El 11 de mayo de 1959, la Universidad de La Habana
reinicia sus actividades docentes, suspendidas durante dos años y
cuatro meses como firme demostración de repulsa a los atropellos del
régimen de Fulgencio Batista.
Alrededor de las once y media de la mañana, Fidel
llega al recinto a pie, acompañado de una pequeña escolta. De
inmediato se aglomeran en torno suyo centenares de jóvenes ansiosos
de saludarlo.
Fidel recuerda sus días de estudiante en el alto
centro de estudios y aborda otros asuntos de interés.
Voy a ser breve, porque yo estoy en la sombra y
ustedes están al sol. Debo confesar que esta mañana de hoy ha estado
repleta de emociones para nosotros. Es cierto que visitando otras
universidades tuve como cubano, la satisfacción de ver el entusiasmo
con que nos recibían en todas las universidades por igual los
estudiantes de todo el continente, y eso, al visitante le impresiona
extraordinariamente, tal vez piense uno que esas emociones son
superiores a las que experimenta en su propia patria, mas quien así
piense, estará equivocado, porque a mí, que me parecía natural venir
a la universidad, detenerme allí, en las calles de la entrada del
"Calixto García", ascender por esa calle que conduce precisamente
aquí a la Escuela de Derecho, donde nosotros fuimos asiduos
concurrentes durante cinco años y al llegar aquí, al reunirme con
los estudiantes, al refrescar en mi memoria todos aquellos días de
estudiante, al recordarme que, incluso, soy todavía estudiante y que
tengo que examinarme, y que tengo que estudiar, que a lo mejor me
voy a tener que levantar a las cuatro de la mañana un día o dos, o
tres para repasar las asignaturas, pero sobre todo, el volver a
vivir aquellos días felices de estudiante, porque aunque nosotros no
lo sepamos, no hay realmente días tan felices como los del
estudiante. Y al llegar aquí hoy, no pude menos que recordarme,
incluso de la primera vez que hablé en una asamblea universitaria,
donde por poco no puedo ni terminar. Y la novatada –estaba pelado al
rape– tuve que pagarla; no me dejaron hablar ni cinco minutos, era
una asamblea, y yo creía que iba a resolver los problemas y
realmente, no me dejaron terminar. [...]
Me sitúo en la mente de cada uno de ustedes y no
puedo menos que recordar aquella vida que era para mí como lo es hoy
para ustedes, una vida llena de ilusiones, de nobles propósitos y de
nobles aspiraciones. No puedo menos que recordar lo que hacía el
estudiante desde por la mañana hasta por la noche, con sus cosas
buenas y sus cosas regulares, con el tiempo que le dedicaba a los
libros y el tiempo que le dedicaba a charlar con los compañeros y
con las compañeras también. Lo mismo en estos bancos en la Plaza
Cadenas, a la sombra de esos mismos árboles que no han cambiado
absolutamente nada. Y recuerdo también que quizás las ideas que hoy
estamos tratando de realizar en la patria, fueron ideas muchas veces
expuestas en estos bancos, no en actos grandes, porque en aquella
época nosotros pasábamos un gran trabajo para que nos publicaran
cualquier cosa, y para poder reunir una multitud y un gran trabajo
para poder disponer de los medios con que hacer llegar nuestro
pensamiento a zonas más amplias del pueblo, pero sí recuerdo que
muchos de estos discursos que hemos hecho, que pronuncié después, ya
los habíamos pronunciado muchas veces debajo de esos árboles. Eran
más o menos las mismas cosas, solo que nosotros como estudiantes, no
teníamos la suerte que tienen ustedes hoy.
Fidel reflexiona acerca del papel que desempeñaron
los años de estudiantes universitarios en su formación política y en
la de otros dirigentes de la Revolución.
Académicamente no aprendimos todo lo que pudimos
haber aprendido, sin embargo fue para nosotros una gran escuela en
el orden de la psicología humana, en la experiencia social, en la
preparación para la lucha que más tarde habríamos de llevar
adelante. Y tan es así que muchas veces me he dicho a mí mismo: ¡Qué
habría sido de esta obra de la cual nos corresponde una parte
importante de responsabilidad sin la experiencia que hubimos de
adquirir en la universidad! Muchas veces me he preguntado cuántos
errores habríamos de cometer hoy sin la experiencia y sin los
conocimientos de los problemas humanos que adquirimos en esta
universidad’ y tengo la seguridad de que sin este ensayo habría sido
muy posible nuestro fracaso, porque al fin y al cabo, somos todos
hombres jóvenes que nunca habíamos estado en el gobierno y nunca
habíamos tenido estas tremendas responsabilidades, y que si bien es
verdad que los hombres se crecen en determinadas circunstancias
difíciles, aun así nadie sabe si habríamos podido llegar, con todos
los obstáculos que tenemos delante, si habríamos podido proseguir
con éxito esta obra sin aquel formidable aprendizaje que fue para
nosotros la universidad.
Nos enseñó de la vida, que vale tanto como saber de
letras o saber de ciencias, porque hay hombres muy cultos, pero que
viven en una torre de marfil; hay hombres muy cultos que todo lo
ignoran de la realidad humana y es más, entiendo que la universidad
nos humanizó, entiendo que aquí invertimos gran parte de esa energía
primitiva, de esas pasiones un tanto primitivas también con que
venimos al mundo [...]
(Tomado del Periódico Revolución) Continuará...