Siempre he dicho que todo el mérito de la Revolución
Cubana está en el pueblo de Cuba. Sin el pueblo que tenemos
nosotros, tengan la más completa seguridad de que nadie hubiera
podido hacer lo que se ha hecho en Cuba. El mérito nuestro fue creer
en el pueblo, tener fe en el pueblo, pero fe ciega.
Muchos hablan de pueblo, pero en el fondo no creen
en el pueblo y tienen el sentido de que el pueblo es una masa
amorfa, que se agita un día y se tranquiliza otro (APLAUSOS). Yo
creo en los pueblos como en algo vivo, como en algo capaz de hacer
la historia, porque son los pueblos los que han hecho la historia,
no los hombres. Los hombres pueden interpretar algo, adivinar,
intuir una situación histórica determinada, las cualidades de un
pueblo; pero si no hay pueblo no hay ni estadistas, ni generales, ni
guerreros, ni nada absolutamente.
Es mucho lograr ya que el pueblo tenga una fe y una
seguridad absoluta en su destino, porque eso es todo, ¡eso es todo!
La fuerza del pueblo es realmente invencible, y la fuerza del pueblo
unido, pues, por supuesto, indestructible (APLAUSOS).
La unidad es una cuestión esencial, eso lo sabe el
pueblo. Tengo la seguridad de que quien conspire en Venezuela, como
en Cuba, contra la unidad, se granjea la antipatía del pueblo
(APLAUSOS).
Nosotros tenemos un arma formidable en Cuba: el
pueblo, esa es nuestra arma. Nosotros hoy tenemos los tanques, los
cañones, los aviones, las ametralladoras, todo lo tenemos allí
guardado, no lo pensamos usar absolutamente contra nadie, porque
contra Cuba nunca las usaremos, ¡jamás se usarán contra los cubanos!
Para Cuba nosotros tenemos un arma formidable: el pueblo, la opinión
pública, porque es más poderosa que los cañones, que los tanques,
que los aviones y no hace víctimas, ¡no hace víctimas! La fuerza
hace víctimas; la opinión pública aplasta a los enemigos, los
destruye moralmente (APLAUSOS); los destruye moralmente, los aplasta
y no hace víctimas. Por eso es un arma tan poderosa la opinión
pública y es el arma que hay que esgrimir contra todo el que intente
el crimen de dividir a los venezolanos. Los venezolanos deben
marchar unidos como debemos marchar los cubanos, y después tenemos
que unirnos los venezolanos, los cubanos, los peruanos, los
ecuatorianos, todo el mundo aquí (APLAUSOS).
Los latinoamericanos no nos vamos a quedar a la zaga
del mundo, bastante hemos estado ya en la cola; vamos a adelantar,
vamos a hacer lo que es un mandato de los tiempos. Y, además, ese
fue un ideal de los que fundaron esta república; yo estoy seguro de
que no las concibieron así. Bolívar no concibió a América así, no la
concibió así, concibió otra América. Y, como si adivinara cuál iba a
ser su destino, durante largos años sufrió en vida lo que sufrió,
porque aquella inteligencia clara que adivinaba el porvenir, aquel
estadista que era Bolívar, comprendió las dificultades en que nos
íbamos a encontrar, y, claro, esas dificultades que, en sí ya
existían, vinieron a aumentarlas los traidores, los parásitos, los
grupitos de ambiciosos que tanto daño le han hecho a la América.
Creo que vale la pena sacrificarse por las cosas
grandes, que todos los políticos, los revolucionarios de América nos
sacrifiquemos por cosas grandes, que pongamos la vista en fines más
altos; que, por lo pronto, empecemos a hablar de estas cosas que
parecía como si los hombres públicos tuvieran vergüenza de hablar de
ellas (APLAUSOS). ¡Parecía como si los hombres públicos tuviésemos
vergüenza de hablar de las ideas de Bolívar, de Martí y de los
grandes hombres de América! (APLAUSOS.)