El sistema carcelario en
Estados Unidos, un buen tema para discutir en la Comisión de
Derechos Humanos de Ginebra
Por Ángel Rodríguez
Alvarez/AIN
Tomado de REBELION,
26-01-2005
Una de las grandes paradojas de esta época es
la situación de los derechos humanos en Estados Unidos,
erigido por obra y gracia divina del presidente George W. Bush
en gran tribunal calificador del tema a nivel planetario.
Al escándalo provocado por las monstruosas
crueldades con los presos en la cárcel de Abu Ghraib,
reanimado ahora con nuevas revelaciones, se suma el
mantenimiento de 550 personas en virtual limbo jurídico, en
la ilegal Base Naval en Guantánamo.
Este más de medio millar de supuestos
combatientes talibanes, sometidos a similares maltratos y
condiciones infrahumanas, se encuentran allí no obstante los
apuros, presiones y mentiras a que se vieron precisadas las
autoridades norteamericanas para impedir la discusión de la
denuncia presentada por Cuba durante las sesiones de la
Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, (CDH), el pasado
año.
Pero nada de esto debe causar asombro. El
empleo de tales métodos deviene perfectamente coherente con
el discurso político de la actual Administración
norteamericana, caracterizado por doctrinas agresivas y un
tono amenazante, descrito por no pocos políticos y analistas
de retórica fascista.
Las casualidades, como las iniciativas locales
están excluidas de este análisis, por más que Condoleezza
Rice, otros ilustres personeros y el propio mandatario
intenten limpiar sus responsabilidades buscando 'chivos
expiatorios' entre carceleros y sus jefes inmediatos.
Estos, en fin de cuentas, no hacen otra cosa
que cumplir con las ordenanzas 'legalmente establecidas' por
los más altos círculos de poder.
Ahora se sabe que existe una orden emitida por
Bush el 19 de mayo del 2004, autorizando el uso de técnicas
de interrogatorio a prisioneros iraquíes, que incluyen la
privación del sueño, amenazas y ataques con impresionantes
perros entrenados para matar, el uso de capuchas y la
exhibición de los presos desnudos, práctica especialmente
humillante y degradante, aún mas según las concepciones
religiosas predominantes en esa región.
Se conoce también un proyecto para construir
cárceles destinadas a los acusados de terrorismo, los que
podrán ser confinados en ellas por tiempo indefinido sin
recibir asistencia legal, ni ser instruidos de cargo y
presentados a juicio, tal como ocurre en Guantánamo.
Pero acaso ¿todo esto no es coherente con lo
que ocurre en el territorio de la Unión con los propios
ciudadanos del país?
Norteamérica, con el cinco por ciento de los
habitantes del planeta, tiene el 25 por ciento de la
población penal del mundo.
Cerca de dos millones y medio de
norteamericanos, en su mayoría negros, hispanos, árabes y
blancos pobres, se hallan hacinados en establecimientos
penitenciarios que cada vez resultan más insuficientes.
En muchos de estos lugares los reos son
encadenados para cualquier traslado, procedimiento prohibido
por los reglamentos disciplinarios en la inmensa mayoría de
las naciones.
También es común la utilización de armas
paralizantes que pueden llegar a causar la muerte. Algunas,
como los gases con pimienta, producen graves afecciones en las
vías respiratorias y dermatológicas.
3.400 ciudadanos se encuentran desde hace
varios años en pabellones de la muerte esperando ser
ejecutados, de ellos 80 son menores de edad. Entre los
récords de EEUU se encuentra el de poseer el mayor número de
ejecuciones.
Un tercio del total de los jóvenes negros
estadounidenses está en prisión o en libertad condicional.
El confinamiento prolongado en celdas de
castigo es también algo cotidiano. No constituye casualidad
entonces que 17 por ciento de los encarcelados sufran de
enfermedades mentales, adquiridas durante el cautiverio.
El uso de drogas resulta tolerado por las
autoridades mediante sobornos de los jefes de las pandillas
organizadas en los penales, quienes controlan en no pocos
casos los presidios.
Este sistema carcelario, nada alejado de las
escenas descritas por Dante para enseñar el infierno, cuesta
a los contribuyentes norteños 167 mil millones de dólares
cada año, cifra más que suficiente para alcanzar un régimen
modelo, verdaderamente reformador de conductas.
Pero no se puede pedir peras al olmo. Se trata
de un país dirigido por un equipo para el que los derechos
humanos solo son tomados en cuenta como un instrumento para
ser utilizado con interesados fines políticos.
Tiene aquí por ende la Comisión de Derechos
Humanos un buen tema para analizar y hacer una provechosa
contribución a la humanidad, aquejada en no pocos sitios de
elementales derechos a la vida y la dignidad del ser humano.