27 de enero de 2005
Democracia y elecciones en EE.UU.
El juego de los escamoteos
Un modelo que
pretenden imponer a Cuba por la fuerza. Carlos Alzugaray,
diplomático y académico que durante más de 40 años ha estudiado
el sistema político norteamericano, comenta sobre el tema
MARÍA JULIA MAYORAL
Entre el 80 y el 90% de
los electos para la Cámara y el Senado en Estados Unidos han sido
históricamente ocupantes del poder. No sin razón un prominente
político del país acuñó la idea de que existe un solo partido:
el de los incumbentes; es decir, los que ya tienen un puesto y van a
la reelección.
El doctor Alzugaray asegura que en EE.UU. no hay cabida ni para la llamada alternancia política, una de las supuestas fortalezas del sistema liberal burgués.
El sistema
estadounidense ha sido muy eficiente al asegurar la posición de las
clases dominantes, independientemente de quien sea el Presidente. El
doctor Carlos Alzugaray Treto, profesor titular del Instituto
Superior de Relaciones Internacionales y diplomático de carrera, no
duda en afirmarlo, luego de más de 40 años de estudios
ininterrumpidos sobre origen, evolución y tendencias del sistema
político en EE.UU.
Especialista también en
pronósticos electorales, Alzugaray asegura que los mecanismos
electivos en la vecina nación resultan menos democráticos si se
les compara incluso con los establecidos en otras democracias
representativas en las que el electorado puede optar entre más de
dos sectores de la clase dominante capitalista.
Aunque todas proponen
reducir el concepto de Democracia a la entrega del voto a candidatos
que el pueblo no postuló ni controlará después, en Estados
Unidos, por demás, no hay cabida ni para la llamada alternancia
política que se trata de presentar por los teóricos burgueses como
una de las fortalezas del sistema liberal burgués, con elecciones
supuestamente competitivas, contrasta el especialista.
En EE.UU., agrega, no
solo hallamos una elevada continuidad dada por la reelección, sino
mucha similitud entre un candidato demócrata y un republicano.
Afirmar que el sistema ha permitido la democratización de las
categorías de dirigentes, es totalmente falso.
Sin embargo, desde la
familia y la escuela se le dice al niño, al joven, que tienen un
sistema democrático porque operan dos partidos políticos, y se les
enseña a pensar que son opciones distintas. Esas diferencias no
existen, ambos son partidarios del capitalismo, ninguno de los dos
proponen alternativas distintas a este; el asunto es solo cuestión
de matices, evalúa el profesor universitario.
Con justeza, comenta,
los analistas políticos norteamericanos lo primero que miran a la
hora de pronosticar los resultados electorales, es cuánto dinero
poseen los candidatos. El papel otorgado al dinero en los comicios
de EE.UU. favorece como regla a los que ya están en el poder,
quienes responden a los grupos de interés que financiaron su
campaña, y no a su partido ni al electorado. Y como al asumir el
cargo frecuentemente toman decisiones favorables a esos grandes
contribuyentes, al postularse para una reelección reciben de ellos
más millones.
ENTRE LO NOTORIO Y LO
OCULTO
Los impedimentos para
ejercer el sufragio en Estados Unidos conforman un enmarañado
engranaje difícil de apreciar en su total magnitud. Alzugaray
refiere solo algunos.
Entre los métodos más
evidentes, sostiene, se halla la delimitación de los distritos
electorales con el propósito de favorecer a determinados
candidatos. En la Florida, por ejemplo, una de esas demarcaciones
fue establecida en su momento para asegurar la reelección de Mario
Díaz-Balart quien, como su hermano Lincoln, mantiene activa
posición contra Cuba, asociado a la mafia miamense.
En Estados Unidos no hay
una ley electoral única. Cada Estado promulga la suya. La
Constitución, en una de sus Enmiendas, solo refrenda que no haya
discriminación en cuanto al voto, pero durante 80 ó 90 años,
aunque los negros tenían reconocido ese derecho, en realidad les
fue negado, y las mujeres participaron por primera vez en 1919,
relativamente tarde.
Una versión actual de
ese comportamiento, alerta Alzugaray, puede encontrarse en el Estado
de la Florida: en las elecciones del 2000 impidieron votar a los que
fueron criminales en algún momento, y como la mayoría de los
sancionados, injustamente o no, son negros, una buena parte de ellos
quedó excluida.
Otro hecho fundamental
que restringe la pluralidad en EE.UU. es el sistema de que el
ganador se lleva todos los votos electorales del Estado, aunque no
halla obtenido la mayoría de los votos populares. Esto, señala
Alzugaray, impide la existencia de terceros partidos. Ningún
tercero ha obtenido nunca más del 10% de los votos.
Según relata el
profesor, en vísperas de las elecciones del 2000, de gira por el
Estado de Ohio para ofrecer conferencias en universidades, conversó
con muchas personas sobre el tema. "Ni les gustaba Gore ni Bush,
preferirían votar por Nader; pero hacer esto último lo
consideraban como botar su voto."
En muchos Estados,
explica, el trámite para inscribirse como elector tiene que ser en
horario laboral, y en otros hay que pagar. Tranquilamente un
empresario, si sabe que el empleado simpatiza por un partido
distinto al de él, puede no darle permiso para que se ausente; esto
ocurre con frecuencia.
Hay lugares donde
también exigen ciertos años de residencia en el distrito
electoral, y si la persona se mudó recientemente no puede votar
allí ni en el sitio del que procede. Funcionan incontables
mecanismos para limitar la inscripción, y todas las votaciones se
fijan en días laborables, critica el analista.
Ahora, advierte, con el
amplio uso de máquinas para votar y la ausencia de papeles como
constancia, se suman mayores riesgos de manipulación de los
resultados, según han denunciado no pocos ciudadanos
norteamericanos.
La mayor asistencia del
electorado estadounidense en los recientes comicios presidenciales,
afirma, no hizo en esencia al sistema más democrático, por un
factor elemental: la relación entre dinero y acceso al poder. Hubo
precandidatos del Partido Demócrata, ejemplifica, que en un momento
dado tuvieron que retirarse de la lucha por la candidatura porque no
tenían las sumas necesarias. Pagar los espacios en televisión para
promoción resulta cada vez más costoso (un millón de dólares por
30 segundos de transmisión).
Es conocido, subraya,
que los grandes medios masivos de comunicación en EE.UU. determinan
en buena medida los resultados electorales en ese país. Todos los
observadores políticos concuerdan en que dentro de esos espacios ha
habido un movimiento hacia la derecha luego de entrar en la
competencia el canal Fox, y ello tuvo efectos en las posiciones de
los votantes.
Aunque el sistema
norteamericano se presenta como modelo de democracia para el mundo,
allí no hay revocación por parte del electorado. Lo más que puede
suceder, indica Alzugaray, es que la Cámara o el Senado desafuere a
uno de sus integrantes por evidentes violaciones. Tampoco el pueblo
participa en la toma de decisiones; el candidato electo responde
básicamente a quienes le dieron el dinero para ganar la campaña
electoral y a los grupos de presión que actúan en el Congreso.
Un caso muy sonado,
recuerda, fue el del señor Torricelli (promotor de una injerencista
y extraterritorial ley contra Cuba). El hombre le había "cogido"
dinero a un grupo de personas y su actuación a favor de los
intereses de los financistas era muy marcada. Tuvo que ser señalado
por el Senado para que desistiera de presentarse a reelección, pero
el pueblo no pudo revocarlo por incumplir su mandato.
La compra de influencia
es admitida. Los Presidentes tienen derecho a nombrar hasta un 30%
de los embajadores de entre los principales donantes de su campaña
política. Un caso notorio fue el de Cuba antes del triunfo de la
Revolución: la plaza de embajador en La Habana fue durante mucho
tiempo comprada por importantes contribuyentes. Así sucedió con
Arthur Gardner, embajador ante el gobierno del dictador Batista a
principios de la década de 1950, y con Earl Smith, quien hizo todo
lo posible por impedir el triunfo de la Revolución, precisa el
estudioso.
Actualmente, remarca,
hay plazas de embajadores muy cotizadas que nunca van a manos de
funcionarios de carrera, por ejemplo, las cancillerías en Francia,
Bélgica... dadas a amigos del Presidente.
En el imposible caso de
sustitución del sistema electoral cubano por uno similar al
estadounidense, según pretende la administración de ese país, ya
se sabe cuáles son las "democráticas" reglas que nos "ofrecerían".
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