Desde 2002, la pobreza en América Latina cayó 15,7 puntos
porcentuales en promedio. La pobreza extrema también descendió 8,0
puntos, aún cuando su ritmo de disminución es menguante.
La tasa de desempleo alcanza un histórico 6,4 por ciento y el
poder adquisitivo de los salarios medios se mantuvo o incrementó en
la mayoría de los países, con una baja inflación, cuyo promedio pasó
de 7,1 a 5,4 por ciento entre 2011 y 2012.
No obstante, en nuestra región, la porción más pobre (20 por
ciento de los hogares con menores ingresos) capta en promedio cinco
por ciento de los ingresos totales, mientras que el fragmento más
rico captura 47 por ciento.
Asegurar los incontrarrestables logros sociales alcanzados,
birlar a nuestro destino cíclico otro periodo de restricciones y
penurias, demanda promover un conjunto renovado de reformas
institucionales y políticas para una nueva senda de crecimiento
sostenible con crecientes grados de igualdad.
La CEPAL postula, que la igualdad debe ser el principio ético
normativo primordial y el objetivo último del desarrollo, tal como
planteamos en nuestro documento La Hora de la Igualdad, presentado
durante la reunión intergubernamental bianual de este organismo,
celebrado en el 2010 en Brasilia.
Situar a la igualdad en el centro, implica una ruptura con el
paradigma económico que ha prevalecido en la región durante al menos
tres décadas. A la luz del rostro de nuestro continente, resulta un
imperativo moral.
Nuestra convicción es clara: hemos de igualar para crecer y
crecer para igualar.
No es un camino sencillo, pero es impostergable. Requiere de un
cambio estructural orientado a cerrar brechas sociales y productivas
críticas donde no estén reñidos entre sí lo económico, productivo,
social y la sostenibilidad ambiental.
Como reafirmamos en el periodo de sesiones en San Salvador en el
2012, cuando entregamos un nuevo documento, Cambio Estructural para
la Igualdad, esa meta es el horizonte; el cambio estructural, el
camino, la política y el instrumento. Esta senda requiere una nueva
ecuación entre Estado, mercado y sociedad.
Ello implica un cambio de orientación ante las restricciones
externas y ante rasgos endógenos limitantes.
Las primeras incluyen la pérdida de dinamismo y el estancamiento
en la demanda por parte del comercio internacional, incertidumbre
respecto a las señales financieras y el acceso al financiamiento y
poca articulación regional frente al reordenamiento de las cadenas
globales de producción de valor.
Los problemas internos incluyen: una estructura productiva
desarticulada y rezagada, mercados de trabajo con alta informalidad,
bajos niveles de inversión con poca incorporación de progreso
técnico, brechas de bienestar y de capacidades y débil gobernanza de
los recursos naturales.
También patrones de consumo con déficit de servicios públicos y
altas presiones ambientales y energéticas, junto al inveterado
déficit institucional en materia de regulación, captación, y
orientación de recursos.
Hoy se trata de reorientar las políticas hacia un fuerte
dinamismo de la inversión para asegurar una relación virtuosa entre
crecimiento, productividad y sostenibilidad ambiental, por la vía de
la incorporación del conocimiento a la producción y la generación de
un alto valor agregado.
Además se debe imprimir mayor inclusión al mundo del trabajo y
promover mayor convergencia entre reformas tributarias y políticas
sociales con un claro sesgo redistributivo.
Igualmente se debe equilibrar la expansión del consumo privado
con la provisión de servicios públicos de calidad e instituir la
adecuada gobernanza de los recursos naturales.
Y no nos caben dudas y así lo reafirmaremos en el próximo periodo
de sesiones previsto en mayo en Lima, Perú.
Porque estas propuestas requieren de pactos sociales que
restituyan, para los latinoamericanos y caribeños: la soberanía, la
potestad de acordar sin tutelajes y en concordancia con el entramado
que constituye la esencia de nuestras particulares y ricas
identidades, el rostro propio de un mañana donde el ejercicio de
nuestros derechos y la construcción de nuestros proyectos de vida no
reconozcan más las fronteras injustas de la cuna, la edad, el género
o la etnia. En resumen, un mañana de iguales.
*La autora es la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL). Especial para Prensa
Latina.