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(10 de diciembre de 2010)

Girón 50

La Conferencia de Cancilleres (VII)

Gabriel Molina Franchossi

La VI Conferencia de Cancilleres de la OEA se inició el 15 de agosto de 1960 dentro de un ambiente más tenso aún, que cuando fue convocada por Perú, a instancias de Estados Unidos y Venezuela. De ese modo se complacía a Washington y a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, inquieto por el dictador Trujillo que en esos días había organizado un Plan para asesinarlo.

A renglón seguido vendría la VII Conferencia que era de interés en realidad solo para Estados Unidos, para santificar sus campañas contra la Revolución cubana. Ese objetivo era denunciado en Costa Rica por organizaciones como la Confederación de Trabajadores y los Comités de Solidaridad.

El apoyo popular se manifestaba en acciones como la vibrante bienvenida, casi subrepticia, brindada por cientos de costarricenses en el Aeropuerto de Los Cocos a la delegación. Ese gesto llenó de emoción al canciller Raúl Roa y a su esposa Ada Kourí, pues habían recorrido más de 20 kilómetros a pie, en una manifestación desde San José, ya que la tarde anterior se decidió por el gobierno impedir el uso de diez ómnibus que habían preparado los trabajadores para el recibimiento. Tuvieron que esconder las banderas cubanas para poder llevar algunas, pues muchas les fueron requisadas.

La noche anterior se había efectuado el dramático secuestro de Masetti, pero las provocaciones no habían terminado: la Esso se había negado a repostarle el carburante al avión de la Aeropostal de Cuba fletado por Masetti y a la aeronave de Cubana que condujo a San José a la delegación encabezada por Roa. Luis Martínez, interventor de Cubana de Aviación, declaró que el gerente de la Esso en San José, Leonel Iglesias, había tratado de justificarlo todo con decir que no tenía gasolina y después que "pidió instrucciones a Miami con resultado negativo". (1)

Sin embargo, ante las protestas oficiales del embajador Fuxá y la advertencia de que podrían ser causales de que Cuba se retirase de la Conferencia, el gobierno tico decidió obligar a las empresas de Estados Unidos a cumplir con su deber. El aparato de Cubana que trajo a Roa y a la delegación no pudo regresar a La Habana hasta el día siguiente.

La negativa actitud de la Esso estaba relacionada con el hecho de que varias semanas antes, el 2 de julio, el Instituto Cubano del Petróleo había intervenido las refinerías norteamericanas, no solo la Esso, sino también la Texaco y después la anglo-holandesa Shell, por haber rehusado procesar el petróleo adquirido por el Estado cubano en la Unión Soviética, todo lo cual amenazaba con paralizar el país. Al día siguiente el Congreso de Estados Unidos autorizó al Ejecutivo a rebajar la cuota azucarera de la Isla. Cinco días después, el 6 de julio, el Departamento de Agricultura se apresuró a poner en práctica la medida, al prohibir que se embarcase un cargamento de azúcar de 700 000 toneladas, parte de la cuota azucarera cubana, la mayor fuente de ingresos del país.

Un mes después, el 6 de agosto, durante la clausura del Primer Congreso de Juventudes Latinoamericanas, Fidel anunció la nacionalización no solo de la Esso, sino también de la Texaco que se había sumado al boicot energético para paralizar el país. Con rara franqueza, el presidente del consorcio propiedad de la familia Rockefeller, Mr. Rathsbone, declaraba en Copenhague "nosotros pensamos que cambiaría de opinión en cuanto le fuera cortado el abastecimiento de petróleo...dijimos clara y abiertamente a las compañías de navegación dedicadas al transporte de petróleo que no veríamos con placer que pusieran sus barcos a disposición del Gobierno cubano. En ese momento ya estábamos en guerra con Fidel Castro... en definitiva nos ha ganado la batalla".(2) También se expropiaban varias empresas norteamericanas, como la Compañía Cubana de Electricidad, propiedad de la Electric Bond and Share; la Compañía Cubana de Teléfonos, de la Bell, y 36 centrales azucareros en su mayor parte de la Atlántica del Golfo y la United Fruit Co. Un valor total de 800 millones de dólares de esa época.

Solo algunas horas después de la llegada de la delegación cubana a San José, el canciller Roa se dirigía, acompañado por algunos miembros de su comitiva, a participar en un acto popular de adhesión a Cuba, autorizado por el Subsecretario de Gobernación, Eladio Chinchilla, en la cuadra en que se enclavaba la embajada de la Isla. Allí cantaría el popular artista puertorriqueño Daniel Santos*. Acompañaban a Roa, entre otros, José A. Portuondo, Carlos Lechuga, Manolo Pérez, Eduardo Delgado, Rogelio Montenegro y Ramón Vázquez. Habían salido en dos taxis desde el hotel Costa Rica, donde se alojaban las delegaciones participantes, pues el auto que correspondía a Cuba había sido enviado al aeropuerto, al recibimiento del Canciller Herter. Caso insólito, se había invitado a las delegaciones a recibirlo en la terminal aérea de Los Cocos.(De Herter, Roa dirá a su regreso a La Habana: "Es un chicharrón sin pellejo de idea").

Cuando los taxis llegaron a la bocacalle más próxima, se percataron de que el acceso estaba vedado por hileras de miembros de la Guardia Nacional con armas largas, pues se había revocado la autorización y se había prohibido publicar el manifiesto de los organizadores, en el que denunciaban la maniobra contra Cuba que —como ya era del dominio público—, constituía el objetivo de la VII Conferencia de Cancilleres. Era todo un plan. Trujillo en la Sexta y después Cuba en la Séptima.

Roa fue interceptado y, al identificarse, un oficial dijo que consultaría el caso con sus superiores. Como la consulta se demoraba, de repente el ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de La Habana exclamó: "Yo soy el Canciller de Cuba y paso de todas maneras". (3) A continuación avanzó sobre el cordón de uniformados y comenzó a abrirse paso a la fuerza, seguido por sus acompañantes.

La dramática escena subió de tono cuando los guardias palanquearon sus armas y bastones para agredir a Roa. Dispuestos a impedirlo, escoltas del ministro, como Juan Otero y Segundo Pérez, llevaron las manos a sus armas. Uno de ellos, Ramón Vázquez, atinó a levantar en vilo al delgado Roa para detener su avance y retirarlo, protegido con su propio cuerpo. De inmediato se alivió la tensión al aparecer el coronel Arias y pedirle excusas al canciller cubano mientras le franqueaba el paso.

Ante las protestas del embajador cubano, Juan José Fuxá, la Cancillería de Costa Rica actuó y los incidentes se redujeron de número y de tono.

Pero como colofón, el cantante boricua Daniel Santos, conocido en Cuba como el Inquieto Anacobero, no solo no pudo actuar en defensa de la Isla, según se había anunciado, sino que fue expulsado del país. La embajada cubana le ofreció hospitalidad y al día siguiente partió hacia la Habana. Se ahorró el disgusto de presenciar la compra de algunas conciencias.

*Daniel Santos era un artista muy apreciado en Cuba, catalogado como una interesante mezcla de tarambana y patriota. Su manera cotidiana de manifestarse, la confesaba en uno de los números musicales que lo colocaban entre la élite de favoritos en la Isla: Vive como yo vivo, si quieres ser bohemio.(bis) De barra en barra, de trago en trago. Vive como yo vivo, para gozaaar, Laaaa Habana... No era ficción. Así mismo vivía. Sin embargo, equilibraba su personalidad con un acendrado nacionalismo. Otro éxito musical era el titulado Borinquen, que expresaba: Pena que haya tantos que no quieran que tenga mi bandera, y desplegarla al sol. Que tenga uno que ser americano, en vez de ser boricua, de sangre y corazón...

(1) Diario Revolución, 16 de agosto 1960, p. 2

(2) Gabriel Molina. Diario de Girón. La Habana 1983. pp. 162

(3) Diario Combate, 17 agosto de 1960. pp. 1 y 8.

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