El 29 de abril, el avión de la delegación cubana
hace escala técnica en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago.
En el aeropuerto, repleto de agentes de seguridad, Fidel es recibido
por Eric Williams, primer ministro de ese país.
A las nueve y media de la noche el vuelo llega a
Brasil. Deja atrás el aeropuerto de Río de Janeiro —temporalmente
inutilizado— y aterriza, sin previo aviso, en Sao Paulo. Tan pronto
como se conoce la noticia del arribo de Fidel Castro, una multitud
de personas empieza a congregarse frente al hotel Excélsior.
De nuevo las cámaras y micrófonos de la prensa
asedian a Fidel. Las preguntas, a diferencia de las realizadas en
los Estados Unidos y Canadá, están dirigidas más al estadista que al
revolucionario.
-América Latina, respondió Fidel a una pregunta,
debe mejorar su mercado interno a fin de realizar mayor progreso
económico...
Y más adelante:
-Creo que las dificultades económicas de mi país son
las mismas que las de los demás países latinoamericanos. Nuestras
aspiraciones son las mismas en toda América Latina.
-Los Estados Unidos, añadió, tienen una economía muy
cerrada, porque vende del 90 al 95 por ciento de todo lo que produce
allí en nuestro mercado. América Latina debe mejorar su mercado con
objeto de progresar más. Este es mi punto de vista para la
conferencia de Buenos Aires.
En esta oportunidad, el Comandante en Jefe visita el
sitio donde se edifica una modernísima ciudad que, para el próximo
año, sustituirá a Río de Janeiro como capital de Brasil.
En Brasilia, la futura capital, trazado perfecto de
una ciudad moderna, le esperó el presidente Kubitschek. [...]
La entrevista con el primer mandatario de la gran
nación del sur transitó entre tazas de aromático café. La expresión
satisfecha con la que luego respondieron a los periodistas servía de
índice para medir el balance de la charla.
–Da gusto hablar con un hombre que puede realizar un
sueño, dijo Fidel, porque, entre otras cosas, tiene respaldo del
pueblo.
Y Kubitschek, apoyando su mano en el robusto brazo
del primer ministro:
–Fidel es un gran héroe de Cuba... Siento que la
noble nación cubana toma nuevos caminos de paz, fe y prosperidad.
Fidel llega a Buenos Aires en la medianoche del
jueves 30 de abril.
[...] A pesar de la hora y del intenso frío,
rompiendo los cordones policiales, una inmensa muchedumbre se
apoderó de Fidel Castro cuando descendió del avión.
–¡Fidel, Fidel!
Apenas pudo estrechar la mano del comité de
recepción. Lo levantaron en vilo para conducirlo hasta el automóvil.
En la confusión, los miembros de la comitiva quedaron aislados,
aprisionados en el jubiloso forcejeo de entusiasmo. Fidel,
emocionado, se dejó arrastrar.
"Sé que estoy entre amigos", fueron las primeras
palabras del joven líder al estrechar las manos de personas que
lograron acercarse a él, entre el enjambre de periodistas,
fotógrafos y policías que rodearon la escalerilla por la que
descendió. Los periodistas, a gritos sobre los hombros de los
policías, reclamaron algunas declaraciones del Comandante, pero este
solo expresó: "No deseo improvisar en este momento. Todo lo que
tengo que decir, lo diré mañana en mi informe ante la Reunión de los
21".
Asaltado nuevamente por los periodistas, uno de
ellos le mostró una caricatura que lo presentaba con un par de
espejuelos muy gruesos. Castro desdeñó sonriente el dibujo,
expresando: "Así no me gusta. Parezco un intelectual". Y más serio
añadió: "Me gustan los periodistas, tengo por ellos especial
preferencia. Créanlo, no lo digo por adulonería. Es algo que llevo
en la sangre". Agregó enseguida: "Me espera un trabajo muy duro y
quiero dormir por lo menos diez horas".
Un cronista le recordó la impaciencia que existe por
escuchar su discurso en el Comité de los 21, a lo que Fidel Castro
respondió: "Nada puedo adelantar, pero espero hablar y creo que
entre todos podremos dar impulso a este carro". (Tomado de
los periódicos Revolución y Hoy)