CRIMEN DE BARBADOS. Aniversario 30. |
"Estos muertos me han acompañado durante 30 años"
Afirma en diálogo con Granma la periodista
venezolana Alicia Herrera
DEISY FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu
En
la medida que entraba al cuartel San Carlos, en Caracas, se apoderaba
de ella una rara sensación de escalofrío. La misma que percibe tres
décadas después al recodar aquellas visitas a la cárcel que, durante
tres años, fueron haciéndose habituales cada fin de semana.
"Cuando se produjo lo del sabotaje al avión cubano hubo una gran
conmoción en Venezuela y decidí emprender la investigación sobre lo
sucedido, particularmente porque entre los presuntos implicados
estaban dos personas a las que conocía bien: Freddy Lugo y Hernán
Ricardo, ambos vinculados a la fotografía. Además, me interesaba hacer
un grupo de trabajos periodísticos por entrega para los periódicos El
Mundo y Últimas Noticias", narra a Granma la periodista
venezolana Alicia Herrera, autora del libro Pusimos la bomba...¿y
qué?, al hacer este ejercicio de la memoria acerca de un suceso
que "me cambió la vida".
Explica con una marcada emoción en la voz que "en un inicio fui al
cuartel San Carlos más que todo por solidaridad, porque no imaginé que
realmente ellos hubiesen sido capaces de cometer un acto tan horrible,
hasta un día que empecé a averiguar más y más... y salió a flote ese
grito de Hernán en medio del patio del cuartel: Pusimos la bomba...¿y
qué? Ya no había duda. Supe que ese sería el título de mi libro,
porque estaba consciente de que yo no tenía un simple reportaje en mis
manos, que era algo más.
"Ya yo había hablado con la dirección de mi revista acerca de otras
inquietudes profesionales. Hasta ese instante me dedicaba en
Publicaciones Capriles a cuestiones más frívolas, escritos del
corazón; así que cuando me vi con todo aquel testimonio del crimen en
la propia voz de los autores intenté poner todo en orden. Se me
planteó una decisión ética y de principios: me ponía del lado de ellos
o los denunciaba. Opté por lo segundo costara lo que costara, sabía
que tendría que asumir las consecuencias.
"Quisieron juzgarme por traición a la patria, me descalificaron
profesionalmente, me tildaban de espía y enseguida me amenazaron, me
llamaban por teléfono y me decían: `Si hablas lo del avión te vamos a
matar'. En mi casa de Caracas hay huellas del impacto de bala en una
pared. Tuve que salir de Venezuela, fueron 10 años de exilio, pero
siento que hice lo correcto."
FRENTE A BOSCH
Orlando Bosch compartía la misma celda que Freddy Lugo, ahí conocí
también a su esposa chilena Adriana Delgado y a su hija, me llama la
atención cómo estaba incorporado en la psicología de esa pequeña lo de
la palabra muerte, yo la veía jugar con sus muñecas y si se molestaba
les gritaba: "Te voy a matar", quizás porque ese era el ambiente en el
cual se desarrollaba.
"A Bosch lo recuerdo como una persona físicamente repulsiva. Un
hombre alto, con un vozarrón fuerte, habla como para escucharse, le
gusta gesticular para sobresalir, quiere ser siempre protagonista.
En la medida en que fui conociendo su naturaleza asesina me
indignaba más, cada vez que me saludaba con un beso en mis vistas,
¡cuántas cosas sentía!
"En mis conversaciones con Freddy Lugo, y así lo explico en mi
libro, nunca me ocultó su relación con Bosch, ni con Posada Carriles
ni con Hernán Ricardo. Me di cuenta de que Lugo más que amigo de Bosch
era su subordinado, hacía a pie juntillas lo que este le decía. Por
ejemplo, en la cárcel lo sometió a un régimen de clases de pintura,
porque según Bosch, había que conseguir dinero `aunque sea vendiendo
cuadros'."
EL REFUGIO
"Sí. Todos los que quedan vivos y que se relacionaron con lo de
Barbados se encuentran en Miami, por supuesto. Ahí está la cuna del
odio, es el centro del terror, pero de todos los nombres que aparecen
en mi libro, me viene a la mente uno en particular: Carlos Andrés
Pérez, ex presidente de Venezuela, por su traición, por el doble
discurso, por la inmoralidad que cometió.
"Por un lado yo creía que como jefe de Gobierno estaba propiciando
el enjuiciamiento de esos tipos y por el otro había firmado un pacto
con Orlando Bosch para protegerlo, para que tuviera amplio apoyo de la
DISIP (policía política) y pudiera recaudar todos los millones que
juntó en Venezuela para cometer sus crímenes, mientras cumpliera con
las determinadas condiciones que le puso.
"Estuve tan engañada que en el libro yo reflejo a Carlos Andrés
como una persona con decoro, honesta, que quería castigar a los
autores del sabotaje; sin embargo, cuando desclasificaron los
documentos del año pasado recibí una sorpresa completa, porque lo
primero que me salta a la vista es ese acuerdo entre él y Bosch."
"Después de tres décadas se han desclasificado los documentos que
corroboran exactamente lo que dije y más, porque entonces no se sabía
que el gobierno estadounidense tenía noticias de que se iba a volar el
avión, donde murieron esas 73 personas y no se lo comunicó a nadie, no
se lo participó a Cuba, permitió el crimen.
"Muchas veces me siento como un testigo del crimen, porque a mí
Bosch me lo contó todo en un momento de rabia y después lo hizo
tranquilamente como un criminal que no siente el más absoluto
remordimiento por lo que ha hecho, que no se arrepiente de nada.
"Si fuese necesario que yo testificara ante algún tribunal por esta
causa, lo haría con gusto. Yo soy testigo, lo repito. Estos muertos me
han acompañado durante 30 años y eso ha marcado mi vida."