El pueblo cubano sabe defender sus intereses en
cualquier terreno, lo acaba de demostrar en los sufragios por los
candidatos a diputados y a delegados provinciales, y esa prueba de
confianza en la Revolución merece retribuirse con un mejor
funcionamiento del Poder Popular y de los demás componentes del
engranaje político e institucional de la nación.
Si no fuera por la actitud patriótica de la mayoría,
basada en sólidas convicciones, de seguro los resultados electorales
no hubieran sido tan extraordinariamente positivos, porque en la vida
diaria de este país hay incontables dificultades y motivos para sentir
insatisfacciones.
Lo ocurrido en los sufragios indica que la unidad
nacional y el ímpetu para proseguir la obra revolucionaria están
invictos, pese a los negativos efectos del Periodo Especial y de medio
siglo de bloqueo, guerra económica y subversión ideológica del
imperialismo.
No podemos esperar milagros en cuanto a mejorías
materiales. Sería iluso pensar que bajo el bloqueo yanki y con el
aumento de los precios de los combustibles, los alimentos y de otras
importaciones esenciales, nuestro país pueda disponer de abundantes
recursos para resolver en breve plazo y simultáneamente disímiles
problemas en cuestiones vitales como la construcción y reparación de
viviendas, el transporte público y la alimentación de las familias.
Sin embargo, la propia Revolución nos ha enseñado que
sí se puede exigir un mejor desempeño de entidades e instituciones en
cualquier sector, lo que es, al final de cuentas, pedir a los demás —y
a nosotros mismos— rigor y eficacia en el trabajo, intachable postura
ética y valentía para enfrentar las contrariedades.
En ese sentido, el sistema del Poder Popular y dentro
de él las Asambleas, integradas por las personas que postulamos y
elegimos, tienen una gran responsabilidad.
La reciente discusión nacional del discurso
pronunciado por el Segundo Secretario del Partido el 26 de Julio
último, avivó la certeza de que en el pueblo hay una alta disposición
para lidiar con las dificultades y buscar soluciones. Y son las
Asambleas del Poder Popular el mejor instrumento del que puede
disponer el Estado socialista para promover y organizar con más
eficiencia la participación de los ciudadanos en las tareas de
dirección y gestión de gobierno, en el ejercicio del control y la
fiscalización popular de todo lo necesario, para que no haya tanta
burocracia entorpeciendo las soluciones posibles y se ponga frenos al
mal uso de los recursos financieros, materiales y humanos.
Por esa confianza en las instituciones de la
Revolución y en el carácter perfectible de nuestro socialismo votamos
este 20 de enero.