Querido Fidel:
Nací en el estado de Minas Gerais, en Brasil. Yo tenía apenas
unos meses cuando mi madre fue, como miles de personas, a otro
estado tratando de buscar la suerte. Fuimos a Sao Paulo, donde viví
hasta los 22 años. Mi madre me crío sola. Mi infancia no fue
caracterizada por lujos. Vivíamos en un barrio pobre, con una casa
que no tenía siquiera un baño dentro de sus interiores. Me acuerdo
de haber estado sola en la casa mientras mi mamá, maestra de la
enseñanza primaria, salía a cumplir su gloriosa labor de enseñar a
los niños. Era, además, nuestra única fuente de ingreso. Crecí
compartiendo vivencias con los muchachos y muchachas pobres de mi
vecindad. Desde pequeña sentí en carne propia las malezas del
irascible sistema capitalista. Vivir en una sociedad dividida en
clases es algo insoportable y sencillamente absurdo. Agradezco a mi
madre por haber inculcado en mí los valores básicos: honestidad,
sinceridad, la cordialidad, etc.
Me hice joven, una adolescente en una ciudad con millones de
habitantes. Comencé a trabajar como Promotora Legal Popular en una
especie de ONG que atendía a mujeres víctimas de violencia familiar,
violaciones y de todas las barbaridades que el machismo produce.
Fueron algunos años en esa labor, escuché a miles de historias, los
más increíbles absurdos contra las féminas. Trabajábamos con la
educación de la mujer y en la atención a las agresiones psicológicas
pero, en muchos casos, dimos asistencia médica básica en mujeres que
se presentaban ante nosotras golpeadas. Nos reuníamos y charlábamos
sobre los derechos de cada una de ellas, de la necesidad de buscar
en la policía, de cómo debían protegerse etc. Una labor sin duda
necesaria. Pero para aquel entonces era yo apenas una joven que no
comprendía el funcionamiento del sistema capitalista y creía que
pudiera existir salvación para los pueblos sin una revolución. Era
yo, mi querido Fidel, hija del medio. No tenía acceso alguno a
literatura revolucionaria, los medios de comunicación —radio,
periódicos, televisión— todos decretando que la historia había
llegado a su fin.
Pero siempre miré a Cuba con gran pasión, sentía en esos hombres
de verde olivo un encanto inexplicable. Y eso es algo muy
interesante, pues pese a no tener acceso a los materiales e
informaciones (y cuando tenía era siempre la misma propaganda anti
cubana) sin embargo sentía esa atracción. Comencé a militar en el
Partido de los Trabajadores, el PT donde pude tener alguna
información más amplia sobre Cuba. Algunos escritos del Che, algunos
discursos tuyos, Fidel… y el fuego de Cuba se encendió en mi alma.
Ya era tarde, los medios de comunicación con toda la propaganda no
fueron parejos para lo que decía Che Guevara y para lo que decía
Fidel Castro. Comencé a profundizar más y más en todo lo que se
dijera respecto a Cuba y a su Revolución. Un día, en un acto, supe
que existía la oportunidad de venir a Cuba por una beca de estudio.
Yo no quise saber si era para estudiar medicina, cine, cortar caña,
matemática o lo que fuera. Mi intención era venir a Cuba, por Cuba,
por la Revolución, por el Pueblo Cubano y por el Socialismo.
Llegué aquí y solo entonces comencé a darme cuenta de la
grandiosidad del proyecto ELAM.
Todo el tiempo del mundo y todos los actos que pudiera realizar
—para agradecerte a ti, a tu pueblo y a todos los que dieron la vida
para hacer todo el sueño tornarse realidad— serían angustiosamente
insuficientes para lograr ese objetivo. Pues no me queda otra cosa
que luchar de la misma forma que aprendimos de ustedes. Ese será el
agradecimiento, la lucha sin tregua.
Aquí tuve la oportunidad de encontrar el compañero de mi vida,
brasileño del proyecto ELAM también, revolucionario y comprometido
con la vida por esa Revolución. Tuve la sorpresa de que un día en la
ELAM él me comentara que tampoco importaba porqué motivo vendría a
Cuba, que lo que sí importaba era venir a Cuba. Alistarse aquí como
soldado de esa Revolución. Trabajando con el estetoscopio, con el
lápiz o si es necesario con el fusil.
La vida en Cuba me enseñó lecciones que jamás podré olvidar, la
valentía del pueblo cubano, la resistencia, el valor de las ideas
justas. Todo está claro Comandante, no hay vida fuera de la
Revolución.
Me gradué en la ELAM en julio del 2009, estuve en Brasil con mi
familia y en enero del 2010 regresé a Cuba donde vine realizar mi
especialidad de MGI, seguir aprendiendo de ustedes, no solo en la
medicina. Con el fatídico terremoto en Haití estuve llorando frente
al televisor en varias ocasiones (yo creo que sería posible acabar
con la sequía en Venezuela si juntáramos mis lágrimas). Entonces, en
tu reflexión sobre Haití donde comentaste de un médico chileno que
se había unido a la brigada cubana, en ese exacto momento decidí que
de una u otra forma debería venir a Haití, juntarme con la brigada
cubana para ayudar a ese pueblo con el conocimiento que nos brindó
la Revolución. Mi novio y una amiga argentina se dispusieron a venir
juntos inmediatamente. Escribimos una carta poniéndonos a
disposición para ir a Haití, trabajar no solo como médicos sino como
albañiles, o en la siembra, o en lo que pudiéramos ser útiles. Tras
algunos días de espera volví a las mismas instancias para acelerar
las cosas y me enteré del acto que habría en la ELAM para despedir a
la primera brigada Henry Reeve con médicos de la ELAM. Estuve ese
día tomando las vacunas y llenando los papeles necesarios para
partir. En la salida del acto vimos un gran grupo de médicos
reunidos alrededor del médico hondureño Luther Castillos, nos
acercamos y él hablaba en el celular contigo, Comandante, en ese
momento mi corazón se llenó de la más pura alegría y las ganas de
coger el teléfono para decir que todos los que allí estábamos nos
hacíamos mejores humanos y partíamos a ayudar en Haití solo porque
aprendimos de ti y de ese pueblo.
Pues, llegamos a Haití ya hace un mes, las cosas por aquí son
impresionantes. Mi primera impresión fue la de un pueblo triste. Los
funcionarios del aeropuerto, flacos y tristes.
En el camino del aeropuerto hasta el campamento central se veía
muchísima miseria, construcciones tumbadas, enjambre de insectos, un
increíble número de personas caminando en las calles de un lado para
el otro. Sucios y hambrientos. Niños descalzos y hambrientos. En el
aire un olor a cuerpos en putrefacción, horrible.
Ya puedes imaginar como me sentí Fidel, pero no podía llorar,
ahora era imprescindible mantenerse firme para de esa forma poder
realizar el trabajo. Pero había un nudo en mi garganta. Llegamos al
anexo (como llaman los cubanos), campamento 3 (como llaman los
cubanos de la ELAM) o campamento Alexander Petion como bautizamos
los latinos.
En los primeros días dormimos apenas 3 ó 4 horas, el trabajo es
mucho, yo me enfermé de la garganta, lo que luego resolvimos con
penicilina. No hay descanso, son muchísimas personas para examinar,
medicar, vacunar, hidratar, etc.
Después comenzamos a rotar por los barrios aquí en Puerto
Príncipe, allí fue donde tuve experiencias que nos trasforman en
seres humanos de verdad. Y el choque con una realidad extremamente
difícil. Muchos de los pacientes no saben qué cosa es presión
arterial o no saben qué cosa es fiebre, por ejemplo. La ignorancia
en que fueron sumidos los bravos haitianos solo puede ser producto
de un sistema pobre.
Pues en esa caótica situación están nuestros hermanos. Si no
fuera Cuba, ¿qué sería de nosotros? Si no fuera Cuba, ¿qué sería de
América Latina? ¿Qué sería de Haití?
Salimos para las comunidades y una de las cosas que me llaman la
atención es la cantidad de niños desnutridos, aparentan dos o tres
meses y muchas veces ya ultrapasan el año y medio.
Los niños de 3, 4, 5 años nos acompañan en las consultas, son
tiernos Fidel, merecen un futuro mejor, no pueden estar sometidos a
la ley del más fuerte.
Por aquí hay muchísimos casos de infecciones respiratorias,
enfermedad diarreica, fiebre tifoidea e innumerables enfermedades
crónicas no transmisibles.
Una de las cosas que mucho me llamó la atención fue la ausencia
de ancianos, no los vemos por ningún lado. Impresiona saber que la
esperanza de vida aquí es de 53 años.
Otro día uno de los cubanos que están en Haití desde hace varios
años me dijo: "antes del terremoto todo era igual, lo que no había
eran los escombros". Esa frase me hizo pensar profundamente en esas
cosas, el analfabetismo ya estaba aquí, las enfermedades también, el
hambre, la miseria, el hacinamiento, la violencia, eso todo ya
estaba aquí antes. Que impresionante y que exactas son tus palabras
Fidel: "Haití es producto neto del colonialismo y del
imperialismo".
Dejé mi pensamiento volar. No quiero simplificar el pasado, la
historia, el desarrollo y todos los fenómenos históricos que
ocurrieron en Cuba y en Haití. Pero pensemos:
Hoy se sabe que el cambio climático es un fenómeno que puede
desaparecernos a todos del planeta, el consumismo es irracional,
pero muchísimos engañados por la propaganda y otros con puro veneno
tratan de hacer la comparación Capitalismo versus Socialismo tomando
los niveles de consumo de EE.UU. y Cuba, por ejemplo (sin valorar
otros índices: salud, educación, seguridad social, cultura,
deportes…) y decretan la victoria del capitalismo con el
distorsionado raciocinio de que allá se consume más.
Pero si fuéramos a hacer alguna comparación Socialismo versus
Capitalismo creo que debiéramos hacer entonces Cuba versus Haití. ¿O
es que esos defensores del capitalismo se olvidan de que en Haití
reina el capitalismo? Ya dije que no me gusta simplificar la
historia, el pasado, la economía, la formación de uno u otro país.
Pero sería más justo esa comparación una vez que ambas son islas del
Caribe, con clima análogo, atacadas similarmente por huracanes y
ciclones. Con un pasado semejante, con número poblacional muy
cercano. Estar en Haití y ver con ojos propios facilita imaginarse
qué sería de Cuba sin la Revolución.
Fidel, has encendido una llama en el corazón de todos y cada uno
de nosotros, los hijos de la ELAM, hijos de la Revolución Cubana,
nos tienes para lo que sea necesario donde y cuando sea necesario.
Somos soldados de la patria nuestra americana, me tienes, para
luchar con el estetoscopio, con el lápiz o con el fusil si fuera
necesario.
De la misma forma en que el Che cerró su carta de despedida yo
quisiera terminar:
"Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro pueblo,
pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo
que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
Ana Rosa Sant´Anna Tavares