Las arduas operaciones realizadas por las Milicias
Nacionales Revolucionarias, el Ejército Rebelde y los órganos de
Seguridad del Estado en las montañas del Escambray lograron su
objetivo al impedir la materialización del proyecto tan acariciado
por la CIA: hacer de las bandas de alzados una base de apoyo para la
invasión.
De los aproximadamente 500 integrantes de las
bandas, 39 resultaron muertos en combate y 381 fueron hechos
prisioneros. Se capturaron 6 de los 10 cabecillas de los grupos. Por
parte de la Revolución, hubo un balance de 6 muertos en acciones de
persecución al enemigo y 22 en accidentes de diversos tipos. Once
resultaron heridos también en combate. Se estableció que
aproximadamente 80 alzados permanecieron escondidos en las montañas
del Escambray.
En el Escambray, de 60 000 a 70 000 milicianos y
miembros del Ejército Rebelde participaban en las operaciones de
limpia para terminar con los brotes de bandidos. Días antes se había
anunciado que este rastrillaje palmo a palmo de las montañas en el
centro del país, estaba provocando el acorralamiento de las bandas.
Frente al crecimiento de la actividad enemiga
interna en coordinación con los planes de invasión, continuaban en
toda la Isla los cursos y operaciones para fortalecer la defensa.
Los días 17 y 18 grandes titulares anunciaban y
ofrecían posteriormente más detalles de la captura, en Trinidad, de
Francisco López Blázquez, quien se hallaba alzado en el Escambray
con el grupo de bandidos del cabecilla Evelio Duque y cuya
fotografía, portando un fusil, había sido publicada por la prensa de
Estados Unidos.
El parte dado a conocer por el G-2 expresaba que a
las 11:45 p.m. del miércoles 13 de marzo se presentaron ante el
miliciano Miguel Rodríguez Rodríguez, quien cubría posta en la calle
Real y Media Luna, Trinidad, dos personas, interesándose por una
dirección en la ciudad. Al virar la espalda el miliciano, los dos
individuos se abalanzaron sobre él tratando de arrancarle el arma
que portaba. En el forcejeo, uno de ellos disparó contra Rodríguez
Rodríguez, hiriéndolo de gravedad.
El ruido atrajo hacia el lugar de los hechos a otro
miliciano que también cubría su posta y llegó a tiempo para observar
cómo uno de los atacantes huía, mientras el otro no tuvo tiempo de
emprender la retirada y procedió a detenerlo. Se trataba del
"comandante" López Blázquez, a quien Evelio Duque, que se encontraba
también huyendo en esos momentos, había conferido ese grado.
Los campesinos de la zona de Manacal de Piedra
declararon que López Blázquez se hallaba siempre en compañía de
Duque, y hacía "fantásticos ofrecimientos" para que se sumasen a la
contrarrevolución respaldada por el gobierno de Estados Unidos. Un
miembro de la banda de Duque capturado en otro operativo en esos
días relató que este hizo asesinar al obrero agrícola Manuel
Rodríguez Pozo, de la cooperativa "Reinaldo Urquiza", ubicada en el
valle de Jibacoa, porque los había visto y podría denunciarlos.
En sus declaraciones, ampliando los detalles sobre
el ahorcamiento de Rodríguez Pozo, el detenido dijo que Duque acampó
cerca de la casa de un campesino, adonde envió varios de sus
seguidores para obtener alimentos. En esa casa se había quedado a
pasar la noche Rodríguez Pozo. Al saberlo Duque ordenó que lo
ahorcaran.
Al conocerse estos hechos, se despachó un grupo de
milicianos al Valle de Jibacoa y se ordenó extraer el cadáver.
Cuando la tierra fue removida lo primero que emergió fueron las
botas que calzaba Rodríguez Pozo. En los bolsillos del pantalón de
trabajo que vestía se hallaron dos pesos, un carné del sindicato
agrícola de Fomento y una receta médica del Servicio de Sanidad
Rural de la Cooperativa. Los familiares de Rodríguez Pozo no habían
sabido nada más de él, desde que partió de su casa rumbo a la
cooperativa el 10 de enero de 1961.
El Ejército Rebelde continuaba deteniendo restos de
las bandas que, durante 1960 y los primeros meses de 1961,
pretendieron ser el soporte interno de la invasión contra Cuba
preparada por el gobierno de Estados Unidos y que ya tenía el plazo
fijo de efectuarse en la primavera, es decir, a partir de abril. Las
provincias donde habían proliferado más estos elementos fueron Las
Villas y Matanzas. En esta última fue capturada el día 20 una banda
en la zona de La Montaña, entre Jagüey Grande y Araújo.
La acción fue desarrollada por el escuadrón 43,
cuyos efectivos se dirigieron a la zona al recibir información de
que allí se encontraba el grupo. En el combate que se entabló, tres
de los bandidos resultaron muertos, uno herido y doce prisioneros. A
la banda le ocuparon armas y medicinas. Los muertos fueron Osvaldo
Oliva, Rey Hernández y Raúl Figueroa. El herido, Jaime Guerra.
Entretanto, desde Santa Clara se reportaba la
captura de Israel Hernández, uno de los jefes de bandas que operaban
en la zona, quien fue detenido en Levisa. El alzado quedó a
disposición de los tribunales.
Entre los cabecillas que resultaron muertos en el
Escambray figuraban: Ismael Heredia Roldan, conocido como Látigo
Negro, Inocente González Rojas, Alberto Becerra González, Pedro
Águila Pérez y José Antonio Abdala Benítez. Entre los jefes de
bandas más conocidos capturados figuraban Ismael Rojas, jefe de
grupo subordinado a Evelio Duque; y los jefes de columna Juan
Cajigas, conocido por Edgar; Carlos Duque, hermano de Evelio;
Alejandro Lima, conocido por Nando, Zacarías Gracia y otros. Sobre
la mayor parte de ellos pesaban acusaciones de haber cometido varios
asesinatos.
Después de las noticias sobre la neutralización de
las bandas de alzados en el Escambray al ponerse fuera de combate a
unos 500, entre muertos, heridos y detenidos, la prensa
revolucionaria comenzaba a reflejar pormenores de la gigantesca
operación en la que intervinieron de 60 000 a 70 000 milicianos.
Se relataba cómo unas semanas antes Cajigas había
logrado eludir varios cercos tendidos por las Milicias Nacionales
Revolucionarias, a cuyo frente marchaban los más experimentados
oficiales del Ejército Rebelde. Huía de la ofensiva revolucionaria
con cinco de sus seguidores, después que su banda quedó
desorganizada en los primeros choques. Tras varios días de
infatigable búsqueda, los bandidos fueron localizados en una cueva
del Escambray.
El estado de los detenidos se relataba del siguiente
modo: "Todos estaban en deplorables condiciones físicas producto de
una deficiente alimentación. Cuando los interrogaron confesaron que
llevaban nueve días ocultos en la cueva y que solo de noche comían
alguna vianda".
Entre los cinco apresados en la cueva no se hallaba
Cajigas. Largas horas de interrogatorio permitieron determinar que
estaba todavía dentro de la cueva. No había salido de ella. De
inmediato comenzó nuevamente el reconocimiento del lugar, utilizando
faroles de luz brillante. Un registro bajo esa débil luz permitió
descubrir lo que parecía una nariz humana. En efecto, lo era. Se
procedió a remover la tierra y bajo ella estaba Cajigas. Para eludir
la persecución se había hecho enterrar con la nariz a flor de tierra
a fin de poder respirar.
Los diarios elogiaban la actuación de los milicianos
expresando que estaban demostrando una gran capacidad militar.
Virtualmente aniquilaron al enemigo sometiéndolo a una persecución
tenaz.
La prensa revolucionaria en sus trabajos especiales
sobre los bandidos alzados en el Escambray, describió la cueva en la
cual tenía su cuartel general el cabecilla Evelio Duque, quien fuera
uno de los principales jefes de ese movimiento
contrarrevolucionario. Los bandidos construyeron allí una especie de
acueducto, haciendo correr el agua desde un salto situado a 100
metros, a través de cañas bravas. En el interior de la cueva,
situada en Manacal de Piedras, con troncos de árboles construyeron
bancos, mesas, cocinas. Allí había botellas de cerveza, latas de
leche, cajas de tabacos, linternas, pilas y lamparitas conocidas por
chismosas. En lo alto de la cueva almacenaban alimentos.
En esos parajes las bandas se consideraban a salvo
de toda persecución. A fines del año 60, por tanto, circulaban en la
zona muchísimas leyendas de bravuconerías. Pero la movilización
hacia el Escambray de decenas de miles de milicianos, permitió ir
pisándoles los talones a los integrantes de esta banda hasta que el
17 de febrero pudieron ser desalojados de Manacal de Piedras y de su
cuartel general.
A continuación los bandidos tuvieron que moverse
constantemente en el monte, cansados, hambrientos y hostigados por
los cercos y peines de las milicias. Muchos fueron apresados sin
oponer la menor resistencia. Otros presentaron combate, lo que
provocó digna respuesta.
En esta fecha continuaban aún huyendo, en las zonas
más intrincadas, varias decenas de bandidos dispersos, impedidos ya
de realizar fechorías a causa de la ofensiva contra ellos
desplegada.
La estratégica ofensiva emprendida por el Gobierno
revolucionario destrozó uno de los pilares de Dulles y se convirtió
en el principio del fin del Señor de la CIA, aunque sus sucesores
seguirían sosteniendo en estas montañas a los bandidos, quienes
sembrarían un brutal terror en todo el macizo montañoso, mientras se
derramaría la sangre generosa de numerosos revolucionarios en la
lucha por derrotarlos.