¡Cuando los pueblos conciben una esperanza, no se resignan nunca más a vivir sin ella!

(Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en la sesión plenaria celebrada por el comité conjunto de Instituciones Cívicas cubanas, en el salón de actos del Colegio Médico Nacional, el 16 de marzo de 1959)

¡Qué temor podemos albergar nosotros a hablarle con claridad a cualquier sector del país! Nosotros sabemos que, al fin y al cabo, estarán contra la Revolución solo aquellos que sean incapaces de algún sentimiento noble, de algún sentimiento generoso, de algún sentimiento humano, de algún sentimiento patriótico (APLAUSOS). Yo no puedo ver a nadie con prejuicio alguno, o a través de mentiras o de convencionalismos. Cuando me dirijo a mis compatriotas, lo hago suponiendo en todos un gran fondo de nobleza y un gran fondo de generosidad, porque tal es realmente el corazón y el carácter de los cubanos, y no se ha caracterizado, precisamente, el pueblo cubano por las pugnas de clases ni por los odios de clases [... ]

[... ]Nuestros problemas no han sido propiamente problemas entre cubanos; más bien podría decirse que han sido problemas entre no cubanos y cubanos, y tal ha sido desde el principio hasta hoy. Los que han prevalecido aquí han sido intereses extranjeros; desde hace rato que viene Cuba luchando contra intereses foráneos, y así surgió a la vida la nación cubana [... ]

[... ]Tuvimos grandes hombres, grandes héroes, grandes patriotas; tuvimos un gran pueblo. Fue una lucha extraordinariamente desigual y, por tanto, extraordinariamente heroica; una lucha que iba a culminar con la victoria, porque de eso, nosotros, que tuvimos que librar una lucha similar, no tenemos la menor duda, y, sin embargo, los cubanos no lograron la victoria. Prácticamente se la arrebataron; y, a decir verdad, no solamente nos la arrebataron, sino que nos enseñaron a darles las gracias a los mismos que nos la habían arrebatado (APLAUSOS).

[... ]¡Qué no les ocurriría a los pobres mambises, a quienes obligaron a cortarse sus bigotes y sus barbas, y los mandaron a regresar a una tierra que ya no era ni de ellos, sino de los que tal vez hicieron negocios durante la guerra, de los chivatos, de los confidentes, de los guerrilleros, de todo el mundo, menos de los mambises!

Y aquí, ¿quiénes se quedaron?, ¿quiénes prosperaron a lo largo de aquellos dos años de ocupación extranjera?, ¿quiénes se fueron acomodando a la mal llamada república que nacía? Pues los "inteligentes" —tan inteligentes que no habían peleado durante toda la guerra (RISAS)—, los "vivos", los "simpáticos", los "cortesanos", los que sabían inglés; porque los mambises, ¡de inglés no sabían una palabra! (RISAS Y APLAUSOS.)

¿Qué revolución pudo salir de todo aquello? Lo que salió fue la Enmienda Platt, en contradicción con una declaración que decía que Cuba era "de hecho y de derecho un pueblo libre e independiente". No lo fue, ¡ni de hecho ni de derecho! (APLAUSOS).

La Enmienda Platt formaba parte de la Constitución de la República, y los pobres mambises tan decepcionados habrían de estar, tan escépticos, tan tristes y tan viejos, que hasta la aceptaron, y eso dice mucho. Aquello fue el principio del conformismo, de la resignación en el infortunio y en la adversidad, de la sumisión que ha caracterizado la vida de nuestro pequeño, pero bueno; nuestro sufrido, pero digno pueblo cubano. El último en liberarse, el que peleó solo, el que le arrebatan la victoria y lo obligan a vivir como ha vivido durante 50 años: entre intervenciones directas o indirectas, entre malversaciones, entre fraudes, entre tiranías, entre frustraciones, entre traiciones y entre todas las desgracias que, juntas o separadas, le puedan haber caído a ningún pueblo.

[... ] Ahora buscan comparaciones imposibles con una Revolución que es cubana enteramente, que tiene raíces cubanas, y que será orgullo de nuestra patria —y hablo de un orgullo nacional, no de un orgullo personal, porque si bien en los pueblos el orgullo

es necesario para que sepan defender lo suyo, en las personas el orgullo puede ser despreciable, sobre todo, cuando más que orgullo es vanidad—, porque esta Revolución nuestra tendrá que figurar en la historia de las grandes revoluciones. En el futuro tendrán que contar a la Revolución cubana entre las grandes realizaciones del hombre, entre los grandes acontecimientos históricos de la humanidad, y aquí, donde hay muchos que se ponen contentos cuando su país obtiene un triunfo, por modesto que sea, no han reparado en toda la grandeza y en todo el orgullo que constituye para nuestro pueblo el convertirse en la admiración de todos los pueblos de América y del mundo (APLAUSOS).

[... ]¿Qué quieren, que para defender sus intereses egoístas venga de nuevo el extranjero a nuestra tierra? ¿Qué quieren, otra Enmienda Platt? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿Qué quieren, nuevas intervenciones en nuestra patria? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¡Pues están cometiendo el peor de los crímenes, porque están aspirando a lo mismo que asesinar a toda la nación cubana!, porque aquí es necesario, serenamente, repetir, como dijo Antonio Maceo, que "quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre" (APLAUSOS). Y aquí no van a recoger ni el polvo, porque nuestro pueblo ha concebido una esperanza, ¡y cuando los pueblos, como los hombres, conciben una esperanza, no se resignan nunca más a vivir sin ella! (APLAUSOS).

   

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