A las dos de la tarde del viernes 22 de mayo de 1959,
los obreros azucareros esperan a Fidel para inaugurar su lX Congreso
Nacional que sesiona en los locales de la CTC. El Comandante en Jefe
dialoga con los ochocientos sesenta delegados de doscientos treinta y
dos sindicatos de la industria y la agricultura que participan en él.
Luego, dirige sus palabras a todos los concurrentes y, entre otras
cuestiones, les dice:
[¼ ] Les voy a explicar una
cosa tan sencilla, que no quedará nadie sin entenderla. No es posible
duplicar el estándar de vida del pueblo si no se duplica la producción;
no es posible triplicar el estándar de vida del pueblo si no se triplica
nuestra producción; no es posible cuadruplicar el estándar de vida del
pueblo si no se cuadruplica nuestra producción. Y hacerle la ilusión al
obrero de que el problema es de decretos, de que el problema es de
guerra sin cuartel, y no de aumentar por todos los medios posibles
nuestra producción, es una demagogia y es un engaño que los primeros en
sufrirlo serán mañana los propios obreros, las propias clases humildes
de nuestro pueblo, al que queremos redimir y al que no se podrá redimir
si no es con la técnica, si no es con la industrialización y con el
aumento de nuestra producción.
Solo los demagogos o los cobardes ocultan al pueblo esas
verdades, porque es más cómodo decir aquellas cosas que gustan de
momento, ofrecer a los labios hambrientos de nuestro pueblo una
confitura hoy, para mañana no poderle dar nada; es más cómodo despertar
ilusiones falsas y eso hacen aquellos hombres que no tienen
responsabilidad de sus deberes, que no están claros en su conciencia de
que el gobierno no puede engañar al pueblo, y que en definitiva los
pueblos son lo suficientemente nobles para agradecerle al que les dice
la verdad, aunque la verdad no sea la que alegre de repente, pero la que
depara, sin embargo, un porvenir verdadero para su pueblo [¼
] Y esto es lo que nosotros hacemos constantemente con el pueblo [¼
], nosotros, como gobernantes estamos en el deber de decirle al pueblo
la verdad y de advertirle aquellas cosas que no le hacen bien, sino que
le perjudican.
Es por tanto necesario que en la conciencia de cada
obrero se abra hoy la consigna de qué es lo que conviene a la clase
obrera [¼ ]
[¼ ] Si nosotros como
consecuencia de nuestra situación mala, como consecuencia de nuestra
estrechez económica, creemos que la solución es producir la inflación y
llenarlos de ilusiones, de que vamos a mejorar sin aumentar nuestra
producción, nos estamos haciendo un tremendo daño [¼
]
Conclusión, que estamos en tiempos nuevos y estamos en
tiempos distintos, y que no podemos plantear los mismos métodos, los
mismos procedimientos y las mismas actitudes mentales que nos
planteábamos en el pasado, en que la única aspiración del obrero no era
reformar al país, sino ganar unos centavos más, en que no había una gran
aspiración política de por medio, sino que simplemente eran cuestiones
meramente económicas.
¿Cómo es posible estar tan ciegos que no veamos el gran
objetivo político que hoy tiene delante la clase obrera junto a todo el
pueblo, de cambiar la estructura económica y social de la nación? ¿Cómo
vamos a comportarnos como si nuestras aspiraciones fuesen meras
aspiraciones de demandas económicas como antes, y no la gran aspiración
revolucionaria de transformar radicalmente a Cuba? [¼
]
[¼ ] No quiero al dirigir al
pueblo, nada. No quiero otro premio sino la satisfacción de cumplir con
nuestro deber, porque ¿qué títulos y qué gloria puede haber para los que
aquí vivimos con esta cruz a cuestas? Todos los días las incomprensiones
de esta lucha. ¿Qué premio puede haber mayor que saber que con interés
infinito ha sabido ayudar a sus hermanos, ha sabido ayudar a su pueblo,
ha sabido llevarlo por el camino del bien, ha sabido responder a la
confianza que se ha puesto en él?