En nombre del pueblo y el gobierno de Cuba les
doy la más cordial bienvenida y les deseo una grata estancia. Para
nosotros es un gran honor y motivo de sincero agradecimiento contar
con la presencia de todos ustedes en esta Cumbre de "Nuestra
América", convocada en el 161 aniversario del natalicio de José
Martí.
Lamentamos profundamente la ausencia física de
uno de los grandes líderes de nuestra América, el inolvidable
presidente venezolano, Hugo Rafael Chávez Frías (Aplausos), un
ferviente e incansable promotor y luchador por la independencia, la
cooperación, la solidaridad, la integración y la unidad
latinoamericana y caribeña, y por la propia creación de esta
Comunidad.
Pido un minuto de silencio en su memoria.
(Rinden minuto de silencio.)
Distinguidas y distinguidos colegas:
El período transcurrido desde la pasada Cumbre de
la CELAC ha sido complejo, pero fructífero.
Los países de América Latina y el Caribe hemos
tenido que hacer frente a numerosos desafíos. La crisis ha
continuado afectando la economía mundial, los peligros para la paz
siguen presentes en varias partes del mundo y naciones hermanas han
sido objeto de amenazas, medidas coercitivas unilaterales y demandas
legales internacionales por las legítimas acciones que han adoptado
en defensa de su soberanía.
Sin embargo, hemos sido capaces de seguir
avanzando en la construcción de la CELAC y en darles continuidad a
las decisiones que acordamos en Caracas y Santiago de Chile. Poco a
poco, vamos creando una Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños que hoy se reconoce internacionalmente como representante
legítima de los intereses de la América Latina y el Caribe.
Igualmente, hemos ido acercando nuestras posiciones y, a pesar de
inevitables diferencias, se fomenta un espíritu de mayor unidad en
la diversidad, que debe ser el fin último.
Como dije en Santiago de Chile, "sabemos que
entre nosotros hay pensamientos distintos e, incluso, diferencias,
pero la CELAC ha surgido sobre el acervo de doscientos años de lucha
por la independencia y se basa en una profunda comunidad de
objetivos. No es la CELAC, por tanto, una sucesión de meras
reuniones ni coincidencias pragmáticas, sino una visión común de la
Patria Grande latinoamericana y caribeña que solo se debe a sus
pueblos".
Debe ser prioridad la creación de un espacio
político común en el que avancemos hacia el logro de la paz y el
respeto entre nuestras naciones, en el que seamos capaces de superar
los obstáculos objetivos y aquellos que intencionadamente se nos
impongan, en el que podamos utilizar los recursos de manera soberana
y para el bienestar común y poner las capacidades científicas y
técnicas en función del progreso de nuestros pueblos, en el que
hagamos valer principios irrenunciables como la autodeterminación,
la soberanía y la igualdad soberana de los Estados.
Solo así lograremos que deje de ser realidad el
aserto de que la América Latina y el Caribe es la región más
desigual del planeta.
La Presidencia Pro Témpore cubana de la CELAC se
ha dirigido precisamente al cumplimiento de ese objetivo, de ahí que
el tema central de esta cumbre sea "la lucha contra la pobreza, el
hambre y la desigualdad".
Es cierto que durante los últimos años se han
producido avances, pero han sido lentos, fragmentados e inestables.
Según la CEPAL, a la que agradecemos su permanente cooperación con
la Presidencia cubana y los cinco estudios que ha elaborado en el
marco de dicha colaboración, en la América Latina y el Caribe la
tasa de pobreza alcanzó en 2012, como mínimo, un 28,2% de la
población, o sea, 164 millones de personas, y la de indigencia o
pobreza extrema, el 11,3%, lo que equivale a 66 millones de
habitantes de la región. Pero lo más preocupante es la pobreza
infantil, que afecta a 70,5 millones de niños, niñas y adolescentes,
de ellos 23,3 millones en pobreza extrema.
El 10% más rico de la población latinoamericana
recibe el 32% de los ingresos totales, mientras que el 40% más pobre
recibe solo el 15%.
Los pueblos de América Latina y el Caribe
demandan y requieren una mejor distribución de las riquezas y los
ingresos, el acceso universal y gratuito a una educación de calidad,
el pleno empleo, mejores salarios, la erradicación del
analfabetismo, el establecimiento de una verdadera seguridad
alimentaria, sistemas de salud para la totalidad de la población,
derecho a una vivienda digna, al agua potable y al saneamiento.
Todos son objetivos alcanzables cuya consecución
medirá el progreso de nuestra región.
Tenemos todas las condiciones para revertir la
situación actual. Con algo más del 15% de la superficie terrestre y
el 8,5% de la población global, la región cuenta con un porcentaje
apreciable de las reservas minerales no renovables más importantes,
con un tercio de las reservas de agua dulce, un 12% del área
cultivable, el mayor potencial mundial en la producción de alimentos
y el 21% de los bosques naturales.
Y, precisamente, esa riqueza debe convertirse en
el motor para la eliminación de las desigualdades. Nuestro
imperativo y desafío es ser capaces de transformar ese capital
natural en capital humano, infraestructura económica y
diversificación de la base productiva y exportadora, de tal forma
que contribuya de manera decisiva a un verdadero proceso de
desarrollo.
Uno de los problemas que padecemos en América
Latina y el Caribe es que no hemos traducido los períodos de altos
precios de los recursos naturales que exportamos en procesos de
desarrollo económico de largo plazo, de forma tal que permitan
reducir realmente la pobreza y elevar el ingreso per cápita de
nuestras poblaciones. Para ello debemos ejercer plenamente la
soberanía sobre nuestros recursos naturales y plantearnos políticas
adecuadas en las relaciones con la inversión extranjera y con las
empresas transnacionales que operan en los países que componen la
CELAC.
Son innegables los beneficios de la inversión
extranjera directa para las economías de la región y de las
inyecciones de capital de las empresas transnacionales que operan en
ella, pero olvidamos que el crecimiento desmedido de las utilidades
que obtienen, 5,5 veces en los últimos nueve años, afecta su impacto
positivo sobre la balanza de pagos de nuestros países.
En materia de educación, la región enfrenta
brechas significativas, tanto en términos del acceso como en la
calidad, a la par que pervive la existencia del analfabetismo
funcional, aunque con diferencias marcadas entre países.
Si bien se han evidenciado progresos en la región
en el acceso a la educación primaria, las informaciones de la CEPAL
y la UNESCO dejan claro que este y la calidad de la formación que
reciben los educandos están muy vinculados con su nivel de ingresos.
La situación es más seria en la educación
secundaria, no solo porque el 50% de los jóvenes entre 20 y 24 años
no la concluyeron, sino porque solamente el 21,7% de los jóvenes del
sector más pobre en ese grupo de edades la había terminado. En
contraste, el 78,3% de sus pares del segmento más rico completaron
este nivel de educación. Es decir, una brecha de 56,6 puntos
porcentuales separaba en 2010 a ambos grupos.
En el caso de la educación universitaria es aún
más compleja, pues de acuerdo con estimaciones de la CEPAL, la
matrícula para este tipo de enseñanza era, en 2010, de un tercio de
los jóvenes entre 18 y 24 años.
Contamos con todas las posibilidades, los
recursos y las metodologías para desterrar el analfabetismo de la
faz de América Latina y el Caribe. Debemos tener la voluntad
política de hacerlo y de proporcionar a nuestras poblaciones la
posibilidad de acceder, sin excepciones ni desigualdades, a todos
los niveles de educación. Nada de lo que nos proponemos hacer será
posible sin pueblos educados y cultos.
La diversidad en el nivel de desarrollo de
distintos sectores sociales y productivos entre nuestros países es,
además, una oportunidad para la complementariedad y la integración
de sus economías y la cooperación.
Debemos establecer un nuevo paradigma de
cooperación regional e internacional. En el marco de la CELAC
tenemos la posibilidad de construir un modelo propio adaptado a
nuestras realidades, basado en los principios del beneficio común y
la solidaridad, que tome en cuenta las mejores experiencias
desarrolladas en los últimos años por los países de la región y por
las organizaciones latinoamericanas y caribeñas de integración, como
MERCOSUR, ALBA, PETROCARIBE, UNASUR, CARICOM, SICA y otras, que a lo
largo de los años ya han trazado un camino.
Por otra parte, no podemos olvidar que los
Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Caribe requieren una
especial atención a sus problemas particulares, que se han agravado
por los efectos de las crisis globales y el cambio climático que, si
bien nos afecta a todos, tiene un impacto aún mayor sobre los países
caribeños cuyas economías decrecieron o crecieron por debajo del
promedio regional en 2012.
El impacto de la crisis económica de 2008-2009
fue especialmente severo en esa subregión, y costó a las pequeñas
islas, como promedio, el 13,2% de su Producto Interno Bruto. El
efecto de devastadores desastres naturales también incidió en esa
realidad.
Asimismo, es una obligación moral de la comunidad
internacional y de nuestros países continuar contribuyendo al
desarrollo integral de la República de Haití mediante acciones
concretas de cooperación solidaria sobre la base de sus necesidades
específicas y prioridades nacionales.
Tarea importante que tenemos por delante los
países de la CELAC durante este año es trabajar de forma mancomunada
en la preparación de la Agenda de Desarrollo Post-2015 y cuidar que
no se cometan los errores que presidieron la concepción de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Estimados Jefes de Estado y Gobierno:
Independientemente de nuestros progresos,
seguimos viviendo en un mundo regido por un orden internacional
injusto y excluyente, en el que las amenazas a la paz y la
injerencia externa en la región continúan.
No podemos olvidar la larga historia de
intervención en los asuntos internos, invasiones militares y
sangrientos golpes de Estado. Los llamados "centros de poder" no se
resignan a haber perdido el control de esta rica región, ni
renunciarán a los intentos de cambiar el curso de la historia en
nuestros países para recuperar la influencia perdida y beneficiarse
de sus recursos.
En 1999, cuando ya no existía el campo
socialista, la OTAN modificó su concepción estratégica para actuar
ante supuestas amenazas globales, de manera ofensiva, fuera del
territorio de los Estados miembros de la Alianza, en lo que llamó la
"periferia euro-atlántica". En la Cumbre Unión Europea-América
Latina y el Caribe, celebrada poco después, en junio, en Río de
Janeiro, el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro
Ruz, preguntó si nuestra región estaba comprendida en esa
"periferia" y sujeta a esa doctrina cada vez más agresiva y
peligrosa. Dicha pregunta permanece sin respuesta hasta hoy, 15 años
después.
El año pasado fue develada la existencia de un
sistema global de espionaje de las comunicaciones por parte del
gobierno de los Estados Unidos, del que fueron blanco indiscriminado
Jefas y Jefes de Estado y Gobierno, organismos internacionales,
partidos políticos, empresas y ciudadanos de la región, en flagrante
violación del Derecho Internacional y la soberanía de los Estados.
Otro asunto que genera gran preocupación por sus
potencialidades para provocar conflictos internacionales, es el
empleo encubierto e ilegal, por individuos, organizaciones y
Estados, de los sistemas informáticos de otras naciones para agredir
a terceros países. Algunos gobiernos han expresado, incluso, la
posibilidad de responder a esos ataques con armas convencionales. El
único camino para prevenir y enfrentar estas novedosas amenazas es
la cooperación mancomunada entre todos los Estados, al igual que
para evitar que el ciberespacio se convierta en un teatro de
operaciones militares.
Saludamos, por tanto, la iniciativa del gobierno
de Brasil de efectuar en Sao Paulo, en abril de 2014, la Reunión
Multisectorial Global sobre Gobernanza de Internet.
Como muestra de su firme compromiso con el
desarme nuclear y la paz, América Latina fue la primera en el mundo
en establecer, mediante el Tratado de Tlatelolco, una Zona Libre de
Armas Nucleares. Pero debemos llegar más lejos. La paz y el
desarrollo son interdependientes e indisolubles. No puede haber paz
sin desarrollo, ni desarrollo sin paz. Por eso nos hemos propuesto
proclamar a nuestra región como una Zona de Paz que destierre para
siempre la guerra, la amenaza y el uso de la fuerza, en la que los
diferendos entre nuestros países se resuelvan por nosotros mismos,
por vías pacíficas y de negociación, conforme a los principios del
Derecho Internacional.
Reiteramos la más plena solidaridad con la
República Argentina en su reclamo de las islas Malvinas, Georgias
del Sur y Sandwich del Sur y sus mares adyacentes. A la par que
rechazamos todo intento de explotar, antes de que se haya logrado
una avenencia, los recursos naturales de dichos territorios,
incluidos los del subsuelo, hacemos un llamado al Reino Unido a que
acepte el diálogo y la negociación, tal como ha solicitado el
gobierno argentino.
Como escribió la poetisa puertorriqueña Lola
Rodríguez de Tió, "Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos
alas", por lo que reitero que "nuestra Comunidad estará incompleta
mientras falte en ella el escaño de Puerto Rico, nación hermana
genuinamente latinoamericana y caribeña, que padece una situación
colonial".
Trasmitimos nuestra solidaridad al pueblo y
gobierno del Ecuador, amenazados por demandas de empresas
transnacionales en tribunales sesgados por la codicia y una visión
política neocolonial.
Agradezco a todos las muestras de solidaridad
ante el criminal bloqueo impuesto a mi país durante más de medio
siglo y la injusta inclusión de Cuba en la lista de patrocinadores
del terrorismo del Departamento de Estado de Estados Unidos.
Estimadas y estimados colegas:
Con mis mejores deseos de éxito en las
deliberaciones que efectuaremos y teniendo presente la enorme
responsabilidad que compartimos hacia la unidad de nuestra región,
declaro inaugurada formalmente la II Cumbre de la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Muchas gracias (Aplausos).
