Yo decía que antes, en los tiempos en que el pueblo podía
reunirse, el ánimo de la multitud era completamente distinto al de
hoy. Era un ánimo más bien de oposición, de odio a todo lo que
existía; no era ese fervor creador que caracteriza al pueblo en
estos momentos.
Yo recuerdo que antes lo que el pueblo les decía a los oradores,
era: "¡échale, échale, pica, ataca!" Venían a los mítines a oír cómo
se criticaban los males existentes, y yo he observado que hoy el
pueblo viene con un ánimo muy distinto. Todo el mundo plantea algo,
todo el mundo dice algo, todo el mundo quiere hacer llegar una idea,
un proyecto, una solución. Yo creo que aquí cada ciudadano se ha
vuelto un gobernante. Estoy por decir que cada ciudadano se ha
vuelto un primer ministro, y todo el mundo viene con una idea y con
un proyecto, y a mí me llenan los bolsillos de proyectos
revolucionarios. En realidad, tratan de ayudarnos por todos los
medios a hacer obras de beneficio para el país. Pero, ¿por qué
vienen con ese ánimo? Sencillamente porque saben que nosotros
queremos resolver los problemas, saben que nosotros queremos
resolver sinceramente los problemas.
Como todo el mundo sabe que todo lo que sea bueno para el pueblo
encontrará nuestro respaldo; como todo el mundo sabe que no estamos
aquí haciendo política; como todo el mundo sabe que, por primera vez
en la historia de nuestra patria, los gobernantes se preocupan por
una cosa distinta de sus intereses personales, los gobernantes se
preocupan por una cosa distinta a su camarilla política, los
gobernantes se preocupan por algo distinto que robar y lucrar en el
poder; como todo el mundo sabe que por primera vez en la historia de
Cuba puede decirse realmente que se está gobernando en beneficio del
pueblo, es por lo que todo el mundo acude a estos actos a poner su
granito de arena en favor de la Revolución.
La Revolución es la obra de todos, la Revolución es el sacrificio
de todos, la Revolución es el ideal de todos y la Revolución será el
fruto de todos. Por eso, el que no trae una idea, el que no trae un
proyecto, el que no trae una frase, el que no trae un letrero, se
trae a sí mismo aquí. Viene él para demostrar que respalda esta
causa, para demostrar que el pueblo la apoya, para demostrarles a
los enemigos de la Revolución, para demostrarles a los que se oponen
a las leyes revolucionarias que el error más grande que puedan
cometer es ese, que el daño más grande que puedan hacerle a la
república, el daño más grande que puedan hacerle a la patria, es
tratar de impedir que la Revolución siga su marcha victoriosa.
¿Por qué? Porque la Revolución no es obra de una minoría; la
Revolución es obra de la voluntad absolutamente mayoritaria del
pueblo de Cuba, y es virtualmente imposible oponerse a la idea que
cuenta con el respaldo arrollador y casi unánime de una nación
entera.
Ninguna revolución en el mundo ha contado con un respaldo tan
grande como el que cuenta la Revolución Cubana; ninguna revolución
en el mundo, ningún gobierno en el mundo ha logrado el respaldo con
que cuenta hoy la Revolución Cubana (APLAUSOS).
Esa es una verdad que debe constituir para el pueblo de Cuba un
orgullo, porque nunca un pueblo había estado tan unido en defensa de
una causa justa, nunca un pueblo había estado tan decidido en
defensa de una causa justa.
Es verdad que la Revolución ha perdido algunos simpatizantes, y
eso era lógico. Pero, ¿por qué hemos perdido algunos simpatizantes?
¿Por haber actuado mal? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡No! Por haber
actuado bien. ¿Por haber actuado injustamente? (EXCLAMACIONES DE:
"¡No!") ¡No! Por haber actuado justamente. Porque apenas se lesionan
algunos intereses, hay gente que empieza a llorar —como acaba de
decir alguien aquí. Apenas se lesionan algunos intereses, hay
quienes se olvidan de todos los sacrificios que costó la victoria
del pueblo sobre la tiranía.[...]
[...] ¿Y quiénes son los que pierden algunos pesos con la
Revolución? ¿Acaso los que menos tienen? ¡No! Hasta ahora había sido
así: el que menos tenía era el que más perdía.
Aquí, por ejemplo, el que ganaba 150 pesos era el que tenía que
pagar 60 pesos de alquiler y era el que tenía que pagarlo todo aquí:
tenía que pagar los víveres caros, las casas caro y, además, no
recibía del Estado ningún beneficio. Aquí el hijo del hombre humilde
tenía que pagar en la universidad la misma matrícula que el hijo del
millonario, y en el instituto tenía que pagar la misma matrícula que
el hijo del millonario, y los libros le costaban tan caro como al
hijo del millonario; le costaba todo igual. El alquiler, por
supuesto, que le costaba más que a nadie, porque tenía que pagar
hasta la tercera parte de su sueldo. Cuando se enfermaba, tenía que
ir a pedir la recomendación de un político para que le ingresasen al
hijo o a la mujer en el hospital. Si quería una beca para el hijo
tenía que ir corriendo y tocar a las puertas de un político para que
le dieran una beca al hijo. Si quería un trabajo tenía que buscar
una recomendación. Y eso no era todo, por supuesto; de la misa ni la
mitad. Esto se puede decir que es a título de ejemplo, relacionado
con lo que pasaba aquí en Cuba. Porque en realidad aquí en Cuba la
ley que imperaba era la "ley del embudo": lo ancho para unos y lo
estrecho para otros.
A ver, este pueblo aquí, esta multitud, ¿de dónde salió? En esta
multitud de aquí, ¿cuántos latifundistas hay? (EXCLAMACIONES DE:
"¡No!") A ver, que levante la mano el que tenga un latifundio aquí.
Que levante la mano el que tenga un central azucarero. (UNA PERSONA
DEL PúBLICO LEVANTA LA MANO)
¡Ah!, ¿tú tienes un central azucarero? Está bien. ¿Tú tienes un
central? ¡Te aplaudimos, chico! ¿Tú respaldas la Reforma Agraria?
¡Te aplaudimos, pero de verdad!
Yo también era terrateniente, yo era hijo de terrateniente y
ahora me siento un cortador de caña (APLAUSOS).