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55 años de política exterior revolucionaria Cuba acogerá la próxima Cumbre de la
CELAC con un historial de más de 50 años defendiendo principios de
justicia y soberanía en la arena internacional
Sergio Alejandro Gómez
Cuba es un país pequeño y pobre en recursos económicos, pero ha
mantenido durante los últimos 55 años una política exterior con
alcance e influencia global, basada en principios y valores
revolucionarios.
Chávez
y Fidel sellaron con el
ALBA una alianza regional estratégica
de
nuevo tipo.
Esta opinión la comparten incluso sus pocos —aunque poderosos—
adversarios, quienes no han podido evitar que se extiendan y
diversifiquen los lazos forjados con pueblos y gobiernos del mundo
entero.
En la propia esencia de la nación, en su insularidad y
composición multiétnica, están algunas de las claves para comprender
la activa relación que ha mantenido Cuba con el exterior a lo largo
de su historia.
Ubicada en el Mar Caribe, una región que el dominicano Juan Bosh
calificó de frontera imperial, nuestro país ha estado siempre
sometido a los intentos de dominación de grandes potencias, desde
España y Gran Bretaña, hasta los Estados Unidos.
En tales circunstancias, el principal interés nacional, más allá
de cualquier coyuntura, ha sido y es garantizar nuestra soberanía,
independencia y autodeterminación.
El triunfo de la Revolución el primero de Enero de 1959 fue el
acontecimiento histórico que materializó esos objetivos, pospuestos
por una república neocolonial dependiente de Esta-dos Unidos. La
elección del camino de la construcción del socialismo a 90 millas de
la principal potencia capitalista, hizo de la consolidación de una
eficiente política exterior un asunto de vida o muerte.
ANTIMPERIALISMO, INTERNACIONALISMO, ANTICOLONIALISMO
Estados Unidos no podía permitirse el ejemplo que representaba
Cuba para América Latina y el Caribe, así como para los países del
Tercer Mundo. Su política de agresión se dirigió a intentar derrocar
al nuevo gobierno por todas las vías posibles.
En Punta del Este, Uruguay, Estados Unidos reunió en 1962 a los
países de la Organización de Estados Americanos (OEA) para imponerle
su política de aislamiento contra la Revolución. Allí, la mayoría de
los gobiernos de las oligarquías locales se plegaron a los intereses
norteamericanos.
"La OEA quedó desenmascarada como lo que es; un ministerio de
colonias yanquis", le dijo Fidel al pueblo reunido en la Plaza de la
Revolución el 4 de febrero de 1962, para escuchar la Segunda
Declaración de La Habana.
Los
combatientes y colaboradores cubanos protagonizaron una verdadera
epopeya en África.
"Vamos a tener con nosotros la solidaridad de todos los pueblos
liberados del mundo, y vamos a tener con nosotros la solidaridad de
todos los hombres y mujeres dignos del mundo", afirmó entonces el
líder cubano.
Cuba tuvo que mirar a miles de kilómetros hacia el este para
encontrar aliados en la construcción de un nuevo tipo de sociedad,
más justa y solidaria, sobre la base de una economía subdesarrollada
y monoproductora.
Por razones políticas, económicas y de seguridad, las relaciones
con el campo socialista, principalmente con la Unión Soviética,
pasaron a ocupar un papel protagónico en la política exterior.
Sin embargo, jamás se cerraron las puertas a una mejoría en las
relaciones con las naciones de América Latina y el Caribe, e
incluso, con los Estados Unidos. De hecho, a medida que en las
siguientes décadas las dictaduras militares y los gobiernos de
derecha plegados a los intereses de Estados Unidos fueron dando paso
a fuerzas menos retrógradas, la Revolución creó importantes espacios
de intercambio con su espacio geográfico natural.
Además, Cuba no dio la espalda a la causa de los países del
Tercer Mundo y fue miembro fundador, a la vez que un actor de peso,
en el Movimiento de Países No Alineados, que presidió por primera
vez entre 1979 y 1983, en pleno auge de la Guerra Fría.
Los combatientes y colaboradores cubanos, desde un inicio,
ofrecieron su ayuda desinteresada a varias naciones que luchaban por
su independencia, principalmente en África y América Latina, como
prueba de los principios antimperialistas y anticolonialistas de la
Revolución. Asimismo, decenas de miles de médicos, maestros, y
asesores civiles de diversos tipos colaboraron con el desarrollo
social y económico de los países del Sur.
La independencia de Angola y Namibia, el comienzo del fin del
Apartheid, la formación de miles de profesionales que educaban,
salvaban vidas o construían sus nuevos países, son solo algunos de
los éxitos que se pueden contar en esta etapa.
La política exterior, como la Revolución misma, se movía por
ideales. Esa realidad, aunque tardíamente, fue reconocida incluso en
las filas enemigas. "Castro era tal vez el líder revolucionario en
el poder más genuino de aquellos momentos", escribió en sus memorias
el habilidoso político estadounidense Henry Kissinger.
ROMPER EL CERCO
A comienzos de los noventa, la desintegración de la Unión
Soviética y la caída del campo socialista supusieron un duro golpe
para Cuba, que de la noche a la mañana perdió sus principales
mercados y fuentes de suministros esenciales.
La
colaboración con la Unión
Soviética dio frutos como el viaje
del
primer latinoamericano al
espacio, Arnaldo Tamayo.
Los sectores más extremistas y anticubanos en Estados Unidos,
ante la posibilidad de dar la estocada final, arreciaron el bloqueo
con la aprobación de la Ley Torricelli, en 1992, y la HelmsBurton,
en 1996, entre otras medidas. Al mismo tiempo, destinaron cientos de
millones de dólares extras a la subversión y la creación de una
supuesta disidencia interna.
Contra todos los pronósticos de quienes contaban los días finales
de la Revolución, Cuba no solo logró resistir, sino que salió
fortalecida en diversos frentes.
Adquirieron un renovado auge las relaciones con los países del
Sur, en especial con América Latina y el Caribe, Asia y África. Con
ello, se dio continuidad a nuestros principios y propósitos en los
organismos internacionales, se privilegió la búsqueda de la paz, la
voluntad de integración y colaboración.
Las políticas agresivas, ilegales y extraterritoriales de
Washington resultaron ser tan arrogantes, que suscitaron un casi
unánime rechazo internacional y llevaron a niveles exponenciales la
solidaridad con Cuba, incluso dentro de países tradicionalmente
aliados de los norteamericanos.
Prueba de ello son las votaciones de la Asamblea General de las
Naciones Unidas que desde comienzos de los noventa condenan
anualmente el bloqueo estadounidense: si en 1992, 59 países votaron
a favor, tres en contra y la inmensa mayoría, 71, se abstuvieron; en
1997 (un año después de la aprobación de la Helms-Burton), 143
países votaron a favor, tres en contra y 17 se abstuvieron.
A pesar de las vicisitudes económicas, la solidaridad cubana se
multiplicó. Incluso durante los años más duros del periodo especial,
Cuba no vaciló en poner a disposición de los pueblos del mundo su
ingente capital humano, y hasta sus magros recursos económicos. Ese
fue el caso de la ayuda médica gratuita ofrecida a varios países
centroamericanos que resultaron devastados por los huracanes George
y Mitch en 1998.
Las escuelas continuaron abiertas no solo para los cubanos, sino
para miles de estudiantes extranjeros que compartieron necesidades
para convertirse en ingenieros, maestros e infinidad de otras
profesiones.
ÉXITOS Y AMENAZAS DE UN NUEVO SIGLO
La primera década del siglo XXI iniciaba con un hecho que removió
los cimientos de la nación: la lucha por el regreso del niño Elián
González, retenido ilegalmente en Estados Unidos. Esta vez, el
pueblo sacó la política exterior a las calles en masivas
manifestaciones que no cesaron hasta que su padre, Juan Miguel
González, tocó suelo cubano con su hijo en brazos.

Cuba asumió en Chile a
comienzos del 2013 la Presidencia
Pro Témpore de la CELAC.
La década traería también nuevas amenazas. Durante ocho años, el
mundo tuvo que soportar el gobierno del republicano George W. Bush,
quizás el peor presidente que ha tenido los Estados Unidos, quien
inició una de las etapas más negras de la política exterior
norteamericana.
Guerras preventivas, daños colaterales, cárceles secretas,
torturas a prisioneros, se volvieron términos comunes en su mandato.
El atentado contra el World Trade Center de Nueva York fue utilizado
para desatar una paranoica guerra contra un nuevo y escurridizo
enemigo: el terrorismo.
La política guerrerista emprendida por Estados Unidos constituyó
una amenaza directa, ya que la Isla "pasó a formar parte del grupo
de 60 o más "oscuros rincones del mundo" acusados de patrocinar el
terrorismo, y por tanto sujetos a una "guerra preventiva".
Los argumentos resultaban risibles. Más de medio siglo de
agresiones de Estados Unidos contra la Revolución, eran más que
suficientes para probar que ese país practica con sistematicidad el
terrorismo de Estado para lograr sus objetivos.
Los
médicos internacionalistas cubanos se sobrepusieron a un duro
ambiente para ayudar a los paquistaníes afectados por el terremoto
del 2005.
Además, en territorio norteamericano se albergaron y protegieron
organizaciones terroristas y declarados criminales que causaron
muerte y destrucción en Cuba, como Luis Posada Carriles y Orlando
Bosh, entre muchos otros.
En lugar de apresarlos y condenarlos por sus crímenes, las
autoridades estadounidenses se dedicaron a perseguir y apresar a un
grupo de jóvenes cubanos cuya misión era obtener información sobre
esas mismas estructuras terroristas que ponían en peligro la
seguridad de los ciudadanos.
Desde entonces, Cuba libra una batalla por la liberación de Cinco
declarados Héroes en el país, la cual se ha convertido en el centro
del conflicto histórico con los Estados Unidos y en uno de los
puntos más importantes de su política exterior.
La campaña internacional por la libertad de estos
antiterroristas, que se extiende ya por más de 15 años, ha recabado
muestras de solidaridad en todo el orbe, incluso dentro de
importantes sectores de la sociedad civil norteamericana.
Por otro lado, y como ratificación de su protagonismo en las
causas del Tercer Mundo, Cuba asumió en el 2006 nuevamente la
presidencia del Movimiento de Países No Alineados.
A lo largo de la primera década del siglo, la Isla cosechó
importantes éxitos en la esfera multilateral como las masivas
condenas contra el bloqueo estadounidense en la Asamblea General de
las Naciones Unidas.
Tras la supresión de la antigua Comisión de Derechos Humanos, fue
electa como miembro pleno del nuevo Con-sejo de Derechos Humanos, en
el que Estados Unidos no tenía asiento, lo cual echó por tierra la
justificación que esgrimían para mantener su política de agresiones
y subversión y dejó en evidencia sus verdaderos intereses y
objetivos.
FIN DE LA LARGA NOCHE NEOLIBERAL
Durante los primeros diez años del siglo XXI, América Latina y el
Caribe sufrieron una transformación radical que cambió la
correlación de fuerzas, hasta entonces dominada por la derecha y el
neoliberalismo.
En ese lapso de tiempo, como ha dicho el presidente ecuatoriano
Rafael Correa, se terminó "la larga noche neoliberal" que había
llevado a la miseria a las grandes mayorías, mientras enriquecía a
unos pocos privilegiados.
La llegada de Hugo Chávez a la presidencia venezolana en 1999, y
el posterior triunfo de movimientos progresistas y de izquierda en
Argentina, Uruguay, Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Nicaragua,
entre otros, crearon un nuevo ambiente de cooperación e intercambio
entre los países de la región.
A comienzos de noviembre del año 2005, en la ciudad argentina de
Mar del Plata, se produjo un punto de inflexión que evidenció los
nuevos aires que corrían. Allí se desterró el ALCA que proponían los
Estados Unidos para crear un espacio de libre comercio en todo el
continente.
Algunos meses antes, se había producido otro hito en pos de la
unión de los pueblos latinoamericanos. En diciembre del 2004 el
presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, y
el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, firmaron la
Declaración Conjunta para la creación del ALBA (Alternativa
Bolivariana para los Pueblos de América) y se realiza en La Habana
la primera cumbre de este organismo.
En los años siguientes se sumarían a esta iniciativa Bolivia,
Nicaragua, Dominica, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Antigua
y Barbuda y Honduras. Este último abandonó el organismo en el 2009,
luego del golpe de Estado que removió del poder al presidente
constitucional Manuel Zelaya.
"Afirmamos que el principio cardinal que debe guiar el ALBA es la
solidaridad más amplia entre los pueblos de América Latina y el
Caribe, que se sustenta con el pensamiento de Bolívar, Martí, Sucre,
O’Higgins, San Martín, Hidalgo, Petión, Morazán, Sandino, y tantos
otros próceres, sin nacionalismos egoístas que nieguen el objetivo
de construir una Patria Grande en la América Latina, según lo
soñaron los héroes de nuestras luchas emancipadoras", refiere su
documento constitutivo.
SOLIDARIDAD: PRINCIPIO Y FIN
En este nuevo escenario y después de dejar atrás las más graves
vicisitudes económicas, el alcance de la cooperación
internacionalista cubana se convertiría en un ejemplo de lo que
puede lograr un país cuando se mueve por principios de justicia.
Millones
de personas han recuperado la vista en más de una treintena de
países con la Operación Milagro.
Surgió el Programa Integral de Salud que buscaba extender los
servicios médicos a un centenar de países, fundamentalmente en
África y América Latina. Este incluía también la formación y
capacitación de recursos humanos en las áreas don-de laboran los
galenos cubanos como en la Isla. La Escuela Latinoamericana de
Medicina, que en el curso 1999-2000 contaba con más de 3 000
estudiantes de 23 naciones, multiplicó sus matrículas para convertir
a jóvenes pobres en doctores para sus propias comunidades.
En el 2005, las graves inundaciones provocadas por el huracán
Katrina en Estados Unidos, motivaron que Cuba organizara la Brigada
Médica Henry Reeve, bautizada así por Fidel en honor a un médico
neoyorquino que luchó por la independencia de Cuba.
Esa brigada, rechazada por los norteamericanos, sería desplegada
poco tiempo después en suelo paquistaní, afectado por un fuerte
terremoto, considerado la peor catástrofe natural de ese país, con
un saldo aproximado de 80 mil muertos y más de tres millones de
damnificados.
La Henry Reeve sumó desde entonces más de una decena de misiones
ante la ocurrencia de terremotos, inundaciones y otras situaciones
de catástrofes en Guatemala, Paquistán, Bolivia, Indonesia, Belice,
Perú, México, Ecuador, China, Haití, El Salvador y Chile.
Si bien el área de la salud ha sido el buque insignia de la
cooperación internacional, en otras áreas como la educativa el
aporte no ha sido menos importante. Mediante el método cubano Yo sí
puedo, desarrollado por especialistas de la Isla a principios de la
década, se han alfabetizado millones de personas adultas en todo el
mundo.
Además, como parte del ALBA, Cuba y Venezuela han llevado a cabo
misiones internacionales de manera conjunta, como es el caso de la
Operación Milagro, que se planteó el objetivo de operar a seis
millones de personas de diferentes padecimientos oftalmológicos en
diez años. El plan que se inició en Venezuela, abarcó una treintena
de países de América Latina, el Caribe, Asia y África.
Los profesionales se desplegaron también en territorio venezolano
en Misiones sociales que han cambiado la fisionomía de ese país.
Como es el caso de Barrio Adentro, que llevó salud a millones de
ciudadanos pobres de esa rica nación.
La cooperación internacional cubana, por su alcance y
trascendencia, ha devenido un elemento troncal en las relaciones de
Cuba con el Tercer Mundo.
Sin abandonar los principios solidarios que siempre la han
guiado, se ha ido transformando en un sistema cooperación Sur-Sur,
que resulta beneficioso para ambas partes.
UNA CUMBRE HISTÓRICA
La II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) que se desarrollará en La Habana a finales de
enero de este año, constituye un acontecimiento histórico. Con ella
se culminará la presidencia Pro Témpore anual de nuestro país al
frente del primer organismo que agrupa a las 33 naciones
independientes de América Latina y el Caribe, sin el tutelaje de
ningún factor externo.
En el 2008, respondiendo a un llamado del presidente brasileño
Luiz Inácio Lula da Silva, los países que hoy componen la CELAC se
reunieron en Costa do Sauipe, Brasil.
Allí se decidió la incorporación de Cuba al Grupo de Río y se
acordó formar una unión de América Latina y el Caribe sin los
Estados Unidos.
Cuba participó activamente en la discusión para la creación de lo
que hoy conocemos como la CELAC, que tuvo su cumbre fundacional en
Caracas en diciembre del 2011.
Su constitución, calificada por Fidel Castro como el hecho
institucional más importante del último siglo, demostró la madurez
de la región para lograr un nuevo paradigma de integración con
inclusión social, no solo basado en intereses mercantiles. El hecho
de que Cuba haya sido el segundo país escogido para asumir la
presidencia no es casual. Es el reconocimiento de la validez y
permanencia de los principios, valores y objetivos de la política
exterior cubana a lo largo de más de medio siglo.
También constituye un mensaje directo de unidad de la región en
contra de las agresiones que sufre Cuba de parte de los Estados
Unidos. Un país que se ha quedado totalmente aislado en su política
de bloqueo y subversión. |