LONDRES, 31 de enero (PL).—
Las elecciones parlamentarias en Iraq carecen de toda legitimidad y de
ninguna forma resolverán la insurrección rampante como resultado de
la ocupación anglo-estadounidense, comenta hoy el diario The
Guardian.
El presidente norteamericano, George W.
Bush, y el primer ministro británico, Tony Blair, habrían tenido una
reacción muy diferente a la euforia y los elogios dedicados a esos
comicios, si estos se hubieran realizado en otro país, afirma el
rotativo.
Bush y Blair serían los primeros en
denunciar esa contienda electoral, la cual ni siquiera se acercó a
los parámetros exigidos por esos mismos gobiernos en otras latitudes
del planeta, asegura.
Las draconianas medidas de seguridad
desplegadas para asegurar la votación convirtieron a las ciudades en
zonas fantasmas y la boleta era tan complicada que hasta el líder
kurdo iraquí, Jalal Talaban, debió recibir una explicación antes de
ejercer el voto.
Además, la mayoría de los candidatos
evitaron mostrar sus rostros en público o establecer algún vínculo
entre sus nombres y las personas que aparecieron por televisión,
agrega ese periódico.
Los millones de iraquíes, el equipo de
la ONU y la comisión electoral que se atrevieron a acudir a los
colegios, pese a la violencia imperante, lo hicieron en vano, pues de
todas formas esos comicios son ilegítimos, considera The Guardian.
El ejercicio del voto de ninguna forma
podrá poner fin a la espiral de violencia y la resistencia en la nación
del Golfo Pérsico, surgida tras la unilateral agresión de Estados
Unidos y Gran Bretaña, en marzo del 2003, apunta.
Las elecciones fueron diseñadas para
marginar a la minoritaria comunidad sunita iraquí y garantizar que
los grupos afines a Washington permitan que continúe la ocupación,
afirma esa publicación británica.
Además, el hecho de que se registró
una asistencia relativamente alta a las urnas no quita para nada el
carácter ilegal de esa justa electoral, organizada por las fuerzas
foráneas, añade.
El diario recuerda que en los primeros
momentos de la ocupación la administración Bush reconoció que un
Iraq democrático estaba fuera de su principal objetivo: controlar sus
reservas petroleras y consolidar la presencia militar norteamericana
en la zona.
Pero aún cuando la Casa Blanca declaró
que pretendía "democratizar" al estado árabe, siempre
trabajó para que el proceso le permitiera poner en puestos claves a
personas escogidas por ellos, destaca.
El diseño estadounidense incluye la
selección de un legislativo provisional de 275 diputados, quienes se
encargarían de formar un gabinete nacional, aunque fuera de él
quedaría todo vestigio del derrocado gobierno del presidente iraquí,
Saddam Hussein.