"A mí lo que me preocupa no es lo que soy ahora; yo
puedo decir, como lo he dicho a los que me felicitaban cuando me
designaron Primer Ministro: felicítenme cuando termine. Lo que me
preocupa no es lo que sea ahora, sino cómo voy a hacer lo que tengo
que hacer por Cuba, y cómo voy a cumplir ese rol que me ha tocado,
porque yo creo que estas cosas, poco a poco, por una serie de
circunstancias, aparte del esfuerzo propio, le toca a uno
realizarlas".
"Lo que me preocupa no es sólo esa cuestión. El
valor histórico en definitiva de los hombres de la Revolución
depende de la obra que realicen, por eso quizás alguno no se
explique por qué muchos de nosotros trabajamos tanto sin descanso y
estamos continuamente actuando. Que el objeto de nuestra
extraordinaria preocupación es que tenemos que hacer las cosas bien,
o sea, cumplir con la gente que cree en nosotros, porque es un
problema muy serio para cualquier hombre, que haya millones de
gentes creyendo en él, demostrándole esa fe, ese cariño, esa
simpatía, y que uno no pueda o no sea capaz de satisfacer esas
esperanzas".
"No es que yo sea un hombre que me falte la fe. Yo
tengo la más completa seguridad que nosotros vamos a echar adelante
la Revolución y que vamos a tener éxito. No es que tenga fe
solamente en mí; tengo fe en todos los compañeros que lucharon junto
a mí en la Sierra Maestra durante largos años; fe en los valores que
nos esperaban aquí, fe en los valores que van apareciendo y que se
van sumando".
Más adelante, el líder de la Revolución dijo:
"Estimo que una de las medidas a dictar tan pronto se haya logrado
la reestructuración del aparato administrativo, es lograr la
implantación de la carrera administrativa. Hay que alejarles la
mente a los hombres jóvenes de los cargos burocráticos, como hay que
alejarlos del vicio, porque creo que ha constituido realmente un
vicio la burocracia para nuestro país".
Se refirió al valor de la reforma Agraria para los
fines de eliminar el desempleo, por sus repercusiones en la
industrialización. Explicó de qué manera no era tan solo un acto de
justicia sino también una necesidad económica por cuanto al
repartirse la tierra aumentaría el poder adquisitivo de los
campesinos, que constituyen la mitad de la población del país "y que
al consumir más con su mejor nivel de vida harían que las industrias
trabajaran más, que hubiera más empleo, lo que a su vez producirá
mayor consumo de productos agrícolas en las ciudades para beneficio
de los campesinos".
Subrayó la importancia de consumir productos
cubanos, para así ayudar a la industria nacional. "Esa es una
especie de reforma arancelaria popular", dijo refiriéndose a la
campaña por el consumo de productos cubanos [... ]
Más adelante, Fidel expuso: "Aquí hay que reformarlo
todo, desde el campo hasta la moral y las costumbres. Toda reforma
es ahora revolucionaria".
Sobre las relaciones internacionales de Cuba, Fidel
expresó que estas deben basarse en la amistad y el respeto mutuo
tanto hacia Estados Unidos como hacia los demás pueblos del mundo.
Dijo que no era Cuba sino eran los Estados Unidos los que tenían que
rectificar en las relaciones de los dos países. Afirmó que Cuba debe
comerciar con todos los pueblos que querían hacerlo con el nuestro,
y de modo concreto se refirió al comercio con la Unión Soviética
diciendo: "Si los rusos nos quieren comprar no nos vamos a comer el
azúcar, les venderemos."