1 de marzo de 2005
En El Nueve
Cómo María Carla ejerció su derecho
Pastor
Batista Valdés
JOBABO, Las Tunas.—Yacquelín
Ramírez hubiera podido quedarse tranquilamente en casa cuidando a
su pequeña María Carla, quien apenas roza los dos meses de edad.
Pero prefirió vestir a la niña e ir hasta el punto donde se
reunirían los demás vecinos del caserío conocido como El Nueve,
para nominar a sus candidatos al cargo de delegado.
Yacquelín vino a respaldar al mejor candidato con su pequeña hija.
"Es
verdad que hace bastante calor —afirma la joven— y que cuando
pasa un carro levanta polvo, pero yo quería estar en esta asamblea."
—¿Pensabas
proponer a alguien en específico?
"Cuando
tenemos un delegado como el de este barrio no le podemos fallar;
explica la joven. Él nos ha ayudado a resolver varias situaciones
aquí, nos ofrece respuestas, nos informa y por eso la gente siempre
viene a las reuniones."
Con razón, Evelio
Pérez y Juan Ramírez se disputan fraternalmente el derecho a
proponer primero, quizás porque saben que los dos van en pos del
mismo nombre.
¿Y por qué uno solo?,
se pregunta Virginia Izaguirre, y con voluntad popular, propone a
otro vecino, presidente hasta entonces de la Comisión Electoral en
la circunscripción 24.
He aquí un nítido
ejemplo de democracia. La masa sugiere, los brazos en alto deciden.
El presidente de la comisión no pone obstáculo alguno, e
inmediatamente Elba, la secretaria, asume la conducción del proceso
en lo sucesivo.
Entre tanto, la más
joven habitante del batey (María Carla) duerme en las piernas de su
mamá. Minutos antes, también ella había hecho ejercicio de uno de
sus más elementales derechos. No tuvo que levantar la mano para
ello. El preludio de su llanto fue suficiente para que Yacquelín se
abriera el botón de la blusa y la pusiera a lactar.
No solo por el futuro de
esa princesita la joven madre acudió este sábado por la tarde al
lugar escogido para la asamblea, a la sombra de los árboles, cerca
de la vetusta línea férreaÁ
Cuando Yacquelín alzó
la mano, de hecho agradecía la gestión de su delegado para seguir
solucionando el problema de la vivienda, el empeño del tractorista
Luis Borrero para traer cada día el agua en pipa, la posibilidad
que tiene Oadys (papá de María Carla) de trabajar como técnico de
computación en un centro preuniversitario, así como la
tranquilidad que siente ella misma, Yacquelín, al saber que tiene
seguro su trabajo, allá en la comunidad agrícola de Loma Alta,
mientras se acoge a las ventajas que para toda mujer ofrece la
licencia de maternidad en Cuba.
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