En la práctica se agregó la provincia de Matanzas, también en
zonas de difícil acceso.
Dulles presentó el plan, que incluía formar el mayor número
posible de organizaciones contrarrevolucionarias, realizar toda
clase de sabotajes y atentados, intensificar la propaganda y la
captación de adeptos, sembrar el terror y desestabilizar y hacer
insostenible la situación en el país con otras medidas de carácter
económico hasta derrocar al Gobierno.
De inmediato la CIA comenzó a montar en Guatemala y Miami la
agresión. Este operativo, conocido finalmente en la CIA como Plan
Pluto, primero se llamó Plan Escambray y después Plan Trinidad,
antes de adoptar su nombre criptográfico definitivo. Desde el primer
momento su objetivo consistía en, además de reclutar y adiestrar una
fuerza contrarrevolucionaria para alzarse en las montañas de la
región central de Cuba, junto a otras medidas paramilitares —unidas
a las económicas y diplomáticas—, acabar con la Revolución cubana.
Desde entonces Eisenhower aprobó a esos efectos un presupuesto de
13 millones de dólares para el Plan Escambray. La CIA planeaba
formar pequeños grupos que se filtraran en Cuba o se alzaran
directamente en las regiones montañosas y establecieran centros de
resistencia. Los suministros en armas y alimentos les serían
enviados desde Estados Unidos, a través de vuelos de aviones
piratas. El presupuesto fue creciendo y a la larga, costó más de 250
millones de dólares a los contribuyentes norteamericanos.
El fracaso en hacer llegar los suministros a las manos de los
alzados fue una de las razones que hicieron variar la concepción
táctica de la CIA por la de un asalto directo semejante al de
Guatemala en 1954. En eso consistió el Plan Trinidad, segunda
variante diseñada por Dulles, quien incorporó a oficiales que habían
actuado contra el gobierno de Arbenz, como Howard Hunt, más tarde
organizador de los "plomeros" de Watergate.
A mediados de 1960, se alzó en el Escambray la banda de Osvaldo
Ramírez, quien conocía la región palmo a palmo por ser oriundo de la
zona de Sancti Spíritus, la que recorría de arriba a abajo antes de
la guerra, manejando el camión de un aserradero. Ramírez amplió sus
conocimientos y relaciones en el área, cuando operó allí durante la
guerra contra Batista. Por esas razones, el contacto entre la CIA y
los grupos de alzados —un cuñado de Tony Varona conocido como el
comandante Augusto—, lo nombró jefe de todos los alzados del
Escambray, pasando por encima de bandas como las de Sinesio Walsch y
Plinio Prieto, que comenzaron a merodear y cometer depredaciones
antes que Osvaldo Ramírez.
El flamante jefe de todos los alzados en el Escambray era tan
dependiente de la CIA que cuando los oficiales de la agencia que
actuaban en La Habana creyeron tener penetrado al comandante Tony
Santiago, quien en realidad actuaba infiltrado por los órganos de
Seguridad del Estado, y propusieron a Osvaldo Ramírez que se
convirtiera en segundo de Santiago, Ramírez aceptó sin discusión, ya
que en el anterior proceso, antes de 1959, había actuado bajo sus
órdenes y lo respetaba. La propuesta fue hecha por Louis C. Herbert,
jefe de la CIA para toda Centroamérica.
La identidad entre la CIA y los alzados era tan completa que la
manera de hacerse sentir, de sembrar el terror, era realizar
asesinatos indiscriminadamente.
Esos son los antecedentes del asesinato, el 5 de enero de 1961,
de Conrado Benítez, un estudiante de bachillerato de 18 años que se
fue a las montañas del Escambray, en respaldo al llamado de la
Revolución para acabar con el analfabetismo en un año. Con él fue
también asesinado el campesino Heliodoro Rodríguez.
El ex alzado Mirio Pérez Venegas hizo un escalofriante relato de
esos hechos: "En el campamento parecía que había una fiesta esa
noche. Todos le hacíamos coro al corral y le tirábamos piedras,
escupías, le decíamos palabrotas obscenas, hasta que llegó Osvaldo
(Ramírez) y le dijo a Conrado Benítez: ‘si te unes a nosotros te
perdono la vida’".
Cuenta Mirio que Conrado respondió que ante todo era
revolucionario. "Vea, decirle eso a Osvaldo en su propia cara...
Repito, aquello parecía una fiesta, primero sacaron a Conrado
Benítez, que con una soga al cuello tenía que caminar aprisa para no
ser arrastrado, a la vez que todos los allí presentes le dábamos
palos y le pasábamos cuchillos.
"Cuando estuvo debajo de la mata escogida para la ejecución, la
soga se pasó por un gajo, los ojos del brigadista miraban a su
alrededor como preguntando si nosotros éramos personas o animales.
El cuerpo fue suspendido y bajado en varias ocasiones como si fuera
un muñeco, hasta el final de su vida en que lo dejamos arriba. No
obstante estar bien muerto, Osvaldo ordenó que lo siguiéramos
pinchando y apaleando".
Las torturas y el ahorcamiento de Conrado Benítez se produjeron
la víspera de la Operación Silencio, un lanzamiento masivo por vía
aérea de armas para los alzados, realizado por la CIA el 6 de enero
de 1961, que incluía morteros, bazucas, cañones de 57 milímetros sin
retroceso, plantas de radio, granadas, petacas incendiarias,
fusiles, etcétera. Y coincidían con la clausura de la embajada de
EE.UU. y la salida de Cuba de todos sus funcionarios. El comandante
Augusto dirigió un mensaje a Osvaldo Ramírez por la planta que le
había suministrado la embajada de Estados Unidos que expresaba su
estado de ánimo: "Periódicos sacan hoy fotos de armas capturadas
tiradas por avión punto supongo sean de operación silencio punto si
cayó operación silencio en manos enemigas estamos perdidos punto
estoy confundido punto investigue e informe fin".
Con el asesinato de Conrado Benítez la banda de Osvaldo Ramírez
se hacía más acreedora a la jefatura de los grupos de alzados en el
Escambray y a los cargamentos de armas y suministros varios.
El pretexto para el horrendo crimen fue el carné de maestro, del
INRA, que Conrado Benítez portaba y que los bandidos calificaron
como carné de maestro comunista. Osvaldo Ramírez y su banda fueron
liquidados un año más tarde en el Escambray.
Pero los asesinatos continuaron antes y después de Girón. Los
planes fraguados contra Cuba eran más publicitados cada día. El
diario Wall Street Journal se refería al asunto con un
desconcertante desenfado: "No es un secreto que los Estados Unidos
están suministrando armamentos y equipos a los
contrarrevolucionarios cubanos en las montañas del Escambray", decía
el vocero de las finanzas norteamericanas.
En Sancti Spíritus se efectuaba el sepelio del jefe del G-2 en
esa localidad, Bernardo Arias Castillo, muerto a tiros en la finca
La Esperanza, a seis kilómetros de Sancti Spíritus, cuando se
disponía a practicar un registro en una casa perteneciente a un
familiar del cabecilla de los bandidos alzados, Osvaldo Ramírez, por
disponer de informaciones de que allí se escondían miembros de las
bandas. Cuando Arias, junto a otros compañeros, abrió la puerta para
registrar una de las habitaciones, fue recibido con una ráfaga de
M-3, y lo alcanzaron siete balas, dos de ellas en la cabeza. Al
repeler la agresión los acompañantes de Arias Castillo, resultó
herido y capturado uno de los atacantes, de apellido Bermúdez. Los
demás lograron escaparse. Una impresionante manifestación popular
acompañó el sepelio de Arias hasta el cementerio local.
A raíz de estos crímenes, el Consejo de Ministros aprobó aplicar
la pena capital a los autores de actos terroristas como sabotajes,
incendios y asesinatos. La ley promulgada, en su introducción,
responsabilizaba al imperialismo con esos hechos.
El atentado de Conrado Benítez y otros, son responsabilidad de la
CIA, que se encarga de los trabajos sucios del gobierno de EE.UU.,
que actúa como si no se resignase a perder el apellido que sus
acciones le validan y los documentos desclasificados demuestran.