22 de febrero de 2005
Más dinero contra la
democracia en Cuba
Plan de la Casa
Blanca prevé destruir el sistema electoral en la Mayor de las
Antillas
MARÍA JULIA MAYORAL
El
presupuesto federal de Estados Unidos para el 2005 incluye la
entrega de 15 millones de dólares para financiar oficialmente la
actividad subversiva de sus asalariados en Cuba, los mal llamados
"disidentes".
Es solo una pequeña
parte de los recursos para "poner fin rápidamente al régimen
cubano", como expresa el Plan "para asistir a una Cuba
libre", suscrito por el mandatario W. Bush y hecho público el
6 de mayo del 2004.
Según indica el
documento, "la piedra angular de nuestra política (la del
Gobierno de EE.UU.) para acelerar y ponerle fin al régimen de
Castro es fortalecer las políticas de apoyo proactivo a los grupos
(contrarrevolucionarios) que respaldamos dentro de Cuba".
Dicho Plan, como denunció
Ricardo Alarcón, "no olvida nada, abarca todos los aspectos de
la vida. No se trata solamente de dominar a Cuba y poner bajo el
control estadounidense la economía, los servicios, todas las
actividades sociales y, de hecho, llevar a cabo la anexión del país,
que tendría apenas unas imaginarias autoridades locales totalmente
sometidas a un poder extranjero"*
El capítulo tercero del
Plan deja claro el modo en que podrían ejecutar sus propósitos:
"Las lecciones aprendidas en Afganistán e Iraq serán la guía
para cualquier participación de Estados Unidos en el proceso de
reforma constitucional en Cuba".
EMBESTIDA CONTRA EL
SISTEMA ELECTORAL
En estos momentos
incontables hojas con los datos personales de los electores en cada
demarcación de nuestro país están expuestas en los sitios más
concurridos por la población para que las personas comprueben si
fueron reconocidos sus derechos y, de existir errores, exijan la
rectificación correspondiente a la Comisión Electoral de su
circunscripción. Esa transparencia vuelve a ser escudo natural
contra el fraude.
Sin embargo, el Plan de
la Casa Blanca tiene entre sus objetivos poner fin al registro público,
accesible, universal y gratuito de los electores cubanos. El texto
concibe que es "necesario confeccionar una lista de electores
completamente nueva", y "como se hace en Estados
Unidos".
Implantarían aquí por
la fuerza el voluntarily self-enrollment (autoinscripción
voluntaria), un sistema idéntico al que funciona en EE.UU. y de
cuyas insuficiencias dan cuenta medios de prensa, organizaciones
defensoras de los derechos civiles e intelectuales estadounidenses,
al señalar las regulaciones y las restricciones que hoy padecen
millones de ciudadanos de aquel país para ser reconocidos como
votantes.
Durante los comicios
presidenciales del 2004, artistas y otras prestigiosas
personalidades de la cultura en Estados Unidos, emprendieron una
campaña nacional para tratar de ayudar al registro electoral de
numerosos conciudadanos. ¿Necesitarían auxilio si la inscripción
fuera ocupación de las autoridades electorales?
En el caso de Cuba el
empadronamiento ocurre de oficio. Son las Comisiones Electorales de
Circunscripción, conformadas en barrios y comunidades rurales, las
encargadas de elaborar las listas de votantes. Esto se combina con
el carácter libre del sufragio: a todos se les reconoce su derecho,
pero nadie está obligado a acudir a las urnas, ni es objeto de
sanciones cuando decide no participar, a diferencia de lo
establecido en muchas legislaciones de naciones latinoamericanas.
LA MUTACIÓN SOÑADA
El Plan del Gobierno de
EE.UU. también promete a sus servidores internos (los grupúsculos
contrarrevolucionarios) el suministro de más dinero fácil, a costa
de los contribuyentes de la Unión, si el imperio lograra
restablecer aquí su dominio neocolonial. Según el documento,
"el Programa Cuba se ampliaría grandemente para apoyar
directamente en la creación y desarrollo de partidos políticos y
grupos de interés".
Es decir, el texto
precisa que no se refieren a cualquier tipo de partido. "Serían,
advirtió Alarcón, los mismos grupos que Washington ha estado
fabricando y financiando desde 1959 mediante la CIA y el Programa
Cuba (...) Los grupúsculos mercenarios inventados por la CIA se
mutarían en los futuros partidos que seguirían siendo pagados y
dirigidos por la Agencia".
De acuerdo con el Plan,
el imperio no dejaría ni que sus mercenarios en la Isla actuaran
solos para crear las mencionadas agrupaciones. El Gobierno de
Estados Unidos "llevaría a cabo programas específicos en los
niveles nacional, provincial y municipal para crear y organizar
—desde la base— los partidos políticos".
El capítulo tres del
Plan expresa además: "El Gobierno estadounidense proporcionará
asistencia técnica y de fomento de la capacidad para fortalecer las
instituciones, trámites y procedimientos legislativos de los
partidos políticos". Manifiesta igualmente el propósito de
"crear y fortalecer, con el apoyo y asistencia de Estados
Unidos, un sistema electoral democrático para la redacción y
reforma de las leyes electorales y la capacitación de los
funcionarios electorales en cuestiones de inscripción de votantes,
mantenimiento de los censos electorales y procedimientos de votación".
No hace falta mucha
imaginación para comprender qué se pretende imponer por la fuerza;
basta con mirar el modelo estadounidense. Perderían los cubanos su
derecho a postular y elegir directamente a sus representantes, se
eliminaría la obligación de los delegados y diputados de rendir
cuenta de su actuación personal ante los ciudadanos, y estos últimos
no tendrían más la prerrogativa de revocar a quienes eligieron,
facultades ejercitadas durante casi tres décadas, tras la
institucionalización del Estado socialista.
Parafraseando un dicho
popular, a los ultraderechistas en el vecino del Norte y a sus
asalariados en Cuba, el diablo los cría y la Casa Blanca los junta,
pero ni aun juntos podrán contra una nación unida y acostumbrada a
lidiar contra los demonios.
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* Intervención de
Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, en el taller internacional Democracia y el papel de los
gobiernos locales y nacionales en el actual contexto, celebrado
en la Universidad Camilo Cienfuegos, de Matanzas, el 10 de octubre
del 2004.
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