Portada

Recuerdos de Girón

 Comunicados de Fidel al pueblo

 Galerías

(3 de diciembre de 2010)

Girón 50

El secuestro de Masetti (VI)

Gabriel Molina Franchossi

El gobierno de Perú había solicitado en los primeros meses de 1960 efectuar una Reunión de Consulta de la Organización de Estados Americanos (OEA), sobre "las tensiones en El Caribe" que preocupaban a Estados Unidos. Así, bajo presiones de Washington, la OEA aprobó el pedido y convocó a las Sexta y Séptima Conferencias de Cancilleres de América, para agosto de ese año.

Masetti entre dos destacados dirigentes políticos: el doctor Carlos Rafael Rodríguez y el periodista Raúl Valdés Vivó.

La agencia de noticias Prensa Latina que había sido inaugurada el año anterior, en junio de 1959, consideró importantes ambas reuniones, por lo que Jorge Ricardo Masetti, su director, decidió encabezar un equipo de cinco periodistas para darles cobertura informativa en San José, Costa Rica. Nadie hubiera podido imaginar que allí iba a ser secuestrado el destacado periodista argentino, quien se distinguió con sus reportajes sobre Fidel Castro y Che Guevara en la Sierra Maestra, para la Radio El Mundo de su país y volvió a La Habana en enero de 1959 para fundar esta agencia latinoamericana de información.

El primer intento diplomático formal contra Cuba había tenido lugar a partir del 12 de agosto de 1959, durante la Quinta Conferencia de Cancilleres en Lima. Los hechos cotidianos ya alarmaban a los dirigentes cubanos. Washington se mostraba hostil y negaba cualquier facilidad a un gobierno que no se le sometía. Pretendía aislar a Cuba y preparaba condiciones, enmascaradas en acuerdos continentales, que justificasen eventualmente una resolución condenatoria y una intervención colectiva.

Había suficientes motivos para sospechar que esa Conferencia pretendía acusar a Cuba por las llamadas "tensiones". Desde el 26 de marzo de 1959, a solo tres meses del triunfo revolucionario, se conoció un importante indicio. "Fue descubierto por las autoridades policiales un plan de atentado contra el Comandante Fidel Castro, dirigido por Rolando Masferrer y Ernesto de la Fe" (1). Masferrer fue jefe del grupo paramilitar "Los tigres", que asesinaba revolucionarios durante la guerra cubana de liberación; Ernesto de la Fe era uno de los voceros de la dictadura de Batista.

El plan fue generado entre el dictador dominicano general Rafael L. Trujillo y el general Fulgencio Batista en Santo Domingo, donde se había refugiado en primera instancia el fugitivo ex dictador, y había recibido el visto bueno de la CIA: "Todo marcha de acuerdo a lo planificado. Si tenemos suerte, en unos días habremos acabado con Castro", (2) informó el coronel J.C. King a Richard Bissell, subdirector de la agencia.

La delegación cubana presentó en un momento culminante de la reunión en Perú, pruebas de una frustrada invasión organizada también por el dictador dominicano Leonidas Trujillo que terminó con la captura de los participantes, quienes llegaron en un avión C-47 a Trinidad, pues se les había hecho creer que la ciudad estaba tomada por fuerzas afines a ellos. Los principales dirigentes enviados directamente por Trujillo, Luis Pozo, hijo del ex alcalde de La Habana, y Roberto Martín Pérez, uno de los criminales de guerra escapados el 31 de diciembre de 1958, fueron recibidos y apresados en esa ciudad al centro de la isla, para su gran sorpresa, por el propio Fidel Castro.

Las pruebas del complot fueron llevadas al Canciller Roa personalmente por Raúl Castro, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en un vuelo especial desde La Habana a Santiago de Chile, para ser presentadas en la Conferencia de Cancilleres, de modo que Cuba lejos de ser acusada por esas tensiones, podía acusar a sus enemigos de provocarlas. Y demostrar sus alegatos.

El domingo 14 de agosto, ya en vísperas del inicio de las sesiones de la Sexta Conferencia de Cancilleres en San José, los periodistas cubanos se percataron, de pronto, que los demás colegas habían abandonado la sala de prensa. Era alrededor de las once de la noche y, algo extrañados, decidieron concluir y salir.

Recuerdo cómo en el umbral del local de la prensa ubicada en el propio Teatro Nacional —sede de las dos Conferencias de Cancilleres—, un pequeño sujeto tropezó intencionalmente con Masetti y acto seguido trató de agredirlo: gritaba que este se le había encimado. En un santiamén entró un grupo de miembros armados de la guardia nacional, enfundados en sus uniformes color beige y forcejearon con los cubanos.

Sin escuchar a quienes trataban de explicar lo sucedido, introdujeron al director de Prensa Latina en un jeep, al tiempo que rechazaban al resto del grupo que trataba de abordarlo también. Algunos logramos penetrar en el vehículo, pero nos sacaron a la fuerza. Solo interesaba Masetti, quien protestaba por la detención.

Aún no repuestos del asombro, los cubanos nos dirigimos de inmediato al auto que utilizábamos e indicamos al chofer, un tico de confianza, que partiese raudo al lugar donde internaban a los perseguidos políticos.

Las experiencias adquiridas en la lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista desde la Universidad de La Habana, hacían comprender rápidamente que se trataba de una operación política punitiva, y que debía hacerse todo lo posible para tratar de frustrarla, pues se podía temer por la vida de Masetti. Francisco V. Portela, corresponsal de PL en Nueva York, corrió a pasar aviso al canciller Raúl Roa. También debía redactar una información en que se denunciara el secuestro. Los tres restantes, Roberto Agudo, Ricardo Sáenz y Gabriel Molina, miembros de la Redacción Internacional de PL, abordamos el auto.

La policía política se hallaba enclavada en una especie de castillo y allí entramos. Sáenz permaneció apostado en la puerta, por si se nos retenía más de media hora.

Agudo y yo fuimos recibidos por un achaparrado teniente, quien tras escucharnos y poner cara de sueco, trató ridículamente de impresionarnos golpeando la pared con un vergajo, mientras negaba que allí se encontrara Masetti. Lo dejamos con la palabra en la boca.

Al llegar a la puerta, airados, dimos cuenta a Sáenz de la infructuosa gestión y lo invitamos a irnos. Mas este nos sorprendió con el notición de que vio entrar a Masetti conducido por los guardias. La rápida actuación nos había hecho llegar minutos antes de que arribaran aquellos guardias devenidos delincuentes.

Llamamos a Roa y ante el escándalo armado por el embajador cubano Juan José Fuxá en el Departamento de Seguridad, no les quedó más remedio a los secuestradores que soltar a Masetti, tres horas después del rapto, pasadas las dos de la mañana. Allí el Director de PL vio al pequeño asaltante revisando los papeles del portafolio que le habían quitado. Relató que fue encerrado en una celda pequeña, aislada y oscura y se puso a cantar el himno nacional de Cuba para que otros presos supiesen que había allí un cubano. Lo primero que hizo al ser liberado esa madrugada, fue llamar a La Habana para confirmar que estaba bien. Le habían devuelto sus papeles, pero notó la falta de algunos. Buscaban supuestas evidencias subversivas que no hallaron.

Al día siguiente comenzó la Conferencia. El pequeño agresor de la sala de prensa, siempre vestido de civil, con todo desparpajo se sentó cerca de los periodistas cubanos. Sin dar muestras de haberlo reconocido, dos de nosotros llegamos hasta él y le hicimos moverse para ocupar un estrecho espacio a su lado. No reaccionó y poco después desapareció para siempre. Masetti subrayó después que esa fugaz presencia era un virtual reconocimiento a la intencionalidad de la agresión. La delegación oficial cubana protestó airadamente y exigió garantías para la vida de Masetti. Ya para entonces se sabía que al aprobar la CIA los planes de atentados, se emplearía cualquier medio para debilitar a Cuba o provocar reacciones que justificasen una agresión directa.

Y no se sabía algo peor aun. Mientras esto ocurría: "en agosto de 1960 la CIA dio pasos para enrolar miembros del bajo mundo criminal en contacto con el sindicato del juego para que ayudasen a asesinar a Castro ". (3) Otra prueba de lo peligroso de la situación se produciría al día siguiente en San José, en la persona de Raúl Roa.

(1) Fabián Escalante. Acción Ejecutiva. Objetivo Fidel Castro. Ocean Press. Melbourne. pp 32

(2) Ibid. pp 31

(3) Church Committee Report. Alleged Assassinations Plots Involving Foreign Leaders. B-Cuba. pp 74 y 75.

Subir