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18 de marzo de 2005
Hija y padre: rivales por la misma causa
Texto
y foto: Diego Rodríguez Molina
NUEVA
GERONA.— La trabajadora del comercio Misleidy Leyva levantó
decidida su mano y propuso como candidata para las venideras
elecciones de abril "a una joven que con sus escasos 19 años, tiene
condiciones para representarnos como delegada por el prestigio y
cariño ganados como trabajadora social en nuestro Consejo Popular y
su disposición y responsabilidad para cumplir las tareas...".
"Además
—prosiguió la también presidenta del CDR 2— la considero con
la capacidad para esa compleja misión, ha demostrado inteligencia
para buscar las mejores soluciones frente a situaciones diversas,
mantiene buenas relaciones humanas con los vecinos y tiene muchas
perspectivas, pues estudia la carrera de Derecho en la Universidad y
siempre saca tiempo para ayudar a todos. ¿No se merece toda nuestra
confianza?"
La pregunta, luego de
contar con la aceptación de la sorprendida muchacha, fue respondida
de inmediato con los brazos en alto y una sonrisa de júbilo por los
electores de la circunscripción 9 del Poder Popular, que conforma
la comunidad rural Ciro Redondo de la Isla de la Juventud, durante
su asamblea de nominación, convocada por la comisión electoral a
ese nivel, y que por no dividirse en áreas, como ocurre en
demarcaciones más numerosas, debió proponer, como lo hizo, al
menos dos candidatos, de acuerdo a lo establecido por la Ley.
"Ni
imaginé que ocurriera, es un reto muy grande que asumo con honor",
me expresó luego la joven aún emocionada, en medio de las
felicitaciones de los presentes, "porque —como confesara ella—
esto ni pensar en otra parte del mundo para una hija de campesino y
que apenas lleva dos años laborando...".
"Pero
la mayor sorpresa —agrega con humildad y respeto— es saber que
rivalizaré, fraternalmente por supuesto, en las elecciones de abril
con mi padre —el otro candidato—, y quien pese a sus 41 años
tiene un lindo historial de trabajo como agricultor y combatiente
internacionalista a favor de los hermanos pueblos africanos, y me ha
dado las más hermosas lecciones de sabiduría, dignidad y
patriotismo...".
Fue Migdalia Oliva, una
cocinera del politécnico Orlando Gutiérrez, quien lo propuso.
Cuando lo llevó a la masa, y esta apoyó, estaba lejos de
formalismo o apasionamiento por ser aquel guajiro el actual
representante de esos electores ante el Gobierno local, "...lo hice
por mi propia experiencia y en justicia al reconocimiento ganado por
ese hombre sencillo —explica— que está al tanto de nuestros
problemas, supo crecerse en momentos difíciles y ponerse al frente
de la batalla tras los huracanes Isidore y Lili, en que mi casa
quedó en ruinas, y hubo que reconstruir, nunca nos dejó solos y no
paró hasta ver levantadas nuevamente mi vivienda y las de los
demás damnificados".
Junto a la transparencia
y confianza que llenó la atmósfera de la asamblea que no por breve
dejó de ser profunda, estuvo la sinceridad y soberana madurez de un
electorado venido de disímiles lugares de la campiña del Noroeste
pinero a ejercer uno de sus tantos derechos humanos y defender a los
cuatro vientos su democracia, aquí abonada con la misma libertad
con que cultivan la tierra, fomentan la ganadería, buscan
alternativas a las carencias y alientan la vida nueva en el campo
que se transforma a la par de su gente.
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