La búsqueda de cada uno de esos detalles que permite reconstruir
paso a paso las diferentes etapas del desarrollo urbano y las
costumbres prevalecientes en la antigua Villa de San Cristóbal de La
Habana, centra buena parte de las investigaciones hechas por el
Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad,
en sus veinte años de labor.
Uno de los hallazgos más interesantes de los últimos tiempos
ocurrió en la calle Mercaderes 162, esquina a Lamparilla, donde en
medio de las obras de restauración del inmueble apareció
fortuitamente un hueco con basura del siglo XVI.
VENTANA AL PASADO
Para el arqueólogo Róger Arrazcaeta Delgado, director del
mencionado Gabinete de Arqueología, se trata del sitio arqueológico
más importante de esa centuria descubierto hasta el presente, por la
magnitud y novedad de los restos de la cultura material encontrados
allí, y el buen estado de conservación de la mayoría de los objetos.
"Al principio dudamos sobre el uso primario de este hueco, pues
podía ser un hoyo abierto para verter basuras domésticas, o una
cantera de extracción de roca caliza y tierra, rellenada luego con
desechos de la actividad humana. En aquella época ambas prácticas
eran comunes entre los habitantes de la Villa de San Cristóbal."
Ello explica la presencia de esos huecos o cortes en el subsuelo
en muchos puntos de La Habana Vieja en los cuales hemos trabajado.
Tras analizar la estratigrafía del terreno y el contenido de los
elementos hallados, llegamos a la conclusión de que era una cantera
que fue cerrada en la segunda mitad del siglo XVI mediante el
depósito de capas de tierra, y basura de más de dos metros de
espesor, señaló el especialista.
Con la paciencia y la habilidad de un artesano, los arqueólogos
del Gabinete excavaron en la casa de Mercaderes 162 durante dos
años. Usaron para ello distintos tipos de cucharas de albañil,
instrumentos de topografía y otras herramientas.
Según precisan Róger y el especialista Osvaldo Jiménez, el sitio
es un verdadero manantial de tesoros arqueológicos, cuyo listado lo
conforman huesos pertenecientes a cuatro especies de palomas, patos,
flamencos, grullas, gallinas, carnero, cerdo, reses, esqueletos de
peces, carapachos de tortugas, mejillones, ostras y otros
ejemplares, que dan fe de los alimentos consumidos por los
pobladores del inmueble y zonas aledañas en el siglo XVI.
Dentro de las novedades más atractivas sobresale el primer
reporte para toda el área del Caribe de la presencia de restos del
pato doméstico, la gran talla del ganado vacuno introducido desde
España (por las características del pasto el de Cuba tuvo mayor
tamaño con respecto a las demás muestras estudiadas del siglo XVI en
América Latina), y el descubrimiento de un cuerno casi completo de
venado, que constituye la evidencia más temprana de esa especie en
nuestra región.
La relación de hallazgos incluye, además, miles de tiestos
correspondientes a más de treinta tipos de cerámicas que datan del
periodo de 1519 a 1600, entre ellas mayólicas italianas y españolas,
del tipo Montelupo Azul sobre Blanco, y Santo Domingo Azul sobre
Blanco, respectivamente.
También proyectiles de arcabuces, botijas, porcelana de la
dinastía Ming, artículos de uso personal como sortijas de hilos de
oro, pendientes de azabache para proteger a los niños contra el "mal
de ojos", amuletos, alfileres, hebillas, botones, dados de hueso, y
hasta monedas españolas de los reinados de Carlos II y Juana, y de
Felipe II.
Resulta significativa la presencia de un amplio número de las
denominadas Cerámicas de Tradición Aborigen, empleadas con fines
culinarios y supuestamente hechas por los pocos indios que vivían en
San Cristóbal de La Habana, y los asentados en el poblado de
Guanabacoa, durante los siglos XVI al XVIII.
Sin concluir aún las excavaciones arqueológicas en el edificio
que acogió durante una parte del siglo XIX a la célebre Ferretería
de Isasi, destruida por un voraz incendio el 17 de mayo de 1890, la
casa de Mercaderes 162 es hoy un vivo retrato del pasado colonial de
la ciudad.