Una
pintoresca polémica se estaba desarrollando en Miami durante los
últimos días de enero y los primeros de febrero de 1961, cuyo
resultado no es difícil de identificar en nuestros días. Los
personajes parecían extraídos de una tragicomedia. Se trataba de
Esteban Ventura Novo y Tony Varona.
El primero se había hecho famoso por su vocación de criminal, por
la sangre fría con que asesinaba revolucionarios en tiempos de
Batista. Los primeros pasos de Ventura lo caracterizaron como
represor de las manifestaciones estudiantiles bajo la severa mirada
del Alma Máter. Se podría decir que no tuvo ningún padrino. Sin
ayuda de nadie, de asesinato en asesinato, fue ganando los
grados con que Batista lo premiaba. De teniente a coronel en solo
dos años.

Ventura
vs. Varona: el esbirro y el politiquero.
En los últimos años de la tiranía, casi a diario su figura alta y
espigada, enfundada en un almidonado traje blanco dril 100 o en su
azul uniforme, bigotillo cuidadosamente cortado, irrumpía en las
primeras páginas de los periódicos junto a un grupo de
revolucionarios detenidos o abrazados a un charco de sangre. La más
pública de sus hazañas fue el crimen monstruoso de Fructuoso
Rodríguez, José Machado, Juan Pedro Carbó Servia y Joe Westbrook, en
Humboldt 7.
Ventura se ensañó particularmente con ellos como venganza por el
asalto al Palacio Presidencial, organizado por el Directorio
Revolucionario. Y tal vez por el recuerdo de aquella mañana aún
siendo teniente, en que franqueó las puertas del hospital Calixto
García persiguiendo a los estudiantes. En su afán, el ya conocido
esbirro ingresó en uno de los locales del internado. De repente,
Juan Pedro Carbó salió del interior de un armario —donde se había
escondido— y accionaba el índice y el pulgar, como los niños cuando
juegan a los policías y ladrones para simular que portan una
pistola, a la par que lo conminaba a rendirse.
Sorprendido por la inesperada y desdeñosa broma, Ventura casi
deja caer su arma del susto. Montó en cólera y le gritaba
histéricamente:
—¡Te voy a matar, Carbó...Te voy a matar!
Con aquel desenfado que lo caracterizaba, burlándose del destello
de temor del represivo, Carbó le contestaba riendo:
—No vas a matar a nadie, Ventura, tú eres una...
Tony Varona, en cambio, era un político profesional, ex primer
ministro, ex presidente del Senado, famoso hasta entre los oficiales
de la CIA por sus escasas luces mentales. Howard Hunt, el espía
norteamericano subordinado a David Attlee Philips en los planes
contra Cuba, ha relatado en su libro Give us this day las
comprometidas situaciones en que lo colocaba esa característica de
Tony. Era tanta su torpeza que se le conocía como Pony. Aquí y allá.
Ventura estaba indignado con Tony porque este lo había vetado
públicamente para formar parte en las filas de la CIA contra la
Revolución cubana. Esa distinción provocó que el esbirro se
dirigiera en carta pública al favorito de la Compañía en esos
momentos: "diríamos que los que ocupábamos posiciones destacadas en
los cuadros de las fuerzas armadas de nuestro país somos los
verdaderos veteranos anticomunistas, porque fuimos los primeros en
combatirlos".
Después de esa singular profesión de fe, Ventura pasaba a contar
una parte de la historia de Varona. Le relacionaba varios asesinatos
cometidos en los gobiernos de los cuales Pony fue un conspicuo
dirigente. Mencionaba el crimen de los estudiantes Masó y Regueyro;
de la impunidad para matar concedida a ciertos grupos gangsteriles;
el cuarto de tortura forrado de corcho del Buró de Investigaciones y
le decía que las manos de Tony no solo estaban manchadas de sangre,
sino también de oro, por haber participado en la falsa incineración
de 40 millones de pesos, cantidad de la que se apropió un grupo en
el gobierno de Carlos Prío, encabezado por su hermano y ministro de
Hacienda, Antonio Prío.
Mientras acusaba a Varona, se burlaba del tirano que al huir lo
dejó embarcado en Cuba: "¿Qué pensaba el doctor Tony Varona acerca
de sus obligaciones como premier del gobierno cuando aceptó,
tácitamente, la concesión de amplias facilidades al famoso
traficante de drogas Lucky Luciano, para que pudiera hacer de La
Habana su base de operaciones para toda la América Latina? Esto
también produjo oro, doctor Tony Varona, oro que bañó las manos de
varios funcionarios del régimen del que era usted premier. El
soborno, la ‘botella’, el despilfarro, la dilapidación de los fondos
públicos, sentaron sus reales en Cuba, doctor Tony Varona, no
precisamente en la época de los manchados por usted sino de los
‘inmaculados’ gobiernos que precedieron al del cobarde que huyó en
la madrugada del 1ro de enero... no divida a los cubanos por
delitos, sino por épocas... si por delitos los va a arrojar del
‘templo de los puros’, le aseguramos que se le quedará el templo
vacío."
En Miami y Guatemala, la polémica VV, Ventura vs. Varona,
cuya esencia era la participación de los batistianos en los planes
de invasión a Cuba, se generalizaba y amenazaba con poner en peligro
la aventura.
El desarrollo de los hechos le estaba dando la razón al esbirro
sobre el politiquero. La CIA prefería a los batistianos en sus
filas. La CIA pensaba como Ventura: los primeros anticomunistas
habían sido los es-birros. Pero no se trataba de que Tony vetase a
todos los batistianos. La cuestión era con ciertos batistianos como
Ventura. A otros, como Calviño y el chino King, se les había
aceptado. Pero la presencia de Ventura Novo era demasiado
escandalosa.
Arthur Schlesinger, consejero del presidente Kennedy además de
escritor, admitió más tarde esa preferencia, adornándola con razones
tácticas: "Los consejeros norteamericanos se impacientaban ante lo
que consideraban sutilezas políticas. Ellos preferían hombres con
experiencia militar profesional (del ejército de Batista) como Pepe
San Román que había sido entrenado en Fort Belvoir y Fort Benning,
en Estados Unidos, en los que se podía confiar para cumplir las
órdenes dadas."
En realidad eran los oficiales batistianos quienes tenían
experiencia militar, aunque en la Sierra Maestra no les valió de
nada.
Como pantalla de la agresión, la CIA había formado en junio de
1960 un llamado "Frente Revolucionario Democrático", en que agrupó a
cinco de los principales cabecillas. Uno de ellos era Tony Varona,
quien se apresuró a declarar cuando fue escogido que se devolverían
los bienes confiscados por el régimen de Castro a sus propietarios
americanos y cubanos. Pero el control de la CIA originó
resentimientos dentro del mismo frente, apuntaba Schlesinger. En
septiembre la CIA designó a Tony Varona coordinador del grupo, lo
cual provocó la renuncia de uno de los miembros, Aureliano Sánchez
Arango, antiguo ministro de educación y de relaciones exteriores en
el gobierno de Prío, al que también perteneció Tony Varona.
Esa tormenta pasó. Pero en los campos de entrenamiento se
reflejaban estas pugnas al acaparar los batistianos las jefaturas.
Los parciales de Tony Varona y de Manuel Artime, jefe político de la
brigada, reclamaban la presencia de ambos en Guatemala para
exponerles personalmente las quejas. Esas y las del trato despectivo
que les daban muchos de los instructores norteamericanos. Pero a los
"dirigentes" del frente la CIA no les permitía visitar los campos de
entrenamiento de Retalhuleu, y estaban obligados a aceptar las
órdenes o se les cortaban los jugosos ingresos.
Mas la situación hizo crisis y a despecho de la opinión de los
jefes de la CIA en los campos de entrenamiento, en Washington se
decidió autorizar a Tony Varona y Artime a trasladarse allí para
tratar de resolver el problema. Pero en la jefatura de la CIA no se
permitían veleidades, pues para eso pagaban todos los gastos,
incluso la vida acomodada y los periplos por América y Europa de los
cabecillas. Se dieron instrucciones a Howard Hunt de que los
condujese a la base de entrenamiento en Guatemala y que redujese a
todos a la obediencia.
Hunt era un viejo amigo de Miguel Ydígoras, el presidente de
Guatemala. Cuando la CIA organizó y ejecutó en Guatemala el plan
contra el presidente constitucional Jacobo Arbenz en 1954, Hunt era
el jefe de acción política. Oficial de inteligencia desde los viejos
tiempos de la Organización Servicio Secreto (OSS), tenía el
orgullo de haber sido felicitado incluso por Eisenhower en el
operativo de 1954. Los Varona y Artime de aquella aventura fueron
los coroneles Carlos Castillo Armas y, precisamente, Miguel Ydígoras.
Hunt llevó a Varona y Artime a ver al presidente Ydígoras, quien se
caracterizaba por sus excentricidades, como la muy comentada ocasión
en que se puso a bailar la suiza ante las cámaras de televisión.
Varona debía agradecimiento a Ydígoras por haber cedido el
territorio de Guatemala para instalar los campos de entrenamiento.
Ydígoras debía agradecimiento a Varona por haber utilizado a los
hombres de la futura brigada 2506 en sofocar la revuelta militar
contra el gobierno, algo más de dos meses antes. Pero ambos sabían
que en realidad debían esos favores a la CIA, y para respaldar
intereses de Estados Unidos, Hunt narró la entrevista de Ydígoras y
Varona que seguramente fue deliciosa.
Varona puso su voz más engolada que de costumbre y trató de
imprimir sinceridad a sus palabras en un retórico discurso. Pero
Ydígoras dictaba un memorándum a su secretaria mientras el ex
premier disfrazado de libertador hablaba. En definitiva ya había
desempeñado ese papel y lo conocía bien. Hunt escribiría
irónicamente después que fue una prueba del talento de Ydígoras para
hacer dos cosas a la vez. El futuro "plomero" de Watergate fue
noticia en los años 70 por haber dirigido la operación de espionaje
de Nixon contra el cuartel general del Partido Demócrata en
Washington, usando a los mismos individuos de origen cubano que
cuando los planes de invasión. En Retalhuleu, Varona no tuvo más
remedio que atenerse a las instrucciones de Hunt y calmar a sus
amigos. Aunque varios de ellos ya habían sido puestos tras rejas en
la selva guatemalteca.
Esas preferencias por los batistianos no dejaron de reflejarse,
incluso con matices más intensos, en los congresistas de origen
cubano que lideran las conspiraciones contra Cuba, en los últimos
años encabezados por Ileana Ros Lehtinen y los hermanos Díaz-Balart,
hijos y nietos de altos funcionarios del régimen de Batista, muy
ligados a él.