No hay disfrute
real de los derechos humanos si no hay igualdad y equidad
Discurso
pronunciado por el compañero Felipe Pérez Roque, ministro de
Relaciones Exteriores, ante el Segmento de Alto Nivel del 61er Período
de Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos. Ginebra, 16 de
marzo de 2005
Excelencias:
La
Comisión de Derechos Humanos —pese a los esfuerzos de los que
creemos honestamente en su importancia y batallamos por hacerla
regresar al espíritu de respeto y cooperación de sus
fundadores— ha perdido legitimidad. No es creíble. Permite la
impunidad de los poderosos. Está maniatada. Abundan la mentira,
los dobles raseros y los discursos vacíos de los que, mientras
disfrutan su opulencia, derrochan y contaminan, miran para otro
lado y simulan no ver cómo se les viola a millones de seres
humanos el derecho a la vida, el derecho a la paz, el derecho al
desarrollo, el derecho a comer, a aprender, a trabajar; en fin, el
derecho a vivir con decoro.
Todos sabíamos que la
Comisión de Derechos Humanos era víctima de la manipulación política
de sus trabajos, debido a que el Gobierno de Estados Unidos y sus
aliados han usado a la Comisión como si fuera su propiedad
privada, y la han convertido en una suerte de tribunal inquisidor
para condenar a los países del Sur y, especialmente, a los que se
oponen activamente a su estrategia de dominación neocolonial.
Pero en el último año
ocurrieron dos acontecimientos que cambian la naturaleza del
debate que sostendremos en estos días.
El primero, fue la
negativa de la Unión Europea a copatrocinar y votar a favor del
proyecto de resolución que proponía investigar las masivas,
flagrantes y sistemáticas violaciones de los derechos humanos que
todavía hoy se cometen contra más de 500 prisioneros en la base
naval que Estados Unidos mantiene, contra la voluntad del pueblo
cubano, en la Bahía de Guantánamo. La Unión Europea, que
siempre se opuso a las mociones de no acción, esta vez estaba
dispuesta a ser quien la presentara para evitar siquiera una
investigación contra su aliado. Era el colmo de la hipocresía y
la doble moral. ¿Qué hará este año, después de publicarse las
horrorosas imágenes de las torturas en la cárcel de Abu Ghraib?
El segundo hecho fue
la publicación del informe presentado por el "Grupo de alto
nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio",
establecido por iniciativa del Secretario General de Naciones
Unidas. En él, se afirma categóricamente que "la Comisión
no puede ser creíble si se considera que aplica dos medidas
distintas cuando se trata de cuestiones de derechos humanos".
¿Cabría esperar entonces que los representantes de Estados
Unidos y sus cómplices hagan autocrítica ante este plenario y se
comprometan a trabajar con nosotros —los países del Tercer
Mundo— para rescatar a la Comisión de Derechos Humanos del
descrédito y la confrontación?
Señor Presidente:
La garantía del
disfrute de los derechos humanos hoy depende de si se vive en un
país desarrollado o no y depende, además, de la clase social a
la que se pertenezca. Por eso, no habrá disfrute real de los
derechos humanos para todos mientras no conquistemos la justicia
social en las relaciones entre los países y dentro de los propios
países.
Para un grupo pequeño
de naciones aquí representadas —Estados Unidos y otros aliados
desarrollados— el derecho a la paz ya está conquistado. Siempre
serán los agresores y nunca los agredidos. Su paz descansa en su
poderío militar. También ya conquistaron el desarrollo económico,
basado en expoliar las riquezas de los demás países pobres,
otrora colonias, que sufren y se desangran para que aquellos
derrochen. Sin embargo, dentro de esos países desarrollados, y
aunque parezca increíble, los desempleados, los inmigrantes, los
pobres no disfrutan los derechos que sí tienen garantizados los
ricos.
¿Puede un pobre en
Estados Unidos ser elegido Senador? No, no puede. La campaña
cuesta, como promedio, 8 millones de dólares. ¿Van los hijos de
los ricos a la injusta e ilegal guerra en Iraq? No, no van.
Ninguno de los 1 500 jóvenes norteamericanos que han caído en
esa guerra era hijo de un millonario o de un ministro. Los pobres
mueren allí defendiendo los intereses privilegiados de una minoría.
Si se vive en un país
subdesarrollado la situación es peor, porque es la inmensa mayoría
la que, pobre y desposeída, no puede ejercer sus derechos. Como
país no tiene derecho a la paz. Puede ser agredido bajo la
acusación de que es terrorista, de que es un "reducto de la
tiranía" o bajo el pretexto de que va a ser
"liberado". Se le bombardea y se le invade para
"liberarlo".
Tampoco el Tercer
Mundo —más de 130 países— puede ejercer el derecho al
desarrollo. Más allá de sus esfuerzos, el sistema económico
impuesto al mundo lo impide. No tienen acceso a los mercados, a
las nuevas tecnologías, son maniatados mediante una deuda onerosa
que ya han pagado más de una vez. Solo tienen derecho a ser países
dependientes. Se les hace creer que su pobreza es el resultado de
sus errores. Dentro de esos países, los pobres e indigentes, que
son la mayoría, no tienen siquiera derecho a la vida. Por eso
mueren cada año 11 millones de niños menores de cinco años, una
parte de los cuales pudiera salvarse apenas con una vacuna o unas
sales de rehidratación oral, y mueren también 600 mil mujeres
pobres en el parto. No tienen derecho a aprender a leer y
escribir. Sería peligroso para los dueños. Se les mantiene
ignorantes para mantenerlos dóciles. Por eso avergüenzan hoy a
esta Comisión casi mil millones de analfabetos en el mundo. Por
eso, en América Latina sufren cruel explotación 20 millones de
niños que trabajan cada día en vez de ir a la escuela.
El pueblo cubano cree
fervientemente en la libertad, la democracia y los derechos
humanos. Le costó mucho alcanzarlos y conoce su precio. Es un
pueblo que está en el poder. Es su diferencia.
No puede haber
democracia sin justicia social. No hay libertad posible si no es
sobre la base del disfrute de la educación y la cultura. La
ignorancia es el pesado grillete que atenaza a los pobres. ¡Ser
cultos es el único modo de ser libres! —esa es la máxima
sagrada que los cubanos aprendimos del Apóstol de nuestra
independencia.
No hay disfrute real
de los derechos humanos si no hay igualdad y equidad. Los pobres y
los ricos no tendrán jamás iguales derechos en la vida real,
aunque estén proclamados y reconocidos en el papel.
Eso es lo que los
cubanos comprendimos hace ya tiempo y por eso construimos un país
distinto. Y solo estamos empezando. Lo hemos hecho pese a las
agresiones, al bloqueo, a los ataques terroristas, a las mentiras
y a los planes para asesinarnos a Fidel. Sabemos que eso molesta
al imperio. Somos un ejemplo peligroso: somos un símbolo de que
solo en una sociedad justa y solidaria —es decir, socialista—
puede haber posibilidad de disfrute de todos los derechos para
todos los ciudadanos.
Por eso, el Gobierno
de Estados Unidos nos trata de condenar aquí en la Comisión de
Derechos Humanos. Teme nuestro ejemplo. Es fuerte en lo militar
pero débil en lo moral. Y la moral, no las armas, es el escudo de
los pueblos.
Quizás este año el
Presidente Bush encuentre algún gobierno latinoamericano —de
los pocos dóciles que van quedando— para que presente la
consabida resolución contra Cuba. O quizás retorne a un gobierno
de Europa Oriental al estilo del checo, que disfruta como nadie su
condición de satélite de Washington y caballo de Troya dentro de
la Unión Europea, o quizás la presente el propio Gobierno de
Estados Unidos, que a esta hora chantajea, amenaza y cuenta los
apoyos para saber si logrará la condena de Cuba.
Todo el mundo sabe en
esta sala que no hay razón para presentar una resolución contra
Cuba en esta Comisión. No hay en Cuba, ni ha habido nunca en los
46 años de Revolución, una ejecución extrajudicial, un
desaparecido, ¡uno solo! ¡Que presente alguien el nombre de una
madre cubana que busca todavía los restos de su hijo asesinado!
¡O el de una abuela que busca a su nieto entregado a otra familia
tras el asesinato de sus padres! ¡Que se presente aquí el nombre
de un periodista asesinado en Cuba, y en América Latina fueron
asesinados, solo en el 2004, 20 periodistas! ¡Que se presente el
nombre de un torturado! ¡Uno solo! ¡Que se presente el nombre de
un preso vejado por sus carceleros, un prisionero puesto de
rodillas, presa del terror, ante un perro entrenado para matar!
Excelencias:
El Presidente Bush
tiene un plan para Cuba, pero los cubanos tenemos otro plan. Los
cubanos tenemos claro nuestro rumbo. Y nadie nos apartará de él.
Construiremos una sociedad aún más justa, más democrática, más
libre y más culta. En fin, más socialista.
Y lo haremos aunque el
Presidente Bush nos amenaza con la agresión, con volver a Cuba a
la condición de colonia, con quitarles a los cubanos sus casas,
sus tierras y sus escuelas, para devolverlas a los antiguos dueños
batistianos que regresarían de Estados Unidos. Lo haremos, pese a
su plan de privatizar la salud y convertir a nuestros médicos en
desempleados; lo haremos pese al plan de privatizar la educación
y hacerla accesible solo a la élite, como en el pasado; lo
haremos pese al plan de entregar a precio de remate nuestras
riquezas y el patrimonio de todo el pueblo a las transnacionales
norteamericanas. Pese al plan de quitarles sus retribuciones a
nuestros jubilados y pensionados para obligarlos a volver a
trabajar, según el llamado Plan "para la asistencia a una
Cuba libre".
El pueblo cubano tiene
derecho a defenderse de la agresión y lo hará. Y debo decirlo
claramente: no permitiremos en Cuba la formación de
organizaciones y partidos de mercenarios financiados y al servicio
del Gobierno de Estados Unidos. No permitiremos periódicos y
cadenas de televisión financiados por el Gobierno de Estados
Unidos para defender entre nosotros sus políticas de bloqueo y
sus mentiras. En Cuba, la prensa, la radio y la TV son propiedad
del pueblo y sirven y servirán a sus intereses.
No cooperaremos con la
Representante del Alto Comisionado ni con la espuria resolución
que le da origen. ¿Por qué no se nombra a tan prestigiosa
jurista Representante Especial del Alto Comisionado para la Base
Naval de Guantánamo? ¿Por qué no se le pide investigar las
flagrantes violaciones a sus derechos que sufren cinco valerosos y
puros jóvenes cubanos presos en cárceles de Estados Unidos y sus
familias? Porque no se puede. Porque se trata de violaciones de
Derechos Humanos cometidas por los Estados Unidos y este es un
intocable. Contra la pequeña Cuba sí, pero contra Estados Unidos
no.
Pero Cuba no se cansará
de luchar, Excelencias. Ni se rendirá. Ni hará concesiones, ni
traicionará sus ideales.
¡Y veremos si puede
ser derrotado un pueblo libre, culto y unido! ¡Veremos si se
puede derrocar a un Gobierno del pueblo, cuyos líderes caminan
entre el pueblo con la autoridad moral que da la ausencia total de
corrupción y la dedicación plena a sus deberes!
¡Veremos si se puede
engañar a todo el mundo, todo el tiempo!
Excelencias:
La Comisión de
Derechos Humanos que hoy nos convoca refleja el mundo injusto y
desigual en que vivimos. Ya no queda nada en ella del espíritu
fraternal y respetuoso que convocó a sus fundadores, tras la
victoria sobre el fascismo.
Por lo tanto, la
delegación cubana ya no insistirá en que debemos transformar a
la Comisión. Lo que tenemos que cambiar es al mundo. Ir a las raíces.
Una Comisión de Derechos Humanos donde no exista selectividad,
politización, dobles raseros, chantajes e hipocresía solo será
posible en un mundo distinto.
Cuba no lo cree una
quimera, sino una causa por la que bien vale la pena luchar. Por
eso lucha y seguirá luchando.
Gracias.