentada contra Estados Unidos en la ONU!
Raúl Roa terminó diciendo: "Un clamor unánime
estremece hoy a toda Cuba, resuena en nuestra América y repercute en
Asia, África y Europa. Mi pequeña y heroica Patria está reeditando
la clásica pugna entre David y Goliat. Soldado de esa noble causa en
el frente de batalla de las relaciones internacionales, permitidme
que yo difunda ese clamor en el severo areópago de las Naciones
Unidas: ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!"