(2 de julio de
2005)

Sobre un articulo de José Martí
Vínculos entre la cultura literaria y la científica
ALEXIS SCHLACHTER
El
2 de julio de 1875, los lectores habituales de la Revista Universal,
de México, quedaron sorprendidos por cierto artículo que llevaba
la firma de Orestes. Asombró a todos que el autor pasara de la
temática política a la científica, algo inusual en la prensa de
la época.
Orestes comprende la
sorpresa de sus lectores y al final del artículo que él llama
boletín, esclarece: "...aquí termina este raro boletín: no es de
extrañar la confusión que reina en él; de la guerra que destruye
desciende a la ciencia que crea... Palabras sobre ciencia borran la
impresión desagradable que produce emplear la inteligencia creadora
en ideas sobre destrucción..."
Quienes conocen que
detrás del seudónimo periodístico de Orestes se halla el cubano
José Martí están perplejos. Este joven de apenas 22 años ha
llegado a México no mucho tiempo atrás como abogado graduado en
España y enseguida es reconocido en los salones literarios por sus
amplios conocimientos de la literatura; traductor de una obra de
Víctor Hugo y, desde el 22 de marzo de aquel año, socio destacado
del Liceo Hidalgo. Además, se le reconoce aguzado ingenio e
hidalguía en las lides políticas.
Por eso el hecho de que
Orestes dedique espacio periodístico a las ciencias resulta algo
inesperado e insospechado. Mucho más cuando, a propósito de cierto
libro del investigador azteca Mariano Bárcena, Martí muestra
conocimientos profundos sobre paleontología, temática que, como
él mismo expresa en el artículo citado "... hasta hoy, y hoy mismo
en México, casi desconocida u olvidada".
Pero para el joven ese
asunto científico resulta vital para nuestras tierras ya que "...
La América es, sin embargo, esencialmente necesaria al estudio de
la ciencia nueva, y sin ella nada podrán deducir de cierto sobre la
unidad, identidad y época común de aparición del género
humano...".
Desde su primer
artículo para popularizar las ciencias en Nuestra América, Martí
anduvo siempre por aquella "senda ruda y árida" pues "... los
libros y periódicos científicos hablan de todas estas cosas de
manera que por venir en el dialecto técnico, aprovechan poco a los
que no recibieron su instrucción en tiempos recientes, o se han
dedicado especialmente a este género de estudios. Poner la ciencia
en lengua diaria: he ahí un gran bien que pocos hacen".
Incluso llegó a
encontrar caminos inéditos, sorprendentes y vinculantes entre la
literatura y las ciencias, a tal punto que "...nada sugiere tanta y
tan hermosa Literatura como un párrafo de ciencia". Y en tal
dirección el bardo paradigmático que fue Martí planteará
categóricamente: "...¿qué mayor poesía que a la que a manera de
selva amazónica, va surgiendo ante los ojos a la lectura de un
libro científico en que se revela la grandiosidad, armonía y
espíritu de la naturaleza?"
No será entonces algo
extraño que soñara con escribir obras de divulgación científica
..."Libro de Lectura, con asuntos como estos, en lengua literaria y
forma hábil: Presentación y aplicación de la nueva nomenclatura
química...". Ni que el 2 de marzo de 1895, en su peregrinar de Cabo
Haitiano a Montecristi, Martí llevara consigo "...el segundo
prontuario científico de Paul Bert", y que en una de sus últimas
cartas, dirigida esta a la niña María Mantilla, confesara: "Leo
pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y
dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin
fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad.
Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia". José
Martí fue consecuente con estas ideas y mantuvo espacios
periodísticos dedicados a la popularización de las ciencias desde
aquel 2 de julio de 1875, cuando inició ese camino difícil, pero
necesario y hermoso.
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