23-01-2003
(Argenpress -http://www.argenpress.info-:19/01/2003)
Opina James Petras
El grito de los
excluidos
El nuevo milenio ha sido
inaugurado por una lucha continental de todos los excluidos de
América Latina contra el ALCA, el empeño de Washington por
recolonizar América Latina. En el mundo contemporáneo, en América
Latina y el resto del Tercer Mundo, el grito de los excluidos
refleja un mundo de explotación imperialista y de guerras, de
decadencia social y saqueo económico. Realidades socio-económicas
de los excluidos. Golpean de nuevo: alternativas populares
Traducido
por Gabriela García Cedro
El grito de los excluidos tiene
varios significados, dependiendo del contexto histórico y del
protagonista. La palabra excluido tiene un doble significado. En el
contexto más comúnmente aceptado, se refiere a las clases y los
grupos sociales (indígenas, negros, mujeres, etc.) que son
excluidos de los servicios sociales como salud y educación, de los
productos e ingresos que generan y de las instituciones políticas
que gobiernan un país.
Muchos de los excluidos juegan un rol
importante o esencial en la producción y distribución como
empleados domésticos, cuyo trabajo permite a los profesionales y
ricos comprometerse en actividades redituables; como los obreros de
la construcción, que construyen oficinas, fábricas y hogares
lujosos para los banqueros, industriales y profesionales; como
desempleados o semi-empleados, que venden productos terminados por
los manufactureros. En una palabra, los pobres están integrados al
sistema de producción y distribución pero no reciben ningún
beneficio porque están excluidos de las esferas de poder. La
batalla de base no es sobre la incorporación de los pobres dentro
del sistema, dado que ya están incorporados como sectores
clases/razas/géneros esencialmente subordinados, excluidos del
poder, la tierra, la riqueza, la propiedad y los servicios. El
problema real de los excluidos es la transformación del sistema de
propiedad y de poder a fin de que los pobres tengan acceso al
control de los recursos de riqueza y servicios sociales.
Hoy, los pobres son excluidos del
empleo, ellos forman una reserva de desempleados que son usados para
abaratar costos de empleado. Los pobres están excluidos del trabajo
limpio y bien pago ellos trabajan en empleos sucios, mal remunerados
e inestables, la mayoría en el sector informal, sin pensiones,
vacaciones o beneficios de salud. La pregunta es: ¿quién excluye a
quién y con qué propósito?
Los excluidos son principalmente,
trabajadores rurales sin tierras, indígenas y paisanos en
minifundios o granjas de subsistencia, trabajadores urbanos
desempleados o sub-empleados, trabajadoras domésticas, la masa de
vendedores callejeros, obreros de la construcción temporarios,
operarios de fábricas con contratos precarios, jóvenes que nunca
tuvieron un trabajo estable en otras palabras, más del 70% de la
población de Ecuador, Bolivia, Perú, Venezuela, Argentina y el
resto de América Latina.
¿Quién excluye a los pobres de los
beneficios que producen y quién monopoliza el poder político? Los
estados imperialistas los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón
y sus corporaciones multinacionales y bancos que se apropian de los
beneficios, intereses y pagos principales y se aseguran ventajas
comerciales mediante un comercio desigual. El Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, que son instrumentos de los estados
imperiales, excluyen a los pobres a través de políticas
socio-económicas que transfieren las empresas públicas a las
multinacionales mediante privatizaciones y fuerzan pagos onerosos,
empobreciendo a los pobres y enriqueciendo a las elites extranjeras.
Los gobiernos locales de América Latina y las clases dominantes
excluyen a los pobres gracias a su monopolio del poder político, su
robo del tesoro público y las rentas que reciben de los
explotadores del trabajo y los recursos nacionales. Los excluidos y
excluyentes están en esencial conflicto: la condición para la
dominación de algunos es la exclusión de muchos. La política de
inclusión está basada sobre la transformación de este sistema: la
exclusión de las clases gobernantes extranjeras y nacionales y sus
estados, los principales excluyentes.
El Grito de los excluidos es oído en
diferentes contextos y tiene varios significados. El primer grito
surge del dolor y del sufrimiento de pobreza y explotación que hace
erupción cuando los pobres se rehúsan a sufrir en silencio. Este
grito es un anuncio al mundo que el dolor de la pobreza ya es
intolerable. Los gritos iniciales resuenan de una casa a otra, a lo
largo de los barrios de los pobres y desempleados y se convierten en
un nuevo grito colectivo: el grito de los movimientos sociales
organizados demandando justicia, trabajo, tierra, alimento, vivienda
y escuelas. El grito de los movimientos sociales es de afirmación,
de poder colectivo, un grito no ya de desesperación sino un grito
de guerra para la batalla. Fuera de las luchas de los movimientos
sociales emerge un nuevo grito que va más allá de concesiones
inmediatas la demanda por el poder popular y la demanda por la
renuncia de los políticos (Que se vayan todos). El grito del poder
popular avanza desde el poder local dentro de las comunidades hacia
el poder estatal. El grito de los excluidos exige socialización de
los medios de producción y toma del poder estatal. El grito final
es un grito festivo la celebración de la construcción de una nueva
sociedad sin clases, sin excluidos ni excluyentes. El grito de dolor
y sufrimiento de los excluidos se convierte en grito de júbilo y en
el final de la exclusión.
En el mundo contemporáneo, en
América Latina y el resto del Tercer Mundo, el grito de los
excluidos refleja un mundo de explotación imperialista y de
guerras, de decadencia social y saqueo económico.
REALIDADES
SOCIO-ECONÓMICAS DE LOS EXCLUIDOS
La pobreza masiva ha aumentado
astronómicamente a lo largo de América Latina en los últimos
cinco años. Cada país latinoamericano está experimentando
desempleo y subempleo masivos. El hambre corre desenfrenadamente
incluso en los antiguos países más ricos de la región. En
Argentina, que produce suficiente carne y trigo para alimentar a 350
millones de personas, casi 8 millones de habitantes (más del 20 por
ciento) son indigentes y sufren de malnutrición. La degradación de
los excluidos no es sólo un dato estadístico está evidentemente
probada. En mayo de 2002, en la acera opuesta a un restaurante
cercano al Congreso Nacional, tres niños harapientos, de no más de
diez años de edad, estaban royendo los restos de carne de huesos
tirados a la basura. Según las estadísticas oficiales del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), cuyas estadísticas siempre
subestiman la calamidad social, América Latina tiene las peores
desigualdades en el mundo: 10 por ciento de las clases más ricas
tienen ingresos 84 veces superiores al 20 por ciento de los ingresos
de los más pobres. Ochenta y cinco por ciento de los niños
latinoamericanos viven en la pobreza, 33 por ciento de los niños
sufren de malnutrición. En América Central, Guatemala, El
Salvador, Nicaragua, Honduras, el hambre crónica acecha la tierra:
entre 1992 y 2002 el porcentaje de gente hambrienta ha aumentado un
33 por ciento, de 5 millones a 6,4 millones. Los acuerdos de paz de
Estados Unidos han agregado 1,4 millones de hambrientos. La
decadencia masiva del nivel de vida en los últimos cinco años es
más evidente en la otrora abundante Argentina. Hace diez años el
porcentaje de gente viviendo bajo la línea de pobreza era inferior
al 15 por ciento, en el año 2000 el número de pobres subió al 30
por ciento y en diciembre de 2002, el 53 por ciento está en la
pobreza. De acuerdo con las Naciones Unidos, en 1997 el ingreso per
capita de Argentina era de 8 950 dólares, en marzo de 2002 era
de 3 197 dólares e iba en descenso un 67 por ciento de caída
en el nivel de vida promedio. Argentina, con la tierra más rica de
América Latina, es ahora la tierra del hambre e incluso de la
inanición: en las últimas semanas de 2002 más de 40 niños en las
provincias de Tucumán y Misiones murieron de hambre. En México
cerca del 60 por ciento de la población vive en la pobreza y cifras
comparables o aún mayores se encuentran en Colombia, Perú,
Ecuador, Bolivia y Paraguay. En Brasil, más de 100 millones de
personas viven bajo la línea de pobreza, mientras en Uruguay y
Venezuela, los niveles de vida están disminuyendo a gran velocidad.
En Chile, las cifras reales de pobreza exceden ampliamente las
estimaciones oficiales más de un tercio de la población.
La pobreza es el resultado del
desempleo y el sub-empleo que están creciendo. En Argentina en los
años 2001-2002 el desempleo aumentó del 16,4 al 25 por ciento; en
Brasil, del 6 al 11 por ciento, Uruguay de 15 al 20 por ciento, en
Venezuela de 14 al 17 por ciento. En América Latina los llamados
trabajadores informales sin pensiones, planes de salud o empleo
estable, y con bajos ingresos, ahora exceden el 60 por ciento de la
fuerza laboral. En México los economistas estiman que la caída del
ingreso real para los trabajadores es de más del 60 por ciento
desde 1994, y que tomará 30 años recobrar el nivel de inicios de
los '90 y 60 años para recuperar los niveles de ingreso de los '70
antes de que las políticas neo-liberales fueran implementadas.
Trabajadores mexicanos han
experimentado la mayor decadencia en los salarios mínimos en
América Latina en los últimos veinte años (1982-2002) 81 por
ciento de pérdida en el poder adquisitivo. Hace veinte años con el
salario mínimo mensual se podían comprar 25 kilos de tortillas,
hoy sólo pueden adquirir ocho kilos de tortillas. En 1982, el
sueldo mínimo permitía adquirir el 93,5 por ciento de la canasta
familiar básica; en diciembre de 2002 sólo permite comprar el 19,3
por ciento. El costo de vida ha aumentado cuatro veces sobre el
salario mínimo. En los primeros años de la presidencia de Fox
(2000-2002) el poder adquisitivo ha caído un 11,7 por ciento.
La pobreza rural y el desempleo son
causados por la concentración de la propiedad , el crecimiento de
la agroindustria orientada a la exportación, la adquisición de
grandes haciendas por capitales extranjeros, terrorismo estatal y
paramilitar y desplazamientos forzados. En Colombia, los sucesivos
regímenes contrarrevolucionarios y sus aliados entre los
escuadrones de la muerte paramilitares han desplazado a tres
millones de paisanos de su tierra. En Ecuador, casi un tercio del
campo ha emigrado a la costa, a los barrios bajos urbanos o
extranjeros en la última década. En Brasil, entre 1995 y 2002 más
de un millón y medio de pequeños granjeros y trabajadores sin
tierra han sido forzados a abandonar su tierra, sus hogares y sus
comunidades.
Las políticas neoliberales del
mercado libre no sólo han conducido a un desempleo masivo, caída
de los niveles de vida promedio, la bancarrota de pequeños
granjeros y el robo de los ahorros de la clase media, también ha
provocado el empobrecimiento de los jubilados debido a la
apropiación de los fondos de pensión por administradoras privadas.
Durante los '80 y los '90, los regímenes neoliberales privatizaron
los fondos de pensión, dejando su administración en manos
privadas. El resultado es que un exorbitante porcentaje de los
fondos de pensión son apropiados por administradores privados como
costos administrativos. Una comparación de los costos públicos
versus los de la administración privada de contribuciones anuales
demuestra la ventaja del sector público. En los Estados Unidos la
administración pública de los fondos de pensión cuesta el 0,5 por
ciento; la administración privada en Argentina es del 23 por
ciento, en Chile del 15,6 por ciento, en México del 22,1 por ciento
y en Colombia del 14,1 por ciento. Claramente, los altos costos de
las administradoras privadas reducen significativamente la pensión
que los trabajadores recibirán, en tanto que los dueños de las
compañías privadas incrementan su riqueza en billones de pesos.
La visión de millones de jubilados
hambrientos a lo largo de América Latina está directamente
relacionada al saqueo de sus contribuciones, como resultado de las
privatizaciones de las pensiones, una parte central del programa
neoliberal.
La masificación de la pobreza ha
ayudado a aumentar la deserción escolar: más del 40 por ciento de
los niños pobres no termina la escuela primaria. Sólo el 20 por
ciento de aquellos que entran al colegio secundario completan sus
estudios. Las clínicas y los hospitales están siendo cerrados o
carecen de recursos médicos básicos e instalaciones para tratar
las largas filas de pobres que esperan ocho o diez horas para ser
atendidos. Los accidentes de trabajo aumentan puesto que la
legislación de protección laboral es suprimida y el número de
inspectores es reducido. En México, en 2002 los trabajadores
presentaron 308 000 quejas por violaciones de los derechos
laborales por parte de los empleadores.
La transición de gobiernos militares
a políticas electorales ha sido acompañada por un descenso en el
nivel de vida promedio, mayor desempleo y empobrecimiento masivo. La
transición ha sido de un régimen militar-oligárquico a un
régimen civil-oligárquico, de una forma de gobierno de elite
autoritaria a otra. El crecimiento de la exclusión masiva bajo
regímenes electorales de elite es el resultado de una ausencia de
democracia, no una causa de la misma. Los regímenes electorales de
elite han profundizado las políticas neoliberales y saqueado la
economía vía corrupción y robo masivos. La reducción de barreras
tarifarias ha permitido que los granos y otros alimentos subsidiados
de Estados Unidos y Europa destruyan a millones de granjeros
familiares locales. El fin del subsidio a los alimentos en América
Latina llevó al hambre urbana masiva. La desregulación del sector
financiero terminó en el gran fraude bancario que llevó a que los
ahorristas en Argentina, Uruguay, Ecuador y Bolivia perdieran
decenas de millones de dólares de sus depósitos. Las importaciones
baratas subsidiadas han destruido las industrias locales aumentando
el desempleo de ese sector. Actualmente, el sector informal de
auto-empleados excede a los trabajadores formalmente empleados en
una proporción de 5 a 1.
El proceso electoral es controlado
por los medios de comunicación, los candidatos son intimidados por
las bancas internacionales y el imperialismo norteamericano, y las
campañas electorales están completamente disociadas de las
prácticas de los políticos electos. En otras palabras, incluso
aquellos políticos que hacen campaña sobre un programa
anti-neoliberal de cambio social para ganar votos, una vez electos,
implementan el programa neoliberal austeridad para los pobres;
concesiones mineras, agrícolas e impositivas para los ricos,
especialmente los ricos extranjeros.
LOS EXCLUIDOS GOLPEAN DE
NUEVO: ALTERNATIVAS POPULARES
Una reciente encuesta demostró que
el apoyo a los regímenes electorales de la elite neoliberal
(descriptos como democracias) está decayendo: solo 48 por ciento de
la gente apoyó estos regímenes. En Brasil, solamente el 30 por
ciento de la población confía en que los regímenes electorales
lleven a cabo sus promesas. En Argentina, el slogan más popular es
Que se vayan todos. Solo el 30 por ciento del electorado confía en
los presidentes, 25 por ciento en el Congreso y 20 en los partidos
tradicionales.
La razón para este rechazo popular a
los regímenes electorales es una combinación de empobrecimiento y
represión estatal. Bajo la presidencia de Cardoso en Brasil
(1994-2000), más de cien activistas rurales fueron asesinados por
grupos estatales y paramilitares. En Bolivia, docenas de cocaleros
fueron asesinados o heridos. En Argentina, más de 31 personas
murieron durante el derrocamiento de De la Rúa (19 y 20 de
diciembre de 2001).
En respuesta, los excluidos se han
rebelado exitosamente, han derrocado presidentes, creado movimientos
autónomos, liberado territorios y tomado el manejo de las
fábricas. El grito de los excluidos en su lucha ha pasado de
sufriente a combativo, el grito de los movimientos en avance, las
celebraciones de batallas exitosas y victorias parciales.
En Ecuador, los levantamientos
indígenas y urbanos derrocaron dos regímenes neoliberales de
elite. En Argentina, el levantamiento de la empobrecida clase media
y los desempleados derrocó a tres presidentes en dos semanas. En
Venezuela, un levantamiento popular en defensa del presidente
Chávez, desbarató el golpe militar orquestado por los Estados
Unidos en abril de 2002 y resiste un prologando ataque en diciembre
de 2002. En México un movimiento masivo de campesinos bloqueó el
intento del presidente Fox de expropiar las tierras cultivables para
construir un nuevo aeropuerto. En Cochabamba, Bolivia, una alianza
de las fuerzas populares frenó un intento por privatizar el agua.
En Perú, un movimiento de masas que comenzó en Arequipa y se
extendió por todo el país bloqueó la agenda de privatizaciones
del presidente Toledo. En Colombia, las guerrillas FARC/ELN han
combatido a las fuerzas militares y paramilitares financiadas por
los Estados Unidos, manteniendo un impasse con el territorio
parejamente dividido.
Los movimientos populares en
crecimiento han creado sus propias instituciones económicas
embriones del poder dual. En Argentina, más de doscientas empresas
con miles de empleados han sido tomadas y puestas en funcionamiento
por los trabajadores. En Bolivia, los cocaleros han creado gobiernos
cooperativos y municipales que responden a las asambleas populares.
Los trabajadores han ocupado las fábricas cuyos dueños habían
cerrado, defendiéndolas de los esfuerzos gubernamentales para
desalojarlas y ahora están produciendo y comercializando sus
productos. Cuando el Estado trata de apoderarse de esas fábricas,
miles de trabajadores de otras fábricas, gente de las asambleas
barriales, estudiantes y desempleados enfrentan a la policía,
poniendo en práctica el lema Tocas a uno, tocas a todos.
En Bolivia, una coalición nacional
de granjeros cocaleros, empleados domésticos y trabajadores
auto-empleados, pensionados, pobres urbanos, paisanos sin tierra y
pequeños granjeros se han unido para reclamar la renacionalización
de las industrias privatizadas, el derecho de los cocaleros para
cultivar media hectárea de tierra, inversiones públicas y varias
otras demandas sociales. Estas demandas serán reforzadas con el
bloqueo de las rutas nacionales. En Ecuador, una coalición de
movimientos sociales, liderado por los trabajadores del petróleo y
la electricidad han, hasta hoy, desbaratado los esfuerzos por
privatizar ambas industrias, mientras que los movimientos de
indígenas y paisanos han creado un partido político electoral,
Pachakutic, el cual esperan representará mejor sus intereses.
En México, los trabajadores de la
industria eléctrica han logrado detener los esfuerzos de
privatización del régimen de Fox, mientras que los zapatistas y
otros movimientos indígenas y rurales continúan la lucha por la
tierra y la autonomía política y cultural.
En Brasil, el Movimiento de los Sin
Tierra (MST) ha establecido a 350 000 familias, ocupando
tierras, resistiendo la represión y produciendo cosechas, mientras
continúa la batalla por la reforma agraria integral. En Venezuela,
millones de pobres urbanos (en su mayoría negros y mulatos) están
organizados en círculos bolivarianos defendiendo al
democráticamente electo régimen de Chávez contra la oposición
salvaje y tenaz de las elites blancas y sus simpatizantes de la
clase media, financiados y dirigidos desde Washington.
El nuevo milenio ha sido inaugurado
por una lucha continental de todos los excluidos de América Latina
contra el ALCA, el empeño de Washington por recolonizar América
Latina. En todos lados, desde las selvas de Chiapas a los maizales
de los Mayas en América Central, desde los ranchos de Venezuela a
las montañas de Colombia, desde las aldeas andinas hasta la
movilización urbana en Buenos Aires, hay un grito común: ALCA no
pasará.
Los excluidos han gritado de dolor
por la muerte y enfermedad de sus niños, en desafío bloqueando las
rutas por empleo, tierra y comida, con victoria al tomar las
fábricas, tierras y municipalidades y con determinación al avanzar
hacia la transformación del injusto sistema del capitalismo
neoliberal. Para algunos intelectuales el problema es hacer unas
pocas reformas a fin de ofrecer una oportunidad a algunos líderes
de los pobres; para los reformistas, se trata de compartir una parte
de la riqueza con los pobres; para los revolucionarios, la demanda
es transferir el poder social, económico y político a los
excluidos, para construir una nueva sociedad socialista
auto-dirigida.
|