CRIMEN DE BARBADOS. Aniversario 30. |
A Angelina le mataron su sinsonte en pleno vuelo
JOSE ANTONIO FULGUEIRAS
RANCHUELO.—El hijo de Angelina Valdés fue
derribado del aire y de la vida cuando predicaba solo amor y ternura
por el cielo.
Los enemigos de los sueños pusieron dos bombas homicidas en el
avión, que él también tripulaba, cargado de espadachines victoriosos
que regresaban a su patria, tras ganar todas las medallas de oro
puestas en disputa en el Campeonato Centroamericano y del Caribe de
esgrima.
Angelina
recibió la noticia que le pareció increíble en una tarde del 6
octubre de 1976. El que vino con la confidencia sabía que la vieja
no iba a creer que el avión de Angel Tomás se fuera a desplomar así
como así sobre el mar, pues ella lo sabía capaz de aterrizar hasta
en la palma de su mano. Entonces, con la tristeza reflejada en el
rostro, le dijo para que lo entendiera: "Angelina, a su hijo se lo
asesinaron en el aire".
Y Angelina lloró desconsoladamente la pérdida de su retoño
mimado, la de su nuera Marlene González, aeromoza de la tripulación,
y la de Wilfredo Pérez, capitán de la nave, el amigo del barrio. Y
sollozó también, con las madres de las otras 70 personas que a dos
millas del aeropuerto de Barbados, luego de estallar el avión en
pleno vuelo, se hundieron para siempre en el mar incrédulo.
La injusticia tembló días después con las palabras vibrantes del
Fidel y el llanto indignado del pueblo. Cuba sufría otro ataque
terrorista alentado por el imperialismo. Los nombres impúdicos de
Freddy Lugo, Hernán Ricardo, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch
saltaron repudiados de boca en boca. Sin embargo, no hubo justicia
para los criminales. Y no han pagado aún por matar en el aire 73
palomas indefensas.
Desde hace más de 9 años, Angelina perdió el control de los pies
y las palabras. Sobre una silla de ruedas, a los 93 años de edad, en
el portalito que da al fondo de su casa une las mañanas con los
atardeceres. Dice su hija Adita que en su delirio mira al cielo y
empieza a mascullar: Angel Tomás, ven Angel Tomás.
Esta casa antes era toda alegría sobre todo cuando el piloto
llegaba desde la Habana con su esposa y sus jaranas. "A él siempre
le gustó hacerle muchas travesuras a mamá. Cuando era chiquito
escondía los zapatos de la casa y cuando mami abría el refrigerador
se los encontraba todos allá adentro. Ella peleaba y él se hacía el
zorrito como si no supiera nada".
"Y varias veces la montó en el avión", me dice Adita y luego
amplía: "Voló con ella desde Cienfuegos hasta La Habana".
"Amaba a su esposa. A él no le tocaba ir en ese viaje, pues había
acabado de llegar de España. Pero Marlene cumplía años en esos días
y él le pidió a su amigo Wilfredo que lo dejara ir de copiloto en
ese vuelo para estar juntos. Fello y él también se querían mucho
porque se criaron aquí en Ranchuelo y fueron a estudiar juntos la
carrera."
La vieja no hace más que mirar para el cielo y la mata del
limonero recién parido. Ella escrutó esos gajos desde que brotaron
las flores blancas que dieron paso a los frutos verdes y pequeños.
El viento a veces se torna como un criminal amparado y sacude sin
permiso los ramajes y lanza al suelo los racimos. A su vida también
se la desgajaron cuando le derribaron a su hijo con vileza. Ella,
como los limones en la tierra, se ha ido secando lentamente y
perdiendo el color de la esperanza.
Nadie tiene derecho a abrigar a un criminal y cubrir de luto a
una familia y a un pueblo honrado. Cerca de aquí vive el viejo Pablo
Pérez, encostrado en sus 75 años de edad y lamentando la pérdida de
su sobrino Wilfredo. "América, su mamá se quedó sola y vive sola.
Desde el crimen ha quedado muerta en vida", enuncia tras los
cristales de sus espejuelos en aumento.
Aquí en Ranchuelo nacieron Angel Tomás Rodríguez Valdés y
Wilfredo Pérez Pérez por los años cuarenta. La tierra ranchuelera
está agradecida en el sitio que ellos germinaron, dice Pedro Pablo.
Angelina ya no mira la televisión, sin embargo aguza los oídos
cuando por estos días desde el aparato, se escucha la voz exaltada
de Angel Tomás cuando en los minutos finales del trágico accidente,
en medio de la agonía, le grita a su amigo: "¡Pégate al agua Fello,
pégate al agua!"