La Conchita vuelve al surco
Ronald Suárez Rivas
"Los números eran tan grandes que a uno se le
quedaron grabados: 625 000 quintales de tomate, 400 000 quintales de
guayaba, 525 toneladas de cascos en almíbar, 500 de mermelada, en
una sola campaña". Félix Cáceres no necesita hurgar en sus apuntes
para hablar sobre La Conchita.
"En
la medida en que aumente la materia prima podremos destinar mayor
producción para la población", aseguran los trabajadores de La
Conchita.
"A veces se unía una cosecha con otra y los
almacenes no alcanzaban para guardar la pulpa. Se trabajaba doble
turno casi todo el tiempo."
Durante medio siglo, las tierras de Vueltabajo
habían garantizado el abastecimiento de una industria cuyos
productos llegaban al último rincón de la Isla y a varios países del
Campo Socialista. Por tanto, pensar que para mantenerla funcionando
habría que traer coco de Sri Lanka, tomate de China, guayaba de
Brasil, no cabía en la más atrevida de las premoniciones.
Sin embargo, eso fue lo que sucedió.
DESAPARECEN LAS PLANTACIONES
El periodo especial provocó la caída brutal de la
producción agrícola destinada a La Conchita.
Para los campesinos, mantener grandes extensiones de
guayaba o mango dejó de ser estimulante. Los precios establecidos
resultaban muy bajos. Era preferible venderle una lata de guayaba a
un particular que entregarle tres quintales al Estado, recuerda
Jacinto Baños, de la Cooperativa de Crédito y Servicio Pedro
Rodríguez.
La falta de incentivos motivó que se dejaran de
atender las plantaciones y ello creó condiciones para la aparición
de plagas. La guayaba, que durante décadas había crecido de manera
natural, empezó a desaparecer, y en las áreas de mango penetró el
marabú.
Hasta
hace dos años La Conchita procesaba coco de Sri Lanka, sin embargo,
las plantaciones de Pinar del Río no se explotaban.
De los 14 centros de beneficio de frutas que había
en la provincia quedó uno solo. La escasez de materia prima obligó a
cerrar tres de las cuatro fábricas que integraban la empresa.
TRES LUSTROS DE IMPORTACIONES
Aún en esas condiciones, La Conchita logró
sobrevivir apostándole a un mercado fuera de Cuba, y a los centros
turísticos y tiendas en divisa. Pero en lugar de potenciarse el
cultivo de la tierra que la había abastecido desde 1937, se optó por
traer las pulpas del otro lado del Mundo.
Fara María Pérez, su directora general, cuenta que
las primeras importaciones datan de mediados de los noventa, y que
en el 2006 se llegaron a comprar 300 toneladas de tomate en China y
395 de guayaba en Brasil.
El costo de esta decisión se incrementa por año. En
la actualidad, la tonelada de tomate se comercializa
internacionalmente a 1 000 dólares y la de guayaba a 1 350, expresa.
Además, existen otros inconvenientes. La materia
prima que se adquiere en el exterior no tiene la misma calidad que
la nuestra, ni permite desarrollar determinadas líneas como la de
cascos de guayaba, que fue el renglón insignia de la fábrica y hoy
ya no existe, agrega Félix Cáceres, director de producción.
DE VUELTA AL SURCO
Ante esa realidad, el tema de la sustitución de
importaciones, después de 15 años de dependencia de los mercados
externos, comienza a ganar fuerza.
La
falta de atención creó las condiciones para la aparición de plagas
en las plantaciones de guayaba.
¿Si antes el sistema de la agricultura era capaz de
abastecer a la industria, por qué ahora no? Atribuirle toda la
responsabilidad a la falta de recursos o al clima significaría
ocultar las consecuencias de facilismos y estrategias equivocadas.
El caso del coco es un buen ejemplo. Hasta el 2006,
mientras en Pinar del Río permanecían cientos de hectáreas sin
explotarse, se traían 50 toneladas anuales de Sri Lanka.
"A solicitud de la dirección del país, evaluamos la
posibilidad de satisfacer la demanda de La Conchita con nuestros
medios. Se permitió la entrega directa de los campesinos a la
fábrica y se elevó el precio de compra", detalla Arsenio Dago
Rodríguez, subdelegado de la agricultura en el territorio.
Las medidas revelaron un potencial desconocido. De
50 toneladas planificadas para el 2007, se lograron 117, y para este
año se espera superar las 225.
Desde el punto de vista económico, ello equivale a
decir que el costo de la tonelada de coco se reduce de 2 354 dólares
a 1 702 pesos; a los efectos de la industria, implica disponer de
una materia prima superior a la importada, pues a esta última hay
que hidratarla con el riesgo de que se oscurezca, según los
especialistas.
CAMINO A LA RECUPERACIÓN
Precios más atractivos, mecanismos más eficaces de
acopio, programas para aumentar las plantaciones, han posibilitado
un ligero despegue también en otros renglones.
La producción de guayaba creció de 40 toneladas en
el 2005 a 121 en el 2007. Al mismo tiempo, se trabaja en la siembra
de 130 nuevas hectáreas.
En el caso del mango, se han creado fincas estatales
en áreas que llevaban varios años abandonadas, explica Dago
Rodríguez.
No obstante, las atenciones siguen siendo
insuficientes. "Las plantaciones llevarían fertilizantes,
fumigación, pero eso hoy no se realiza", admite.
Por otro lado se dan contradicciones, que urge
resolverlas por los organismos competentes. Un ejemplo: aunque el
valor del quintal de guayaba para la industria se elevó a 50 pesos,
al campesino le sigue resultando más provechoso llevar su cosecha al
mercado, donde recibe 180 por la misma cantidad.
Pendiente de lo que sucede en el campo, La Conchita
aguarda porque regresen los tiempos en que había materia prima para
funcionar a plena capacidad.
Llevamos años pidiendo que las frutas y los
vegetales nos abarroten, para poderle llegar a la población —expresa
Israel Relova, uno de sus trabajadores. "Esta industria se creó para
producir en grande".
Publicado 9 de mayo de 2008