CRIMEN DE BARBADOS. Aniversario 30. |
El golpe más duro a mi familia
Diálogo con la hermana de uno de los laureados esgrimistas,
víctima de aquella vil "estocada" por la espalda, en pleno vuelo
Texto y foto: PASTOR BATISTA VALDES
LAS TUNAS.—Con 44 años de edad, ahora Carlos Leyva
González pudiera ser un destacado entrenador de esgrima en la
Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) de Las Tunas. Y
—desde luego— en tal caso esa escuela no llevara hoy su nombre. Pero
también pudiera ser Comisionado del deporte o quién sabe si hasta
uno de los tantos cubanos que forman como deportistas a niños y
jóvenes en otras partes del mundo...
A simple vista lo anterior pudiese parecer mera suposición. Pero
cerebros enfermos, adictos al terror, tejieron el crimen que hace 25
años (6 de octubre de 1976) terminó haciendo estallar en pleno vuelo
a un avión de Cubana, con 73 inocentes personas a bordo.
Carlos
—al centro— al finalizar una sesión de entrenamiento.
Carlos fue uno de los que devoró el mar, dentro de
la saboteada aeronave, frente a una playa paradójicamente llamada
Paradise (Paraíso), en las costas de Barbados.
NI CON EL TIEMPO SE COAGULA EL DOLOR
"Ha pasado un cuarto de siglo, pero siempre estos
días me ponen extremadamente mal —reconoce Maricela Leyva González,
una de las hermanas de Carlos— me deprimo mucho, sobre todo cada vez
que imagino la explosión del avión en el aire o escucho la
interrumpida comunicación de los pilotos con la torre.
"Es el golpe más duro que ha recibido mi familia —prosigue con
sombrío acento en la voz— Mi mamá quedó traumatizada para siempre;
recuerdo que después no pudo seguir en su trabajo: afirmaba que veía
a mi hermano en la puerta de la oficina, tal y como él acostumbraba
a hacer cuando iba a verla allí. Finalmente mamá murió, con todo ese
dolor por dentro, hace seis años... hizo una trombosis cerebral.
"Mi padre había muerto desde 1979, tres años después del
sabotaje; sufrió un infarto masivo. Tampoco había logrado reponerse
nunca. Recuerdo que antes del viaje a Venezuela, Carlos me pidió que
me sentara sobre la maleta para cerrarla. Mi padre pasó cerca, se
detuvo y le aconsejó dulcemente: Ten cuidado en todo el viaje Carlos
Chicho (como él le decía), mira que el mundo está convulso y
revuelto...
"Mi hermano le respondió que no se preocupara, que la muerte
llega por sí misma en cualquier momento, sin uno buscarla. Y mi
padre se quedó mirándolo así, de una manera muy triste, con una
expresión extraña, como si se estuviera despidiendo de él para
siempre."
¿HASTA CUÁNDO?
El diálogo tiene lugar en la pequeña sala del
hogar: la misma donde cientos de veces Maricela ha dejado todos los
quehaceres pendientes para sentarse a escuchar al hombre que más
admira en este mundo: a Fidel... la misma sala donde por estos días,
a raíz de los últimos sucesos en Estados Unidos, se ha preguntando
hasta cuándo habrá en el mundo terrorismo: ese fenómeno hasta hace
poco tan abstracto y desconocido para miles de madres y familias
norteamericanas que ahora, en cambio, gimen con el pecho desgarrado.
"Estamos invitados —me dice tras liberar un hondo suspiro— a la
tribuna de este sábado. Mi esposo y yo estaremos allí. Aquel día,
hace 25 años, cuando habló Fidel luego del crimen en Barbados,
estábamos juntos en la Plaza mi madre, mi padre y yo. Ahora ya no es
posible, pero será como si estuviéramos todos allí, escuchando lo
que tiene que enseñarnos y decirnos el Comandante en Jefe."
Media un brevísimo intervalo de silencio, al cabo de cual agrega
que para este sábado —triste, pero oportuno para que la injusticia
no deje de temblar— de algún modo estarán espiritualmente allí
también sus hermanos por parte materna y paterna, los demás
familiares y ese hijo suyo, William, nacido precisamente un 6 de
octubre (de 1975) y quien a lo largo de los 26 años que completará
ese día no recuerda haber saboreado jamás —como otros niños— el
placer de una fiesta de cumpleaños...
Y todo porque justamente el día en que el pequeño William se
disponía a celebrar su primer añito, la maldad humana —posada en los
carriles de la muerte y del terror— cobró otras 73 vidas, entre
ellas la de su tío Carlos, a quien ahora él sólo puede alcanzar con
el recuerdo, mirando aquella foto, rodeada siempre de ternura, en lo
alto de la sala del hogar.
Publicado: 6-10-2001
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