Quiero que ustedes sepan que yo me dedico a este
trabajo agotador por servir al pueblo, porque yo quiero cumplir con
todos los postulados de la Revolución, por eso trabajo por ustedes,
en beneficio de ustedes.
No estoy aquí haciendo demagogia, no estoy aquí por
el cariño del pueblo, pues ese lo tengo desde el primer momento.
Estoy aquí porque tengo y quiero cumplir con mi deber sagrado con el
pueblo. Con este pueblo cuyo instinto no lo engaña y por eso
permanece a nuestro lado con toda lealtad, porque el pueblo sabe que
lo estamos defendiendo, sabe que esta es una Revolución que tiene
que defender, sabe que en ella está su futuro y tiene que
defenderlo, sabe que puede confiar en nosotros, sabe que tiene con
nosotros hombres que sabrán morir cumpliendo con su deber, hombres
que sabrán caer defendiendo la patria, hombres que no lo
abandonarán. Porque nuestro pueblo, que ha sufrido tanto, tiene
derecho a tener un gobierno que lo defienda y que no le haga como
los otros que lo olvidaron poniéndose al servicio de unos pocos
intereses.
No comprenden que el pueblo estará junto a nosotros
siempre, porque siempre seremos honrados, porque nunca nos verán
vacilantes y siempre trabajando al servicio del pueblo. A mí mismo
no me verán jamás como un señor encumbrado, sino como un hombre del
pueblo, que le habla al pueblo en su lenguaje, para que el pueblo lo
entienda, limpio de retórica y de palabrería. Le hablo al pueblo con
franqueza y eso no se puede disimular, porque el pueblo sabe quién
es un pícaro, un descarado y un politiquero, y sabe también quién es
un hombre honrado y sincero.
¿Y quieren saber cuál es el secreto de la fuerza de
la Revolución y la razón del respaldo de nuestro pueblo? Pues es muy
sencillo: Yo soy un individuo más del pueblo, aquí todo el mundo me
ve como un individuo más del pueblo, como un hermano, como un primo,
como un pariente, todo el mundo me dice Fidel. Antes ustedes saben
lo que pasaba cuando alguno salía representante, ya más nadie lo
volvía a ver, se compraba un Cadillac, se ponía un dril cien, ltin
sombrero y ya no quería hablar ni con los amigos.
No ando con engaños ni con mentiras, digo aquí lo
que siento, lo digo sin demagogia ni hipocresía [¼ ] Yo no estoy
lucrando aquí por la gloria. Hay quien lucha por la gloria, por
vanidad, para que le hagan una estatua. No estoy luchando por
estatuas, lucho porque lo siento, porque cada uno tiene que cumplir
con un deber en esta vida y mi deber me tocó a mí como pudiera
haberle tocado a cualquier otro, y yo cumplo con mi deber con un
sentimiento. No quiero estatuas, ni en esta vida ni después de
muerto, no quiero nada, no lucho ni por interés material ni por
interés moral, ni porque me aplaudan ni nada, lucho porque estimo
que este es mi deber. Mi premio es cada vez que le haga un bien a
alguien sentirme satisfecho, mi premio es cada vez que vea a una
familia feliz, sentirme satisfecho, cada vez que vea una escuela
nueva que se levante, sentirme satisfecho, cada vez que vea un
hospital nuevo [...]
Mi premio no puede ser jamás dinero, mi premio no
puede ser jamás honores, no podrá ser otra cosa mi premio que la
satisfacción infinita de ver al hombre sano, limpio, noble, honesto.
La política no me importa, los cargos no me importan, me da lo mismo
ser premier que no ser nada, la presidencia no me interesa [...]
A mí no me interesa más que una cosa: cumplir con mi
deber, mi deseo es hacerlo bien, como humano sé que no lo puedo
hacer perfecto, como humano sé que puedo cometer errores, errores
cometeré, pero nunca actuaré de mala fe, me podrán decir, se
equivocó pero no es un sinvergüenza. Me podrán decir que no lo haya
hecho todo, pero no que no haya hecho todo lo que haya podido porque
haré todo lo que pueda, y cuando no haga más o no lo haga mejor será
porque no pueda, entonces vendrán otros y lo harán mejor, yo haré mi
tarea, otros vendrán después.
Yo hablo así aquí como no he hablado nunca con estos
sentimientos, y es justo que lo haga porque mi corazón, mi vida
están unidos a esta tierra, están unidos a esta provincia, están
unidos a esta ciudad. Vine aquí mucho antes del 10 de marzo, hice
una promesa y le dije al pueblo, mientras manos mercenarias tengan
fusiles para oprimir al pueblo, a nuestra patria, cambiaremos las
escobas por fusiles e iremos a combatir [¼ ]
[¼ ] Un especial sentimiento me invade cuando estoy
aquí, una especial emoción me invade cuando estoy aquí entre los
santiagueros y aquí hago estas confesiones que me salen del alma.
Aquí hago estas confesiones que no hago en ninguna otra parte. Aquí
tengo que decir lo que siento por el pueblo. Aquí tengo que expresar
toda la tristeza que siento al no poder hacer más, ante la
convicción que tengo de que es imposible que todo salga bien y
perfecto, pero tengo que decir todo eso aquí, ante los limpios
orientales, ante los cívicos orientales, tengo que decir aquí que
este oriental que nació en Oriente, que luchó en Oriente, que inició
la Revolución en Oriente y que tiene en sus manos grandes
responsabilidades, será siempre un hombre digno aquí y allá, hoy y
siempre [...]
Me voy de Oriente como siempre me he marchado de
Oriente: ¡con más fe, con más entusiasmo! Me voy de Oriente
llevándome todo lo que me he llevado siempre de Oriente: ¡el
espíritu de lucha, la rebeldía, la energía, la fuerza! (APLAUSOS).
Me voy de Oriente llevándome lo que siempre vendré a buscar a
Oriente, cuando esté triste, cuando esté desanimado —si es que algún
día pueda estarlo—, cuando quiera buscar fuerza, vendré a Oriente a
buscarla (APLAUSOS).
Nací en esta provincia, en esta provincia luché, en
esta provincia fui derrotado, en esta provincia volví a la lucha, en
esta provincia vencí, en esta provincia vendré a luchar cuantas
veces sea necesario. Y si es preciso venir a morir, ¡en esta
provincia vendré a morir! (APLAUSOS).
Soy oriental y con ello soy más cubano. Quiero a
Oriente y con ello quiero más a Cuba. Quiero a los orientales y con
ello quiero más a todos los cubanos (APLAUSOS).
Y cuando les digan que les han robado la Revolución,
digan: ¡Mentira! ¡La Revolución está en el corazón de los que la
hicieron y de los que han sabido mantenerla en alto y dirigirla
hacia la victoria!
Cuando les digan que nosotros estamos en La Habana,
digan: ¡No, es mentira, porque sus pensamientos y sus corazones,
jamás abandonarán a Oriente!