Los latinoamericanos no nos vamos a quedar a la zaga del mundo

(Fragmentos del discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz en el Parlamento de caracas, Venezuela, el 24 de enero de 1959)

Siempre he dicho que todo el mérito de la Revolución Cubana está en el pueblo de Cuba. Sin el pueblo que tenemos nosotros, tengan la más completa seguridad de que nadie hubiera podido hacer lo que se ha hecho en Cuba. El mérito nuestro fue creer en el pueblo, tener fe en el pueblo, pero fe ciega.

Muchos hablan de pueblo, pero en el fondo no creen en el pueblo y tienen el sentido de que el pueblo es una masa amorfa, que se agita un día y se tranquiliza otro (APLAUSOS). Yo creo en los pueblos como en algo vivo, como en algo capaz de hacer la historia, porque son los pueblos los que han hecho la historia, no los hombres. Los hombres pueden interpretar algo, adivinar, intuir una situación histórica determinada, las cualidades de un pueblo; pero si no hay pueblo no hay ni estadistas, ni generales, ni guerreros, ni nada absolutamente.

Es mucho lograr ya que el pueblo tenga una fe y una seguridad absoluta en su destino, porque eso es todo, ¡eso es todo! La fuerza del pueblo es realmente invencible, y la fuerza del pueblo unido, pues, por supuesto, indestructible (APLAUSOS).

La unidad es una cuestión esencial, eso lo sabe el pueblo. Tengo la seguridad de que quien conspire en Venezuela, como en Cuba, contra la unidad, se granjea la antipatía del pueblo (APLAUSOS).

Nosotros tenemos un arma formidable en Cuba: el pueblo, esa es nuestra arma. Nosotros hoy tenemos los tanques, los cañones, los aviones, las ametralladoras, todo lo tenemos allí guardado, no lo pensamos usar absolutamente contra nadie, porque contra Cuba nunca las usaremos, ¡jamás se usarán contra los cubanos! Para Cuba nosotros tenemos un arma formidable: el pueblo, la opinión pública, porque es más poderosa que los cañones, que los tanques, que los aviones y no hace víctimas, ¡no hace víctimas! La fuerza hace víctimas; la opinión pública aplasta a los enemigos, los destruye moralmente (APLAUSOS); los destruye moralmente, los aplasta y no hace víctimas. Por eso es un arma tan poderosa la opinión pública y es el arma que hay que esgrimir contra todo el que intente el crimen de dividir a los venezolanos. Los venezolanos deben marchar unidos como debemos marchar los cubanos, y después tenemos que unirnos los venezolanos, los cubanos, los peruanos, los ecuatorianos, todo el mundo aquí (APLAUSOS).

Los latinoamericanos no nos vamos a quedar a la zaga del mundo, bastante hemos estado ya en la cola; vamos a adelantar, vamos a hacer lo que es un mandato de los tiempos. Y, además, ese fue un ideal de los que fundaron esta república; yo estoy seguro de que no las concibieron así. Bolívar no concibió a América así, no la concibió así, concibió otra América. Y, como si adivinara cuál iba a ser su destino, durante largos años sufrió en vida lo que sufrió, porque aquella inteligencia clara que adivinaba el porvenir, aquel estadista que era Bolívar, comprendió las dificultades en que nos íbamos a encontrar, y, claro, esas dificultades que, en sí ya existían, vinieron a aumentarlas los traidores, los parásitos, los grupitos de ambiciosos que tanto daño le han hecho a la América.

Creo que vale la pena sacrificarse por las cosas grandes, que todos los políticos, los revolucionarios de América nos sacrifiquemos por cosas grandes, que pongamos la vista en fines más altos; que, por lo pronto, empecemos a hablar de estas cosas que parecía como si los hombres públicos tuvieran vergüenza de hablar de ellas (APLAUSOS). ¡Parecía como si los hombres públicos tuviésemos vergüenza de hablar de las ideas de Bolívar, de Martí y de los grandes hombres de América! (APLAUSOS.)

   

SubirSubir