2 de abril de 2005
La boleta que no apareció
IRAIDA CALZADILLA
RODRÍGUEZ
El eclesiástico que
separó a Carlos III de la Reina fue Félix Varela. ¿Lo duda? Pues
mire, en la capital la avenida que hoy se conoce por Salvador
Allende antes se denominó como el monarca, y está dividida por
Belascoaín, otrora con el nombre del presbítero. La vía
continúa, y seguimos llamándola igual a las soberanas.
José Caneda y Raquel Vázquez, un matrimonio que mucho puede contar sobre los procesos electorales de la Cuba de antes de 1959.
Así comenta jocosamente
José Caneda Gosende, un bodeguero jubilado, español de nacimiento
y cubano por decisión, quien durante su larga vida ha acopiado
curiosidades de esta urbe que quiere como propia. Echó 55 años de
vida laboral en cien metros: en las bodegas La Fe, de su padre,
ubicada en Industria y Refugio, y La Barraca, en Industria y Genio.
Ganó prestigio como hombre recto y dirigente sindical, y dice que
entre los reconocimientos más preciados de la vejez está su
condición de Vanguardia Nacional.
"Detrás
del mostrador oí y vi muchas cosas", y aunque no recuerda si fue en
1953 o en 1954, sí precisa que el sargento político de su barrio,
Lezcano, disparó dos tiros al aire cuando en las elecciones se fue
en blanco. "El hombre decía que en ese colegio hasta podían dejar
de votar por él su mujer y su hija, pero que su boleta tenía que
encontrarse. Estaba como una fiera. Esa bronca la presencié, pero
el papel no apareció".
Los políticos, cuenta,
compraban unas botellas de aguardiente en la bodega y las repartían
entre varios hombres del solar vecino para que tocaran los tambores:
"Empezaban en una esquina y a las tres cuadras ya iban detrás de
ellos más de cien personas. Ahí aprovechaba el politiquero para
dar su mitin. Eso es bueno que se hable ahora que tenemos elecciones
tan limpias y en las que nadie se hace propaganda. Yo no acudí a
las urnas antes de 1959, ni tampoco dejé que en la bodega pusieran
pasquines".
Raquel Vázquez
Vázquez, su esposa, asiente. Jubilada de la Dirección Provincial
de Justicia, bien cerca de ella andan los recuerdos del padrastro,
sargento político en la provincia de Las Tunas: "Yo veía cómo se
compraban cortesitos de tela baratos y con ellos iban al campo a
dárselos a las guajiras y recoger sus cédulas.
"Para
ingresar en el Hospital Reina Mercedes, donde ahora está Coppelia,
había que dar ese documento. Yo misma, cuando quise llevar a mi
madre para que la atendieran en Emergencias, tuve que auxiliarme de
la recomendación de mi padrastro. La gente pobre no creía en
ningún político, sabía que todos prometían mucho, pero los
ofrecimientos se volvían sal y agua."
A pocos días de
concluir el actual proceso electoral en el que la honradez, la
igualdad de oportunidades para todos los candidatos y la voluntad
del pueblo de elegir a quienes sean sus más capaces representantes
son de ineludible cumplimiento. Caneda, ya ciudadano cubano, dice
que asistirá temprano a las urnas para votar libre de presiones y
compromisos. Raquel irá más temprano. La mesa electoral de la
Circunscripción 87 del Consejo de Colón, en Centro Habana, la
tiene entre sus miembros habituales.
Pregunto a Caneda si no
tiene alguna buena anécdota que contar de los días en la bodega. "Pues
sí. El desaparecido Enrique Núñez Rodríguez decía que en sus
tiempos de periodista en el diario Siempre, iba a la bodega de la
esquina y compraba un ron Peralta y un medio de salchichón. Un día
hablé con él y le rectifiqué que era un coñac Peralta y un medio
de mortadella. Usted sabe, es que el bodeguero era yo".
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