Yo era hijo de terrateniente y ahora me siento un cortador de caña

(Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en Güines, el 29 de marzo de 1959)

Yo decía que antes, en los tiempos en que el pueblo podía reunirse, el ánimo de la multitud era completamente distinto al de hoy. Era un ánimo más bien de oposición, de odio a todo lo que existía; no era ese fervor creador que caracteriza al pueblo en estos momentos.

Yo recuerdo que antes lo que el pueblo les decía a los oradores, era: "¡échale, échale, pica, ataca!" Venían a los mítines a oír cómo se criticaban los males existentes, y yo he observado que hoy el pueblo viene con un ánimo muy distinto. Todo el mundo plantea algo, todo el mundo dice algo, todo el mundo quiere hacer llegar una idea, un proyecto, una solución. Yo creo que aquí cada ciudadano se ha vuelto un gobernante. Estoy por decir que cada ciudadano se ha vuelto un primer ministro, y todo el mundo viene con una idea y con un proyecto, y a mí me llenan los bolsillos de proyectos revolucionarios. En realidad, tratan de ayudarnos por todos los medios a hacer obras de beneficio para el país. Pero, ¿por qué vienen con ese ánimo? Sencillamente porque saben que nosotros queremos resolver los problemas, saben que nosotros queremos resolver sinceramente los problemas.

Como todo el mundo sabe que todo lo que sea bueno para el pueblo encontrará nuestro respaldo; como todo el mundo sabe que no estamos aquí haciendo política; como todo el mundo sabe que, por primera vez en la historia de nuestra patria, los gobernantes se preocupan por una cosa distinta de sus intereses personales, los gobernantes se preocupan por una cosa distinta a su camarilla política, los gobernantes se preocupan por algo distinto que robar y lucrar en el poder; como todo el mundo sabe que por primera vez en la historia de Cuba puede decirse realmente que se está gobernando en beneficio del pueblo, es por lo que todo el mundo acude a estos actos a poner su granito de arena en favor de la Revolución.

La Revolución es la obra de todos, la Revolución es el sacrificio de todos, la Revolución es el ideal de todos y la Revolución será el fruto de todos. Por eso, el que no trae una idea, el que no trae un proyecto, el que no trae una frase, el que no trae un letrero, se trae a sí mismo aquí. Viene él para demostrar que respalda esta causa, para demostrar que el pueblo la apoya, para demostrarles a los enemigos de la Revolución, para demostrarles a los que se oponen a las leyes revolucionarias que el error más grande que puedan cometer es ese, que el daño más grande que puedan hacerle a la república, el daño más grande que puedan hacerle a la patria, es tratar de impedir que la Revolución siga su marcha victoriosa.

¿Por qué? Porque la Revolución no es obra de una minoría; la Revolución es obra de la voluntad absolutamente mayoritaria del pueblo de Cuba, y es virtualmente imposible oponerse a la idea que cuenta con el respaldo arrollador y casi unánime de una nación entera.

Ninguna revolución en el mundo ha contado con un respaldo tan grande como el que cuenta la Revolución Cubana; ninguna revolución en el mundo, ningún gobierno en el mundo ha logrado el respaldo con que cuenta hoy la Revolución Cubana (APLAUSOS).

Esa es una verdad que debe constituir para el pueblo de Cuba un orgullo, porque nunca un pueblo había estado tan unido en defensa de una causa justa, nunca un pueblo había estado tan decidido en defensa de una causa justa.

Es verdad que la Revolución ha perdido algunos simpatizantes, y eso era lógico. Pero, ¿por qué hemos perdido algunos simpatizantes? ¿Por haber actuado mal? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡No! Por haber actuado bien. ¿Por haber actuado injustamente? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡No! Por haber actuado justamente. Porque apenas se lesionan algunos intereses, hay gente que empieza a llorar —como acaba de decir alguien aquí. Apenas se lesionan algunos intereses, hay quienes se olvidan de todos los sacrificios que costó la victoria del pueblo sobre la tiranía.[...]

[...] ¿Y quiénes son los que pierden algunos pesos con la Revolución? ¿Acaso los que menos tienen? ¡No! Hasta ahora había sido así: el que menos tenía era el que más perdía.

Aquí, por ejemplo, el que ganaba 150 pesos era el que tenía que pagar 60 pesos de alquiler y era el que tenía que pagarlo todo aquí: tenía que pagar los víveres caros, las casas caro y, además, no recibía del Estado ningún beneficio. Aquí el hijo del hombre humilde tenía que pagar en la universidad la misma matrícula que el hijo del millonario, y en el instituto tenía que pagar la misma matrícula que el hijo del millonario, y los libros le costaban tan caro como al hijo del millonario; le costaba todo igual. El alquiler, por supuesto, que le costaba más que a nadie, porque tenía que pagar hasta la tercera parte de su sueldo. Cuando se enfermaba, tenía que ir a pedir la recomendación de un político para que le ingresasen al hijo o a la mujer en el hospital. Si quería una beca para el hijo tenía que ir corriendo y tocar a las puertas de un político para que le dieran una beca al hijo. Si quería un trabajo tenía que buscar una recomendación. Y eso no era todo, por supuesto; de la misa ni la mitad. Esto se puede decir que es a título de ejemplo, relacionado con lo que pasaba aquí en Cuba. Porque en realidad aquí en Cuba la ley que imperaba era la "ley del embudo": lo ancho para unos y lo estrecho para otros.

A ver, este pueblo aquí, esta multitud, ¿de dónde salió? En esta multitud de aquí, ¿cuántos latifundistas hay? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") A ver, que levante la mano el que tenga un latifundio aquí. Que levante la mano el que tenga un central azucarero. (UNA PERSONA DEL PúBLICO LEVANTA LA MANO)

¡Ah!, ¿tú tienes un central azucarero? Está bien. ¿Tú tienes un central? ¡Te aplaudimos, chico! ¿Tú respaldas la Reforma Agraria? ¡Te aplaudimos, pero de verdad!

Yo también era terrateniente, yo era hijo de terrateniente y ahora me siento un cortador de caña (APLAUSOS).

   

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