ELECCIONES EN CUBA: EL PODER DEL PUEBLO

22 de enero de 2005

Lo que nos quieren imponer

HÉCTOR ARTURO

Lo ocurrido en Iraq desde que comenzó la agresión de Estados Unidos hace ya casi dos años, es copia fiel del original que la Administración de Bush tiene reservado para Cuba, en el hipotético caso de que sus acólitos y la camarilla mafiosa de Miami pudieran convertir en realidad su pesadilla de apoderarse de nuestra Patria, para con esa fuerza más caer sobre nuestras tierras de América, al decir de José Martí.

La cínica y públicamente denominada "Comisión de Ayuda a una Cuba Libre", en funciones extraoficiales y encubiertas desde mucho antes del Primero de Enero de 1959 y oficializada con bombo y platillos el 30 de junio del pasado año 2004, así lo proclama en sus páginas con olor a rapiña.

Cuba es uno de los más de 60 oscuros rincones del mundo en los cuales Estados Unidos se abroga el más absoluto derecho de intervenir militarmente, apoderarse de su territorio, masacrar a sus pobladores y destruirlo todo a pesar o en contra de la ONU, para después llamar a ese y a otros organismos internacionales pisoteados por ellos mismos, para que colaboren en la tajada de la reconstrucción, al amparo de decenas de miles de soldados y marines.

Esta estrategia genocida permite a los halcones yankis sus ya famosos golpes preventivos, entre los que pudieran encontrarse los bombardeos a ceremonias matrimoniales, cumpleaños, bautizos o velorios, siempre y cuando la presencia de alguien sospechoso de terrorismo o de amenazar la seguridad nacional de Estados Unidos lo exija.

Después de borrar de la faz del planeta todas nuestras conquistas materiales, logradas a sangre y fuego en más de cuatro décadas de duro bregar, acosados por el bloqueo más prolongado de la Historia, los "libertadores" convocarían a elecciones a la imagen y semejanza del todopoderoso imperio, para lo cual, en el caso de Cuba, contarían con toda la asesoría marrullera de sus asalariados del Sur de la Florida, capaces de los fraudes del 2000 y el 2004, en Miami o en Ohio, pues ellos los hicieron antes aquí, casi a la perfección, durante más de medio siglo, sin que la Casa Blanca o el Departamento de Estado cuestionaran jamás las violaciones electorales ni se preocuparan por enviar observadores para dictaminar la limpieza de aquellos procesos, reeditados ahora en el mismísimo país de la superdemocracia.

Nada de candidatos a delegados a las asambleas municipales del Poder Popular, nominados por sus propios electores en reuniones abiertas y limpias, en las cuales todos tenemos el derecho a proponer y a ser propuestos sobre la base de una trayectoria pura, honesta y digna.

Nada de elegir a esos hombres y mujeres del pueblo mediante el voto directo y secreto de todos los que tengamos más de 16 años de edad, y decidamos de forma absolutamente voluntaria acudir a las urnas que no son ya amenazadas por guardias rurales ni policías o soldados armados hasta los dientes, sino vigiladas por pioneros, esos niños alegres y felices, que lo tienen todo, y desde la cuna aprenden a hacerse hombres y mujeres de bien.

Nada de eso. Las elecciones que nos deparan las leyes aprobadas para Cuba a más de 90 millas de nuestras costas, se harían con la presencia de muchísimos más de los 150 000 efectivos militares yankis, que en Iraq no han podido detener la resistencia popular a la ocupación de su tierra.

Allá, en la antigua Mesopotamia, donde parecen reeditarse a la manera del siglo XXI los cuentos de Alí Babá y sus 40 ladrones, ni los mismos que les hacen el juego a los agresores creen en la veracidad de las elecciones previstas para el próximo 30 de enero.

Ya fueron anunciadas medidas de estado de sitio y toque de queda antes, durante y después de la comedia iraquí, y nadie se atreve aún a predecir qué podrá ocurrir, aunque todos sabemos quiénes ocuparán los más altos cargos en ese país del Levante.

Para Cuba, la Administración de Bush presumiblemente tendrá diseñado planes similares en sus pretensiones de ensayar aquí la transición hacia un régimen que ya conocimos hace más de cuatro décadas.

Solo que a lo largo de los años, los cubanos hemos demostrado fehacientemente que somos capaces de convertir en realidades todos nuestros sueños, mientras los yankis se revuelven noche a noche entre sábanas manchadas, pues no logran dormir debido a una pesadilla que les muestra a una roca grande, bella, inexpugnable y libre, que se llama Cuba con mayúsculas.

   

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