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El destino común de
Nuestra América: la unidad
Abel
González Santamaría
Asistimos a momentos trascendentales en la historia
de nuestros pueblos. Tras dos siglos de lucha, al sur del río Bravo
se logró crear por primera vez una organización sin presencia
extraregional: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC).
¿Cómo se materializó este ideario de unidad e
integración? ¿Cuáles han sido sus amenazas y desafíos?
EL GRAN SUEÑO (1790-1891)
El venezolano Francisco de Miranda fue el precursor
de la integración latinoamericana, cuando en 1790 presentó un plan
para agrupar a la América española en una confederación. Otro
venezolano, el Libertador Simón Bolívar retomó su ideario. Exiliado
en Kingston, Jamaica, el 6 de septiembre de 1815 escribió una carta
que iba a resultar profética: “Es una idea grandiosa pretender
formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo vínculo
que ligue sus partes entre sí y con el todo […] Seguramente es la
unión la que nos falta para completar la obra de nuestra
regeneración […]”.
Francisco
de Miranda y Rodríguez (1750-1816) Venezuela.
Mas era indispensable conseguir la independencia. El
9 de diciembre de 1824 las fuerzas bolivarianas asestaron un golpe
definitivo a los españoles en Ayacucho, Perú; de su imperio
americano España solo podría conservar las colonias de Cuba y Puerto
Rico. Dos años después Bolívar organizó el Congreso Anfictiónico de
Panamá, para impulsar una Confederación de Repúblicas de la América
hispana y contribuir a la independencia de cubanos y
puertorriqueños.
Durante la década de 1830 el espíritu bolivariano se
extendió, a pesar de la política de las potencias de la época por
estimular las contradicciones internas y entre las jóvenes naciones,
y del anuncio en 1823 de la Doctrina Monroe por Estados Unidos, que
estableció como principio para su política exterior “América para
los americanos”. Varios proyectos integracionistas se intentaron
formar, pero ninguno pasó la prueba del tiempo: Proyecto de la
Federación centroamericana (1830), Convocatoria de México (1831),
Confederación Perú-Bolivia (1836), El Congreso de Lima (1847), El
Congreso de Santiago de Chile (1856) y El Segundo Congreso de Lima
(1864).
LA GRAN PESADILLA (1891-1945)
Hacia fines del siglo XIX Estados Unidos estaba
preparado para expandirse y como primer paso trabajó para erigirse
en “árbitro de las relaciones interamericanas”. Para ello presentó
un nuevo proyecto, de carácter hegemónico: El Panamericanismo, que
socavaba las bases del ideario integracionista bolivariano. En
Washington se organizó la Primera Conferencia Internacional de
Estados Americanos (1889-1890) y la Conferencia Monetaria
Internacional Americana (1891), para intentar imponerles a los
gobiernos latinoamericanos una Unión Aduanera y un plan para el
arbitraje obligatorio de todas las disputas territoriales que se
presentaran entre los estados del continente, e instaurar una moneda
común que les permitiría primar en las relaciones de comercio y en
la circulación monetaria regional. Y aunque fracasaron en los dos
intentos, crearon la Unión Internacional de Estados Americanos, con
sede permanente en la capital estadounidense.
“La
unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino
inexorable decreto del destino. Unámonos y seremos invencibles”
Simón
Bolívar (1783- 1830) Venezuela.
Ambos eventos fueron presenciados por José Martí, el
Apóstol de la independencia de Cuba, quien alertó sobre el riesgo
que corría la región frente a los afanes de dominación del emergente
imperio norteamericano: “¿Pueden los Estados Unidos convidar a
Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica?
¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los
Estados Unidos?”, fueron dos de las preguntas con que invitó a
reflexionar a los delegados latinoamericanos sobre los peligros que
advertía.
Pero los intereses de Washington se impusieron y a
partir de la Segunda Guerra Mundial se fortaleció el Panamericanismo
mediante la creación en 1942 de la Junta Interamericana de Defensa,
en 1947 del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y en 1948
de la Organización de Estados Americanos (OEA). En la práctica
durante casi un siglo —desde el Segundo Congreso de Lima en 1864
hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959— la política
injerencista estadounidense impidió que pudiera avanzar la
integración latinoamericana.
NUEVO AMANECER (1959-2008)
Una nueva etapa en el proceso de unidad e integración
comenzó tras el triunfo de la Revolución Cubana. Su líder Fidel
Castro, continuador del ideario bolivariano y martiano, comprendió
que resultaba necesario crear una alianza común de naciones que
hiciera frente al imperialismo. A solo unos días del triunfo, Fidel
trazó el derrotero que debía conducir a la unidad, cuando el 23 de
enero de 1959 expresó en la Plaza del Silencio de Caracas, en
Venezuela: “¿Hasta cuándo vamos a permanecer divididos? ¿Hasta
cuándo vamos a ser víctimas de intereses poderosos que se ensañan
con cada uno de nuestros pueblos? ¿Cuándo vamos a lanzar la gran
consigna de unión?”.
“Lo
que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son
para acostarse con el pañuelo en la cabeza, sino con las armas en la
almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del
juicio, que vencen a las otras. Trincheras
de ideas valen más que trincheras de piedra”
José Martí (1853-1895) Cuba.
La reacción de Estados Unidos no se hizo esperar y
fue la OEA el instrumento utilizado para intentar aplastar a la
naciente Revolución y construir los pretextos que justificaran las
políticas agresivas, en un proceso gradual que transitó desde
legitimar la invasión de Playa Girón hasta la expulsión de Cuba de
este mecanismo regional en la Conferencia Interamericana de Punta
del Este de 1962.
En las décadas de 1970 y 1980 se desarrollaron en la
OEA iniciativas dirigidas al reingreso de la Isla, pero el Gobierno
Revolucionario rechazó tajantemente pertenecer a una institución que
había servido como punta de lanza para la injerencia imperialista
contra la izquierda continental desde su propia constitución. En
cambio Cuba mostró absoluta disposición a integrar una organización
regional que no tuviera su sede en Washington, sino en una capital
latinoamericana.
La década del noventa marcó una nueva época para
América Latina. La caída de las dictaduras militares en el
continente y el fracaso de la política norteamericana para aislar a
Cuba de la región, favoreció la participación de la mayor de las
Antillas en las Cumbres Iberoamericanas. El líder histórico de la
Revolución aprovechó estos espacios para retomar la invariable
fidelidad de Cuba a los principios de unidad e integración
latinoamericana y caribeña.
Fue entonces que Estados Unidos convocó a las Cumbres
de las Américas, instituidas para tratar de revitalizar a la
desprestigiada OEA; como es lógico, una vez más se excluyó a Cuba.
Desde este mecanismo se intentó imponer un Área de Libre Comercio
para las Américas (ALCA), pero varios hechos significativos marcaron
el viraje de los planes de Washington y permitieron un nuevo camino
para la integración: la victoria en las urnas del presidente Hugo
Chávez en 1998 y el triunfo posterior de figuras progresistas en
Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Nicaragua, entre
otros.
Fidel Castro y Hugo Chávez se convirtieron en los
principales impulsores de los procesos de integración regionales,
cuando en el 2004 fundaron la Alianza Bolivariana para los pueblos
de Nuestra América (ALBA), en un momento en que Estados Unidos
intentaba imponer a las naciones del continente los tratados de
libre comercio.
También ganarían mayor espacio y resurgirían otras
alianzas latinoamericanas y caribeñas como el CARICOM, el Grupo de
Río y el MERCOSUR; mientras que al calor de los nuevos tiempos
aparecerían UNASUR y PETROCARIBE. En el 2005 el ALCA fue derrotada y
con ello se desmoronó la agenda neoliberal que Estados Unidos había
presentado a Latinoamérica.
MATERIALIZACIÓN DE UN SUEÑO (2008-ENERO 2014)

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“Hasta cuándo vamos a ser nosotros
la periferia atrasada, explotada y mancillada. Estamos
poniendo aquí la piedra fundamental de la unidad, la
independencia y el desarrollo sudamericano. Vacilar
sería perdernos. Avancemos sin vacilación, que este es
el camino. La unidad, la unidad, la unidad. Solo la
unidad nos hará libres, independientes”
Hugo Chávez
(1954-2013) |
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“Ha llegado el momento de cumplir
con hechos y no con palabras la voluntad de
quienes soñaron un día para nuestros pueblos una gran
patria común que fuese acreedora al respeto y al
reconocimiento universal”
Fidel Castro Ruz
(1926-) |
En este contexto, varios presidentes de la región
retomaron la iniciativa de abogar por el ingreso de la mayor de las
Antillas a la OEA, mientras Cuba dejó clara su negativa de no
pertenecer a esta organización regional, basada en la decisión de
defender la soberanía latinoamericana y caribeña frente a la
hegemonía de Estados Unidos. Por el contrario, en diciembre del 2008
Cuba respaldó la celebración en Salvador de Bahía, Brasil, de la
Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo
(CALC), concebida como el primer intento de reunir a todos los jefes
de Estado y gobierno en la región, sin la participación de Estados
Unidos. El Jefe de la delegación cubana, General de Ejército Raúl
Castro Ruz, durante su intervención, calificó de acontecimiento
trascendental la incorporación de Cuba al Grupo de Río y ratificó la
posición de Cuba de no pertenecer a la OEA:
“Resistimos, creo que es el mérito mayor de nuestro
pueblo, el mérito mayor nuestro; resistimos y estamos aquí, y se
está produciendo este acontecimiento trascendental […] ¡Cuánto
lamento que no sea Fidel el que esté sentado aquí!, aunque nos debe
estar viendo por televisión […] Antes de que Cuba entre a la OEA,
como dijo Martí se unirá el mar del norte al mar del sur y nacerá
una serpiente de un huevo de águila”.
Este tema se convirtió en el centro del debate de los
países que aclamaban el reingreso de Cuba a la OEA. Así sucedió
durante la V Cumbre de las Américas (Trinidad y Tobago, abril del
2009) y la 39 Asamblea General de la OEA (San Pedro Sula, Honduras,
junio del 2009), en la que se anuló la resolución que excluía a la
Isla de la organización, para reparar la injusticia histórica. ¿Qué
habría ocurrido de Cuba aceptar el retorno a la OEA? ¿Se hubiera
materializado el sueño de nuestros próceres?
Sin duda, la posición firme asumida por más de 50
años, favoreció que el 23 de febrero del 2010 durante la Cumbre de
la Unidad de América Latina y el Caribe, celebrada en la Riviera
Maya, en México, los presidentes acordaran crear oficialmente el
primer mecanismo de integración puramente latinoamericano y
caribeño: la CELAC, que fuera oficializado en Caracas entre los días
2 y 3 de diciembre del 2011, justo en el bicentenario de su
Independencia.
Un año después, entre los días 4 y 5 de febrero del
2012, los presidentes del ALBA se reunieron nuevamente en Caracas
para celebrar su XI Cumbre ordinaria. El presidente de la República
del Ecuador, Rafael Correa, propuso que si Cuba no era invitada a la
VI Cumbre de las Américas ningún país del ALBA debería asistir y en
caso de que se acordara participar, un tema central tenía que ser el
levantamiento del bloqueo a Cuba.
Nuevamente la región alzó su voz en defensa de la
nación cubana en abril del 2012, durante la VI Cumbre de las
Américas de Cartagena de Indias, en Colombia. La ausencia de la
mayor de las Antillas y la necesidad de poner fin a su exclusión se
convirtió en el punto central del debate, la mayoría de los países
anunciaron su decisión de no participar en una próxima cita sin la
Cuba revolucionaria y consecuente.
Poco después, en Chile durante la primera Cumbre de
la CELAC, Cuba recibió la Presidencia Pro Témpore durante el 2013.
Tras medio siglo de una exclusión decretada por Estados Unidos, los
gobiernos de la región lograron hacer justicia. Mucho camino queda
por andar, el gran desafío en lo adelante será avanzar en la
integración dentro de la diversidad. El próximo 28 de enero
celebraremos en La Habana su II Cumbre. Otra oportunidad histórica
para aunar esfuerzos en la lucha contra la pobreza, el hambre y las
desigualdades en el continente. Ratificar que el destino común de
Nuestra América seguirá siendo la Unidad. |