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(14 de octubre de
2004)

Sinfonía desafinada
WALKIRIA FIGUEROA
ENRÍQUEZ
A
Magdalena el neurólogo le confirmó que padecía de migraña, que
no podía darle una cura milagrosa, solo un alivio, y le indicó que
en días de crisis reposara en lugar oscuro y sin ruidos, lejos de
sonidos desagradables.
Adolorida recordó su
entorno: al frente Robertico, con su flamante moto roja y el deseo
de que nadie se canse de oírla, por lo que suena el claxon cuando
llega o se va, o simplemente para que sepan que existe. A la
derecha, vive María, quien más que hablar ladra en una jerga
necesitada ya de traducción.
En los altos Rosita hace
sonar estridentemente su equipo de música con el pretexto de la
garantía comercial...
Poco o casi nada deben
saber los vecinos de esta atribulada muchacha sobre la
contaminación sonora y su negativa repercusión sobre la salud.
Tampoco que el hombre tiene que relacionarse con su entorno de forma
racional, para no perjudicarse ni perjudicar a los demás.
En la antigüedad el
filósofo griego Epitecto escribió: "La Naturaleza proveyó al
hombre de dos orejas, pero solo le concedió una lengua, de modo que
podamos oír el doble de lo que hablemos".
Y es que la barahúnda
infernal puede causar deterioro en nuestra capacidad para percibir
los sonidos del ambiente, además del daño irreparable al
equilibrio, el cual nos permite estar de pie y caminar erguidos.
La contaminación sonora
es causa de alteraciones en el sistema nervioso, y de enfermedades
psicosomáticas como dolores de cabeza, malas digestiones,
irritabilidad, estrés... cuyo origen puede achacarse a la
exposición a altos niveles de intensidad del sonido.
La Organización Mundial
de la Salud considera el límite superior de tolerancia de ruido en
50 decibeles. Por encima de esa cifra se pueden producir lesiones en
el oído, órgano que de estar sometido continuamente a esas
condiciones puede perder su capacidad auditiva o envejecer
prematuramente, o sea, que una persona de 40 años puede tener un
oído con una edad de 60 años.
En nuestro país existen
leyes encaminadas a contrarrestar los nocivos efectos de los ruidos
estridentes que provocan personas y entidades. Ejemplos: La Ley 81
del Medio Ambiente; o el Decreto 141-88, de Contravenciones del
Orden Interior; el Código de Vialidad y Tránsito, que prohíbe a
los conductores el uso sin justificación de claxons, sirenas,
silbatos o equipos de audio a un volumen que moleste e impida su
buena actuación como chofer.
En el artículo La
contaminación sonora el destacado científico cubano Antonio
Núñez Jiménez plantea que "para nosotros fue muy significativo
que, al discutirse en 1980 la Ley del Medio Ambiente y de los
Recursos Naturales en nuestra Asamblea Nacional del Poder Popular,
el tema de la contaminación sonora no motivó ninguna intervención
entre los diputados. Sin embargo, 17 años después, al ponerse a
discusión la nueva Ley del Medio Ambiente, fue el único tema que
se debatió, después del arduo trabajo de las comisiones
preparatorias".
Y continúa: "El debate
sobre la contaminación sonora demostró, sin duda, que en el lapso
entre la primera y la segunda ley, la sociedad cubana había ganado
conciencia de uno de los males que la aquejan".
La contaminación
acústica debida al ruido es un grave problema medioambiental que
perjudica la vida en las sociedades contemporáneas, sobre todo si
se considera que los niveles de sonido superiores a una determinada
intensidad pueden causar daños físicos.
Evitar la sinfonía
desafinada de los ruidos que molestan a los vecinos, también es un
asunto de educación y respeto, no solo de leyes constantemente
violadas u olvidadas.
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