(12 de
octubre de
2005)

Memorias de una colina
Convertido en un
centro de primer nivel en el plano operativo, científico y docente,
el Instituto de Meteorología cumple hoy cuatro décadas de fundado
ORFILIO PELÁEZ
pelaez@granma.cip.cu
Cuando hace hoy
justamente 40 años se creó el Instituto de Meteorología en la
loma de Casablanca, donde desde 1908 radicaba el Observatorio
Nacional, muchos vieron en aquel paso una suerte de misión
imposible.
El promedio de efectividad de los pronósticos del tiempo en los últimos años ha oscilado entre el 89% y el 91%, comparable a lo alcanzado por países desarrollados continentales.
Quizás era demasiado
aventurado apostar por el desarrollo de esa costosa ciencia en un
país de pobres recursos y bloqueado que, al triunfo de la
Revolución, solo contaba con dos meteorólogos titulados y siete
estaciones a lo largo de todo el archipiélago cubano.
Pero como bien apunta a Granma
el historiador Luis Enrique Ramos Guadalupe, los impactos de los
huracanes Flora (1963), y Cleo (1964), unido al equipamiento
entregado a la Academia de Ciencias de Cuba por la entonces Unión
Soviética y otros países socialistas para montar al menos
cincuenta estaciones, y la impronta de tener un centro que además
de su labor operativa realizara acciones de investigación y
desarrollo, fueron factores esenciales en el nacimiento de la
entidad.
Así, en agosto de 1965
y por resolución del Ministro de las FAR, el Observatorio Nacional
perteneciente a la Marina de Guerra Revolucionaria pasó a la
Academia de Ciencias de Cuba. Poco después el doctor Antonio Nuñez
Jiménez, presidente de la ACC, dictó la resolución
correspondiente mediante la cual surgió el Instituto de
Meteorología (INSMET), y se nombró al doctor Mario Rodríguez
Ramírez director.
Una de las primeras
tareas asumidas por este eminente científico cubano fue la
creación de la Escuela de Meteorología (INSMET), forja de las
primeras generaciones de especialistas graduados en el país.
CIENCIA CON ROSTRO
INFINITO
Para el doctor Abel
Centella, director científico del INSMET, en estas cuatro décadas
la entidad se ha convertido en un centro de primer nivel en el plano
operativo, investigativo y docente, con aportes importantes al
conocimiento de los fenómenos naturales, el clima del país, y la
influencia de las variables meteorológicas en la agricultura, la
salud y otras esferas.
Con alrededor de 1 200
trabajadores distribuidos entre la sede central, situada en la
colina de Casablanca, en la capital, y los 13 centros provinciales
existentes, incluido el del municipio especial de Isla de la
Juventud, el Instituto pertenece a la Agencia de Medio Ambiente del
Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
Más allá de su
conocida misión en el pronóstico diario del tiempo, y del
seguimiento preciso de los huracanes, la institución muestra
resultados en las investigaciones relacionadas con las causas de la
sequía en Cuba, los posibles impactos del cambio climático en
nuestro archipiélago, los efectos nocivos del ozono troposférico
sobre los cultivos agrícolas, contaminación de la atmósfera,
sistemas de alerta temprana para incendios forestales, el desarrollo
de modelos para prevenir inundaciones costeras, lluvia provocada y
determinación del potencial eólico.
En la actualidad,
precisa Abel, el servicio meteorológico nacional cuenta con 68
estaciones y una red compuesta por ocho radares que cubren todo el
país, de los cuales más de la mitad ya están completamente
automatizados, gracias al ingenio de los propios especialistas
cubanos, en particular de los técnicos e ingenieros del Centro de
Camagüey.
No menos significativa
ha sido la labor del Centro de Automatización, donde la
introducción de avanzadas tecnologías de la Informática y las
telecomunicaciones, aseguran que las observaciones hechas en cada
una de las estaciones lleguen a la sede en Casablanca y a los
centros provinciales para hacer los pronósticos, aseveró.
Muchos han sido los
momentos que han marcado un antes y un después en el trabajo del
Instituto en estos 40 años. Si de hitos se trata, habría que
mencionar, por supuesto, la creación de la propia institución y de
la Escuela de Meteorología, así como la primera foto del satélite
meteorológico recibida el 23 de marzo de 1969.
Tampoco puede faltar el
viaje de especialistas cubanos al centro del huracán Gilbert en
septiembre de 1988, dentro del programa de colaboración científica
con la extinta URSS, la introducción de la Informática en la
confección de los mapas del tiempo en el 2001, la aplicación de
los modelos de mediano plazo (hasta 120 horas) en el pronóstico a
partir del comienzo de los años noventa del pasado siglo, y el
actual proceso de automatización de los radares.
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