(18 de diciembre de 2004)
La retaguardia en el
frente
Ifraín
Sacerio Guardado
SANTA
CLARA.— La tropa, con su perenne preparación, asesta golpes al
enemigo. Se derriban aviones, aniquilan y capturan grupos de
infiltrados; son destruidos medios de combate de los atacantes; hay
heridos de ambos bandos, que se atienden en puestos de campaña u
hospitales improvisados. La guerra continúa. Los foráneos no han
podido ocupar el país.
En el más apartado
poblado los habitantes no aceptan tal intromisión; en cada
vecindario la inmensa mayoría está decidida a defender, a toda
costa, sus conquistas.
Cuando se desarrolla la
Guerra de Todo el Pueblo pienso en miles de personas que, de forma
anónima, enfrentan a los invasores. Son hombres y mujeres vestidos
de verde olivo —lleven o no el traje puesto— que no cejan en
abastecer de lo necesario a quienes están en el frente.
Me imagino al que
prepara los alimentos que se distribuyen en centros, objetivos económicos
y unidades de las tropas regulares, de la Reserva y las Milicias de
Tropas Territoriales.
Medito en los mecánicos
y especialistas que ponen en alta disposición a los medios de
defensa; en el ayudante de cuyos servicios es difícil prescindir,
en todo ese personal que se mueve de forma tangible, pero un tanto
invisible cuando aludimos a los resultados de un hecho concreto.
El término es el de
retaguardia, pese a que, de todas las acepciones del diccionario,
asimilé la de aquello que se encuentra detrás de algo o en último
lugar.
En este caso me gustaría
añadir otras palabras: ...en último lugar para garantizar todo lo
necesario a quienes están en el primer puesto.
Durante el Ejercicio
Estratégico Bastión 2004, recorrí muchos lugares, fui testigo de
varios escenarios, de complejas y riesgosas misiones, en las cuales
siempre tuve en mi punto de mira, como periodista, a soldados,
oficiales, artilleros, pilotos, combatientes de unidades navales, y
un sinnúmero de personas más, enfrascadas en las maniobras.
En todas las entrevistas
y diálogos, realizados en uno y otro lugar —en las fuerzas
regulares de las FAR, en las MTT y las BPD, en el MININT— mis
notas se remitieron a quienes, de una forma explícita, tenían su
protagonismo, estaban en cada encuentro.
Sin embargo, no he
hablado de los miles, cientos de miles o millones de ciudadanos
cubanos que, en el anonimato, garantizan con su trabajo diario, con
su consagración día y noche, el buen desarrollo de las acciones en
el frente de combate.
No me he referido, por
ejemplo, a los que posibilitan el acondicionamiento del eje que le
falta a una goma de un carro; o al mecánico que debe dar el visto
bueno, el trabajador de la ANIR que resolvió las innovaciones para
que determinado medio se mantuviera activo; también los que se
mantienen noches enteras frente a máquinas herramientas; ante un
horno de pan y dulce o, sencillamente, delante de un equipo
digitalizado para determinar si hay fallos en algún sistema.
Sería interminable la
lista de esta gente que trabaja con denuedo para que el frente se
mantenga en elevada disposición combativa.
Los que están en
primera línea del combate, necesariamente, tienen que estar
asegurados por otros que, desde posiciones no tan visibles, ejecutan
múltiples tareas para garantizar el éxito de las misiones. Resulta
imposible un frente sin retaguardia. Sencillamente, esta es la
Guerra de Todo el Pueblo.
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