(27 de
abril de
2007)
Podólogo, periodista y cuerdo
ALBERTO NÚÑEZ BETANCOURT
Rolando Aniceto Ramos es de esas personas que siempre te
sorprende. Puede ser el relato periodístico de un hecho ocurrido en
La Habana, un acto bien cercano a la magia, montado en estrecha
complicidad con sus hijos Carlos Manuel y José Julián, o un apunte
sobre algunos de sus ancestros, como es el caso.
Durante
PODOCUBA 2007 Rolando Aniceto fue reconocido entre los podólogos más
experimentados del país.
—Mi bisabuelo, don Gabriel José Aniceto, fue el primer
quiropedista titular establecido en la capital cubana.
La frase pronunciada por Rolando motivó estas líneas, justo
cuando centenares de especialistas del mundo intercambiaban acerca
de la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades,
lesiones y malformaciones de los pies, en el Primer Congreso
Internacional de Podología, PODOCUBA 2007, con sede en el Palacio de
Convenciones.
Dicen que soy muchas cosas, pero sobre todo me considero
podólogo, afirma Aniceto en franca defensa a la profesión que lo
tiene atrapado hace 44 años, recién salido de la adolescencia.
En realidad, la Podología no cautivó a Rolando en un primer
momento. Hoy reconoce que aceptó su estudio a regañadientes, por la
exhortación constante del padre: "hazte podólogo, hazte podólogo¼
"
Ahora le resulta inseparable. Me siento complacido, explica,
cuando con mi hacer puedo diagnosticar oportunamente un mal que
desconoce el paciente, y evitar así, por ejemplo, una úlcera o
consecuencias peores. De igual modo lamento el caso de alguien que
me llega tarde.
TRADICIÓN FAMILIAR
El andaluz Don Gabriel llega a La Habana, procedente del oriente
cubano, en 1876. De inmediato establece un consultorio como
quiropedista en la calle Amargura no.99 entre Villegas y Aguacate.
Su prestigio y clientela crecieron rápidamente, al tiempo que la
casa para la consulta y la familia se hizo pequeña (entonces tenía
17 hijos y nadie imaginaba que vendrían otros diez para completar la
prole).
Era muy difícil que entre 27 descendientes Don Gabriel no tuviera
al menos un seguidor. Fueron siete los pedicuros, entre ellos
Enrique Aniceto González quien, con su labor diaria en el local de
Villegas no.253, influyó definitivamente en su nieto Rolando hasta
convertirlo en el continuador de la tradición familiar, interrumpida
antes por la decisión de Rolando (padre) de estudiar una materia
afín: Medicina.
El cuidado de los pies no puede subestimarse —advierte Aniceto—;
se trata de una región importante del cuerpo humano, igual que la
boca, la visión¼ . En consecuencia, hoy
la Podología se reconoce como una disciplina de nivel superior
incluida entre las que integran la carrera de Tecnología de la
Salud. En el mundo gana terreno la tendencia de crear una
especialidad llamada ortopodología.
Alivio de los pies, consuelo del alma. Con esa frase tomada de su
bisabuelo inicia Aniceto su tertulia Tradiciones habaneras para
deleitar a los asistentes con la historia de la Podología en Cuba.
Este encuentro habitual el tercer miércoles de cada mes fue
creado por el periodista e historiador ya fallecido Eduardo Robreño
en La acera del Louvre, en compañía de nuestro entrevistado, quien
lo ha continuado y desde hace dos años lo realiza en la Casa Juan
Gualberto Gómez, ubicada también en su entrañable Habana vieja.
Allí tiene lugar la instrucción, el humor y las más inimaginables
ocurrencias de este hombre que presume de podólogo, de periodista, y
sobre todo de cuerdo. |