ELECCIONES EN CUBA: EL PODER DEL PUEBLO

27 de enero de 2005

Democracia y elecciones en EE.UU.

El juego de los escamoteos

Un modelo que pretenden imponer a Cuba por la fuerza. Carlos Alzugaray, diplomático y académico que durante más de 40 años ha estudiado el sistema político norteamericano, comenta sobre el tema

MARÍA JULIA MAYORAL

Entre el 80 y el 90% de los electos para la Cámara y el Senado en Estados Unidos han sido históricamente ocupantes del poder. No sin razón un prominente político del país acuñó la idea de que existe un solo partido: el de los incumbentes; es decir, los que ya tienen un puesto y van a la reelección.

Foto: RICARDO LÓPEZ HEVIAEl doctor Alzugaray asegura que en EE.UU. no hay cabida ni para la llamada alternancia política, una de las supuestas fortalezas del sistema liberal burgués.

El sistema estadounidense ha sido muy eficiente al asegurar la posición de las clases dominantes, independientemente de quien sea el Presidente. El doctor Carlos Alzugaray Treto, profesor titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales y diplomático de carrera, no duda en afirmarlo, luego de más de 40 años de estudios ininterrumpidos sobre origen, evolución y tendencias del sistema político en EE.UU.

Especialista también en pronósticos electorales, Alzugaray asegura que los mecanismos electivos en la vecina nación resultan menos democráticos si se les compara incluso con los establecidos en otras democracias representativas en las que el electorado puede optar entre más de dos sectores de la clase dominante capitalista.

Aunque todas proponen reducir el concepto de Democracia a la entrega del voto a candidatos que el pueblo no postuló ni controlará después, en Estados Unidos, por demás, no hay cabida ni para la llamada alternancia política que se trata de presentar por los teóricos burgueses como una de las fortalezas del sistema liberal burgués, con elecciones supuestamente competitivas, contrasta el especialista.

En EE.UU., agrega, no solo hallamos una elevada continuidad dada por la reelección, sino mucha similitud entre un candidato demócrata y un republicano. Afirmar que el sistema ha permitido la democratización de las categorías de dirigentes, es totalmente falso.

Sin embargo, desde la familia y la escuela se le dice al niño, al joven, que tienen un sistema democrático porque operan dos partidos políticos, y se les enseña a pensar que son opciones distintas. Esas diferencias no existen, ambos son partidarios del capitalismo, ninguno de los dos proponen alternativas distintas a este; el asunto es solo cuestión de matices, evalúa el profesor universitario.

Con justeza, comenta, los analistas políticos norteamericanos lo primero que miran a la hora de pronosticar los resultados electorales, es cuánto dinero poseen los candidatos. El papel otorgado al dinero en los comicios de EE.UU. favorece como regla a los que ya están en el poder, quienes responden a los grupos de interés que financiaron su campaña, y no a su partido ni al electorado. Y como al asumir el cargo frecuentemente toman decisiones favorables a esos grandes contribuyentes, al postularse para una reelección reciben de ellos más millones.

ENTRE LO NOTORIO Y LO OCULTO

Los impedimentos para ejercer el sufragio en Estados Unidos conforman un enmarañado engranaje difícil de apreciar en su total magnitud. Alzugaray refiere solo algunos.

Entre los métodos más evidentes, sostiene, se halla la delimitación de los distritos electorales con el propósito de favorecer a determinados candidatos. En la Florida, por ejemplo, una de esas demarcaciones fue establecida en su momento para asegurar la reelección de Mario Díaz-Balart quien, como su hermano Lincoln, mantiene activa posición contra Cuba, asociado a la mafia miamense.

En Estados Unidos no hay una ley electoral única. Cada Estado promulga la suya. La Constitución, en una de sus Enmiendas, solo refrenda que no haya discriminación en cuanto al voto, pero durante 80 ó 90 años, aunque los negros tenían reconocido ese derecho, en realidad les fue negado, y las mujeres participaron por primera vez en 1919, relativamente tarde.

Una versión actual de ese comportamiento, alerta Alzugaray, puede encontrarse en el Estado de la Florida: en las elecciones del 2000 impidieron votar a los que fueron criminales en algún momento, y como la mayoría de los sancionados, injustamente o no, son negros, una buena parte de ellos quedó excluida.

Otro hecho fundamental que restringe la pluralidad en EE.UU. es el sistema de que el ganador se lleva todos los votos electorales del Estado, aunque no halla obtenido la mayoría de los votos populares. Esto, señala Alzugaray, impide la existencia de terceros partidos. Ningún tercero ha obtenido nunca más del 10% de los votos.

Según relata el profesor, en vísperas de las elecciones del 2000, de gira por el Estado de Ohio para ofrecer conferencias en universidades, conversó con muchas personas sobre el tema. "Ni les gustaba Gore ni Bush, preferirían votar por Nader; pero hacer esto último lo consideraban como botar su voto."

En muchos Estados, explica, el trámite para inscribirse como elector tiene que ser en horario laboral, y en otros hay que pagar. Tranquilamente un empresario, si sabe que el empleado simpatiza por un partido distinto al de él, puede no darle permiso para que se ausente; esto ocurre con frecuencia.

Hay lugares donde también exigen ciertos años de residencia en el distrito electoral, y si la persona se mudó recientemente no puede votar allí ni en el sitio del que procede. Funcionan incontables mecanismos para limitar la inscripción, y todas las votaciones se fijan en días laborables, critica el analista.

Ahora, advierte, con el amplio uso de máquinas para votar y la ausencia de papeles como constancia, se suman mayores riesgos de manipulación de los resultados, según han denunciado no pocos ciudadanos norteamericanos.

La mayor asistencia del electorado estadounidense en los recientes comicios presidenciales, afirma, no hizo en esencia al sistema más democrático, por un factor elemental: la relación entre dinero y acceso al poder. Hubo precandidatos del Partido Demócrata, ejemplifica, que en un momento dado tuvieron que retirarse de la lucha por la candidatura porque no tenían las sumas necesarias. Pagar los espacios en televisión para promoción resulta cada vez más costoso (un millón de dólares por 30 segundos de transmisión).

Es conocido, subraya, que los grandes medios masivos de comunicación en EE.UU. determinan en buena medida los resultados electorales en ese país. Todos los observadores políticos concuerdan en que dentro de esos espacios ha habido un movimiento hacia la derecha luego de entrar en la competencia el canal Fox, y ello tuvo efectos en las posiciones de los votantes.

Aunque el sistema norteamericano se presenta como modelo de democracia para el mundo, allí no hay revocación por parte del electorado. Lo más que puede suceder, indica Alzugaray, es que la Cámara o el Senado desafuere a uno de sus integrantes por evidentes violaciones. Tampoco el pueblo participa en la toma de decisiones; el candidato electo responde básicamente a quienes le dieron el dinero para ganar la campaña electoral y a los grupos de presión que actúan en el Congreso.

Un caso muy sonado, recuerda, fue el del señor Torricelli (promotor de una injerencista y extraterritorial ley contra Cuba). El hombre le había "cogido" dinero a un grupo de personas y su actuación a favor de los intereses de los financistas era muy marcada. Tuvo que ser señalado por el Senado para que desistiera de presentarse a reelección, pero el pueblo no pudo revocarlo por incumplir su mandato.

La compra de influencia es admitida. Los Presidentes tienen derecho a nombrar hasta un 30% de los embajadores de entre los principales donantes de su campaña política. Un caso notorio fue el de Cuba antes del triunfo de la Revolución: la plaza de embajador en La Habana fue durante mucho tiempo comprada por importantes contribuyentes. Así sucedió con Arthur Gardner, embajador ante el gobierno del dictador Batista a principios de la década de 1950, y con Earl Smith, quien hizo todo lo posible por impedir el triunfo de la Revolución, precisa el estudioso.

Actualmente, remarca, hay plazas de embajadores muy cotizadas que nunca van a manos de funcionarios de carrera, por ejemplo, las cancillerías en Francia, Bélgica... dadas a amigos del Presidente.

En el imposible caso de sustitución del sistema electoral cubano por uno similar al estadounidense, según pretende la administración de ese país, ya se sabe cuáles son las "democráticas" reglas que nos "ofrecerían".

   

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