Señor Presidente:
Si esta no fuera la Comisión de la mentira y la
hipocresía, nos resultaría difícil creer lo que está ocurriendo
hoy. Estados Unidos, el mayor y más contumaz violador de los
derechos humanos en el mundo, nos acaba de presentar un ridículo
papel que, aunque nada dice, permite, simplemente por su título,
"Situación de los derechos humanos en Cuba", singularizar
injusta y discriminatoriamente a mi país.
En la farsa de Ginebra parece que todo es posible.
Hay, sin embargo, un hecho cierto. El Imperio ha tenido que quitarse
de una vez por todas la máscara. Ya no pudo encontrar a un lacayo
de turno que le hiciera el trabajo sucio. Su desprestigio es tan
mayúsculo, su falta de credenciales éticas es tan manifiesta, y su
orfandad de argumentos es tan clara, que han tenido que asumir con
mano propia este bochornoso ejercicio.
Aún así, ya han pasado los tiempos en que podían
endosar en sus textos anticubanos cuanta mentira se fabricaba en
Washington y Miami. Una tras otras sus mentiras han ido a parar al
vertedero de la historia. Se estrellaron siempre contra al acero de
nuestra resistencia, contra nuestra voluntad indoblegable de luchar
y vencer.
Hoy nos apena el triste papel de sus cómplices. La
Unión Europea, claudicante y servil, no puede articular una
política independiente de su poderoso y temido aliado; además,
ahora suma entre sus filas a los otrora países socialistas, que
pasaron de una órbita satelital al satelitalismo global y que, como
caballos de Troya, actúan dentro de la llamada Unión al servicio
de la gran potencia.
Señor Presidente:
Mientras la credibilidad y el prestigio de esta
Comisión son cada día más cuestionados, mientras la
politización, la selectividad y los dobles raseros la desacreditan
cada día más, fuera de esta sala los pueblos del mundo y lo mejor
de la intelectualidad mundial levantan su voz para defender a Cuba,
para alertar sobre los planes del Imperio y denunciar sus atroces
crímenes. Esos son los que cuentan, porque luchan por un mundo
mejor.
En el manifiesto "Detengamos una nueva maniobra
contra Cuba" más de cuatro mil firmas de todas partes del
mundo avalan el llamado de artistas, maestros, escritores,
periodistas, activistas sociales y defensores de los derechos
humanos, incluidos seis Premios Nobel. Los firmantes solicitan a los
Gobiernos de los países aquí representados "que no permitan
que la Comisión sea utilizada para legitimar la agresividad
anticubana de la administración Bush, en momentos en que la actual
política belicista de Washington hace previsible una eventual
escalada de muy graves consecuencias".
Ellos representan la voz de ese mundo posible por el
cual luchamos. Ellos nos dan nuevas fuerzas en nuestros empeños,
porque demuestran que no estamos solos, que suman millones los que
nos apoyan y se apoyan también en nuestra resistencia, y ven en
Cuba un ejemplo de dignidad e hidalguía, porque jamás hemos
renunciado a nuestros principios, porque jamás hemos traicionado al
amigo y porque creemos firmemente, como nos enseñó José Martí,
el Apóstol de nuestra independencia, que "Patria es
Humanidad".
Señor Presidente:
Todos aquí sabemos que en esta Comisión se intenta
estigmatizar a Cuba por su irreductible rebeldía contra el injusto
orden mundial imperialista, por la defensa inclaudicable de nuestra
independencia y soberanía, y por la decisión de construir nuestro
propio camino sin aceptar injerencias externas.
Es por el ejemplo que resulta de nuestra democracia
verdaderamente participativa y popular; es por el ejemplo de
nuestras conquistas y por nuestros índices de educación, salud,
pleno empleo y justicia social para todos, a pesar del más cruel y
prolongado bloqueo que ha debido sufrir pueblo alguno a lo largo de
la historia. Es también por el ejemplo de brindar solidaridad, de
compartir lo que tenemos con los que nada tienen en este mundo.
Son estas y no otras las razones que explican la
enfermiza obsesión de sucesivas administraciones estadounidenses y
sus protegidos grupos extremistas y terroristas de origen cubano en
Miami. Durante ya más de 45 años, nuestra pequeña isla rebelde,
se ha tenido que enfrentar a la más poderosa potencia de los
tiempos modernos. El imperialismo norteamericano ha recurrido a
todas sus armas contra la Revolución Cubana: invasiones
mercenarias, terrorismo de Estado, guerra biológica y
radiolectrónica, incontables planes de asesinato de sus principales
líderes, fabricación de una quinta columna de asalariados a su
servicio, y un bloqueo genocida que intenta rendirnos por hambre y
enfermedades.
Cuba es, pues, un pequeño país al que se impone
una guerra política, económica y mediática sin tregua alguna; es
también una trinchera de las ideas y los sentimientos más justos y
nobles. Es por eso que Estados Unidos trata de someternos y negarnos
el derecho a ser libres.
Señor Presidente:
El gobierno de Estados Unidos no tiene la más
mínima calificación moral para hablar sobre Cuba ni sobre ningún
otro país en esta sala. Todos sabemos que es una camarilla fascista
que aterroriza al mundo, que ha proclamado para sí el supuesto
derecho de intervenir y librar la "guerra preventiva" en
60 o más países, de recurrir al asesinato de líderes extranjeros,
de consumar la política de "cambio de régimen", y de
legalizar de facto la tortura contra los prisioneros.
¿Qué moral puede tener para condenar a Cuba el
país que hoy recibe en su territorio a Luis Posada Carriles, que ha
sido calificado en los propios Estados Unidos como el terrorista
más peligroso del Hemisferio? ¿Cómo puede arrogarse el derecho de
juzgar a Cuba el gobierno que no ha sido siquiera capaz de
responderle a Cuba si ese connotado terrorista, que fuera detenido
en Panamá por preparar un atentado contra la vida del Presidente de
la República de Cuba y fraudulentamente indultado por la Entonces
Presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, en agosto de 2004, se
encuentra en territorio norteamericano? ¿Por qué el gobierno de
Estados Unidos somete a las más crueles condiciones carcelarias, a
cinco jóvenes cubanos, luchadores contra el terrorismo, mientras
acoge y da abrigo a los más connotados terroristas, responsables de
los más graves crímenes, como lo hizo antes con otros tres
terroristas cómplices de Luis Posada Carriles? ¿Cómo es posible
que los países de la culta Europa, que se consideran paradigma de
la defensa de los derechos humanos, sean capaces de copatrocinar un
engendro en el que ni ellos mismos creen, mientras no dicen una sola
palabra sobre el refugio que el gobierno de Estados Unidos brinda al
terrorista que ha asesinado a decenas de cubanos, arrancándoles su
derecho humano primario y fundamental: el derecho a la vida? ¿No es
esa la prueba más patente de doble moral de la que esta Comisión
puede ser testigo?
Los círculos de poder en Estados Unidos han
demostrado ser los peores violadores de los derechos humanos en todo
el mundo, con su historial probado de guerras de agresión y
conquista; con los bombardeos indiscriminados de sus "armas
inteligentes" contra poblaciones civiles, escuelas y
hospitales; con la aplicación abusiva de la pena de muerte; con sus
cacerías de inmigrantes mexicanos y latinos en la frontera del Río
Grande; con su racismo endémico y estructural que afecta a su
propia población afroamericana e indígena, víctimas principales
de su siniestro sistema penitenciario.
El gobierno de George W. Bush, que ha hecho de
Guantánamo un centro internacional de torturas, de Abu Ghraib un
infierno de crímenes y vejámenes, y de Faluya una ciudad arrasada
en el corazón de la antigua civilización mesopotámica, no posee
la más mínima autoridad para erigirse en implacable fiscal de
terceros.
El Sr. Bush también tiene un plan para Cuba. Bien
lo sabe el pueblo cubano. Se trata de un verdadero catálogo de
cómo quitarle los derechos conquistados: la democracia verdadera,
la libertad, la dignidad, la educación, la salud, la vivienda, las
tierras y la seguridad social. Pero nosotros tenemos otro plan.
Tenemos claro nuestro destino. Sabemos por qué luchamos y qué es
lo que queremos: una patria libre e independiente, una sociedad cada
vez más justa, culta y democrática, más socialista. Y como
revolucionarios que somos, eternos inconformes con nuestra propia
obra, seremos capaces de seguirla defendiendo y perfeccionando. Ya
lo estamos haciendo.
Cuba no se cansará de luchar. No se rendirá. No
hará jamás concesiones. No apagará nunca su voz, ni tan siquiera
en esta Comisión de los poderosos, donde repugnan tanta
hipocresía, miedos y complicidades. Estaremos siempre junto a los
que no se resignan, a los que apuestan por el valor de las ideas y
los principios, a los que no renuncian al sueño de conquistar toda
la justicia para todos en un mundo mejor.
Muchas Gracias.
Ginebra, 14 abril de 2005