Un sargento
norteamericano desvela los crímenes que cometen en Iraq
Yo, un marine
asesino de civiles
Patrizia Lombroso
Il Manifiesto
"He
visto el horror de lo que estamos haciendo todos los días en
Irak, he participado en él. Somos sólo asesinos. Matamos
continuamente civiles inocentes irakíes: nada más. Creo que
hay que retirar inmediatamente todos los contingentes
militares extranjeros en Irak. Y se lo digo a los otros
soldados, que, para evitar puniciones o represalias del
ejército, no quieren hablar y admitir que nuestra misión no
es la de matar terroristas sino civiles inocentes". Es
así, a través de una entrevista a Il Manifesto, como
Jimmy Massey de Waynesville, pequeña comunidad de Carolina
del Norte, ha decidido descorrer el velo de silencio que
envuelve la "noble misión" en Irak. Inhabilitado
del cuerpo de marines por razones médicas, ha escrito un
diario, Cowboys from hell, que será publicado a
finales de verano.
¿Cuál era su rango
en Irak?
Era sargento en el
tercer batallón de los marines durante la invasión, en la
primavera de 2003.
¿Cuánto tiempo
permaneció allí?
Desde el 22 de marzo
al 15 de mayo. Cuatro meses de infierno. Me tuvieron que
reenviar a los EE.UU por "stressed disorder". Es el
término usado en la jerga militar para decir que, a causa del
horror visto en la guerra, había perdido el juicio.
¿Estuvo en los
marines muchos años?
Doce.
¿Había estado en
una guerra antes?
Nunca.
Ud. ahora es miembro
del grupo "Veteranos del Irak contra la guerra".
Sí. Fui a Irak
inicialmente con la convicción de tener que eliminar las
armas de destrucción de masa. Sin embargo, pronto mi
experiencia de marine me hizo entender que la realidad era
otra bien distinta. Éramos "vaqueros asesinos".
Matábamos civiles inocentes.
¿Ud. admite haber
matado civiles inocentes?
Sí. Y bastantes.
¿Cómo ocurrió?
Cerca de nuestra
base al sur de Bagdad asaltamos, con todo mi pelotón, a un
grupo de civiles que estaba celebrando una manifestación
pacífica. ¿Por qué? Porque habíamos oído disparos de arma
de fuego. Fue un baño de sangre. No servía ni siquiera el
pretexto de que aquellos civiles pudieran estar comprometidos
en "actividades terroristas", como nuestros
servicios secretos querían hacernos creer. Matamos a más de
treinta personas. Aquella fue la primera vez que tuve que
afrontar el horror de tener las manos sucias de sangre de
civiles. Bombardeada con bombas de racimo, la gente huía y
cuando llegaba a los controles que habíamos preparado con
convoyes armados, las indicaciones que nos daban los servicios
secretos era disparar a los que presumiblemente pudieran
pertenecer a "grupos terroristas".
¿Y vosotros qué
hacíais?
Terminábamos
masacrando a civiles inocentes, hombres, mujeres y niños.
Cuando nuestro pelotón tomó el control de una estación de
radio no hacíamos sino enviar mensajes propagandísticos
dirigidos a la población invitándola a que continuara su
rutina cotidiana, a que mantuviera abiertas las escuelas. Sin
embargo, nosotros sabíamos que las órdenes que había que
cumplir eran "buscar y destruir", irrupciones
armadas en las escuelas, en los hospitales, donde podían
esconderse los "terroristas". En realidad, eran
trampas tendidas por nuestros servicios secretos, pero
nosotros no debíamos tener en cuenta las vidas de civiles que
pudiéramos matar durante estas misiones.
¿Ud. admite que
durante su misión cumplió ejecuciones de civiles inocentes?
Sí. También mi
pelotón abrió el fuego contra civiles, también yo maté
inocentes. También yo soy un asesino.
¿Cómo reaccionó,
después de estas operaciones, pensando en los inocentes que
había matado?
Durante un tiempo
seguí adelante negándome a mí mismo la realidad de ser un
asesino y no un soldado que sabe distinguir lo justo de lo
injusto, luego, un día al despertarme por la mañana me vino
a la cabeza un joven, que se salvó milagrosamente a la
masacre de los pasajeros de su coche, que, gritando, me
preguntaba: "¿Pero por qué has matado a mi
hermano?". Se convirtió en una obsesión. Perdí el
control de mi equilibrio psíquico. Era incapaz de moverme, de
hablar, me quedaba con la mirada perdida, fija en la pared,
aterrorizado.
¿Qué medidas
tomaron sus superiores?
Durante tres
semanas, en Irak, me hincharon a antidepresivos, fármacos
psicotrópicos. Es su tratamiento de urgencia para estos casos
de "estrés traumático", cuando a los soldados les
asalta este rechazo de matar.
¿Su entrenamiento,
en EEUU, no les convierte en la unidad más violenta y
agresiva utilizada por el Pentágono?
Sí. En el programa
denominado "boot camp", cada uno de nosotros es
sometido a técnicas de "deshumanización" y de
"desensibilización a la violencia". Pero a mí
jamás de dijeron que esto quisiera decir matar a civiles
inocentes.
Tres semanas
inmovilizado con antidepresivos en Irak. ¿Y después?
No sabiendo qué
hacer, decidieron repatriarme. Ahora soy un discapacitado,
inhabilitado por el ejército con "exoneración
honorable" (honorable discharge).
¿Hay otros en sus
condiciones?
Muchos. Y están
todavía en el frente. Les atiborran de antidepresivos y
después les vuelven a enviar a combatir. Es un problema que
ha adquirido dimensiones preocupantes, pero no se debe hablar
de ello en ambientes militares. En 2004, 31 marines se
quitaron la vida, 85 cometieron intentos de suicidio. La
mayoría de quienes prefirieron quitarse la vida antes que
seguir matando es menor de 25 años, y el 16% no tiene más de
20 años.
www.ilmanifesto.it
Tomado de: www.rebelion.org
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