En
la noche del 15 de abril de 1959, Fidel llega a Estados Unidos para
cumplimentar la invitación de la Asociación de Editores de
Periódicos. De la llegada, el diario Revolución reporta: "Una
emocionada multitud que desde hacía horas esperaba en el aeropuerto
de Washington al máximo líder de la Revolución Cubana y primer
ministro del Gobierno Revolucionario, doctor Fidel Castro, tuvo la
oportunidad de estrecharle y vitorearle cuando el doctor Castro,
burlando la protección de los agentes de seguridad americanos y el
FBI se acercó a la barrera que separaba la pista del aeropuerto del
público [...]
Entre el doctor Fidel Castro y el público que tras
las barreras le ovacionaba se interponía una hilera de automóviles
destinados a trasladarle a la embajada de Cuba en Washington en
compañía de su comitiva, y a separarle al mismo tiempo de aquella.
El primer ministro cubano se negó a montar en el automóvil que se le
tenía destinado (Nr: En realidad un fornido detective de la
celosa policía secreta puesta para cuidarle le atajó: -No puede ir
hasta la gente-) abalanzándose hacia la multitud de
simpatizantes que reclamaba su presencia. Estrechó las manos que se
le ofrecían, dialogó con sus simpatizantes, lo cual desesperó a los
agentes de seguridad y del FBI, pero produjo una grata impresión en
los concurrentes.
De
su primera jornada del jueves 16 de abril de 1959, son algunas de
estas frases y relatos, desde que sale de la embajada a la calle en
Washington y declara a los periodistas;
[...] Ustedes están acostumbrados a ver a
representantes de otros gobiernos venir aquí a pedir dinero. Yo no
vine a eso. Vine únicamente a tratar de llegar a un mejor
entendimiento con el pueblo norteamericano. Necesitamos mejores
relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
[...] Me apena y confunde ver tanto desconocimiento
y mala información sobre lo que estamos haciendo. Veo que se me
califica de dictador y tirano. Esto no podría ocurrir si el pueblo
norteamericano hubiese sido informado de que mi gobierno representa
aquellos principios en que se basan la libertad y los derechos
humanos.
Esto lo siento porque no estoy en Cuba, donde tengo
la oportunidad de hablar directamente al pueblo todos los días.
[...]
Se me ha criticado enérgicamente en la prensa norteamericana. A
veces los ataques a mi persona han sido tan fuertes que los he
considerado insultantes. Pero acepto esto como parte de la libertad
de prensa y aprovecho la oportunidad para responder.
Lo que no puedo aceptar es la tergiversación de los
hechos [...]. Es una cuestión de dar cuenta de los hechos y no de
interpretar. Las interpretaciones las leo con interés, sean
favorables o desfavorables. Pero los hechos deben ser los hechos
[...]
Fidel en esa mañana se traslada al hotel Stader
Hilton donde lo está esperando Christian Herter. En solo unas horas,
el norteamericano será el nuevo secretario de Estado, en sustitución
del titular del cargo, Foster Dulles, quien se halla muy enfermo.
A los efectos oficiales, la visita de Fidel tiene
carácter privado. Durante el almuerzo, el jefe de la Revolución
cubana, expresa:
[...] Nosotros también amamos la libertad. Luchamos
por ella, por los derechos humanos y por la democracia que hoy reina
en nuestro país.
Nuestra lucha, que costó miles de vidas, está llena
de bellos episodios y sacrificios extraordinarios que esperamos que
algún día los Estados Unidos podrán reconocer plenamente [...]
[...] Los Estados Unidos y Cuba siempre han
mantenido las relaciones más estrechas. No hay razón para que estas
relaciones no deban mejorar cada día. Nuestro pueblo ve al pueblo
norteamericano con un amplio sentido de amistad. Al mismo tiempo,
nuestro pueblo lleva las esperanzas por el mayor entendimiento por
parte del pueblo de los Estados Unidos para el esfuerzo que estamos
haciendo para solucionar nuestros problemas.
En la despedida de ritual, tras el almuerzo, ocurre
un hecho que se convierte en una histórica anécdota.
Junto a la puerta recién abierta, William Wieland,
director de la oficina de asuntos del Caribe en el Departamento de
Estado, protagoniza este colofón cuando le dice al Comandante:
–Doctor Castro, yo soy la persona que maneja las
cosas de Cuba.
–Perdóneme, pero quien maneja las cosas de Cuba soy
yo.
La incidencia culmina en una sonrisa, pero marca el
inicio del fin de una época de dominación.