Querido Martí:
Disculpa la tardanza con que te escribo esta carta. Hace mucho
tiempo te la debía, o mejor dicho, te la debíamos, porque me atrevo
a asegurar que otros como yo, que tanto hemos hablado de ti, también
querrían escribirte.
No nos conocisteis pues no lo permitieron el tiempo de siglos que
media entre nosotros y las leyes de la naturaleza que son
inviolables.
Sin embargo, Maestro, tu siempre estás entre nosotros: en el niño
que con pañoleta azul o roja canta tus poemas, lee tus versos a la
sombra de una palma, en el joven que siembra una planta, que bate
banderas por la paz, que salva una vida en esa Patria que es la
humanidad, que salva también un alma de esa plaga que es la
ignorancia, que marcha con una antorcha en busca de la Fragua para
decir con sus himnos, con sus manos, con sus pasos fuertes y seguros
que aún la libertad está ardiendo en el mundo. Esa libertad por la
que tanto has dado, por la que tanto sufriste.
Estás en esos jóvenes héroes que en las entrañas del monstruo,
enfrentan injustas condenas porque defendían la soberanía de esta
tierra que fue tu cuna. Héroes de esta generación que aman tu
prédica, que enarbolan tus ideas como arma insustituible e
invencible.
Decías "Esos son héroes; los que pelean para hacer a los
pueblos libres, o los que padecen en pobreza y desgracia por
defender una gran verdad"
Has estado en cada generación de cubanos, de americanos, de esa
América tuya que va desde el Bravo a la Patagonia.
Estuviste en la mente y el corazón de ese joven que murió abatido
en esa primera marcha de las antorchas en el año de tu centenario.
Estuviste en el Moncada, en el Granma, en la Sierra, en Girón, en
cada batalla emprendida por este pueblo rebelde encabezado por el
más aventajado de tus discípulos, nuestro Fidel.
Nadie podrá hablar de ausencia, nadie puede decir olvido, mi
querido Maestro, porque los hombres como tú tienen un lugar eterno
en la historia de la Patria.
Un día también dijiste que "…los Muertos son un canto a la
vida y los vivos un templo donde honrarlos"
Cada cubano honesto, cada verdadero patriota te venera día a día,
te siente, te piensa, te adora y te ofrenda sus modestos esfuerzos
para construir un mundo mejor.
Mi Maestro, que difícil me es plasmar en una blanca hoja de papel
mis ideas, mis sentimientos.
Mis palabras son pálidas, insignificantes, cuando tratan de
hablarte.
Solo me reconforta saber que en mi corazón fluyen con vehemencia
los más nobles sentimientos que me inculcaste a través de tus
cartas, de tus poemas, de tus historias, de tus crónicas.
He tenido la suerte de pararme ante la estatua de Bolívar, de
caminar por tu casa natal, de visitar tu morada en Caracas y
trataba, cerrando los ojos, de verte allí.
Mi querido Martí, quiero terminar esta sencilla carta
agradeciéndote tu existencia, agradeciéndote tus enseñanzas,
agradeciéndote el espíritu de lucha y de fe en el mejoramiento de
los hombres que nos dejaste.
Soy un cubano que ama a su Patria y como tu mismo nos dejaste
escrito: "El cubano es capaz del amor, que hace perdurable la
libertad."
Tu alumno,
Luis