Publicada el 19 de julio de 2013

Delito económico y corrupción,
hermanos de alma

Sin temor a equívoco, de igual manera que existe una relación inversamente proporcional entre educación, cultura y delito, pudiera afirmarse que la corrupción es directamente proporcional al delito económico y, en consecuencia, cualquier aumento tendencial de este último traería aparejado el consiguiente incremento de conductas corruptivas.

En el caso de Cuba, el delito económico es la modalidad que con mayor dinámica puede tributar perniciosamente a la perversión de valores de toda índole y a la entronización de desviaciones disímiles en el seno de la sociedad. Con independencia de las limitaciones financieras externas e internas como elementos objetivos, unidas a las excepcionales circunstancias de orden material que matizan el denominado Periodo Especial aún prevaleciente, subsisten situaciones estructurales y organizativas, de consumo con el descontrol, la indisciplina, la violación o inobservancia de la legalidad y otros factores adversos, que lastran el buen hacer en el campo de la economía y propician el caldo de cultivo requerido para el afloramiento y desarrollo del delito económico y la corrupción.

El comisor de un delito económico en nuestro caso, preténdalo o no, atenta con su acción contra bienes de un tipo de propiedad acreedora de una verdadera función social, cuestión esta última sobre la cual viene teorizándose desde épocas pretéritas en el campo filosófico, y en los tiempos que corren cobra especial relevancia. El fenómeno del delito económico asociado a la corrupción posee diferentes aristas y puede ser tratado desde muy diversos ángulos por su propia cualidad de manifestación multiforme. El delito económico y la corrupción cuando se les brinda la más mínima oportunidad, se introducen abruptamente en el entramado social, inoculándole su mortal veneno en una proporción de efectos necróticos de grado a veces insospechado. El fenómeno pudiéramos representárnoslo como una sanguijuela de dos ventosas a través de las cuales se extrae sangre al cuerpo social, transformándolo en un amasijo desprovisto, en su esencia, de los más elementales principios éticos y morales.

Creo no sorprender a nadie si afirmase que una buena parte o la mayoría de los productos que se desvían de la circulación mercantil o se sustraen ilícitamente, pasan a engrosar un mercado informal del cual se participa a manera de solventar necesidades de la vida cotidiana. El delito económico y la corrupción, en nuestras actuales condiciones, no pudieran extrapolarse de un contexto económico, social y político que muestra una realidad con diferencias evidentes a la existente hace treinta o veinte años, salpicada de una singular complejidad y alto nivel de riesgo en un mundo globalizado de economía internacionalizada.

No nos llamemos a engaños, el toro está en el ruedo, no llegó ayer a la plaza y hay que tomarlo por los cuernos. De lo contrario, no habrá que esperar mucho tiempo para verlo convertido en demonio capaz de arrasar con cuanto encuentre a su paso en términos de metas logradas y sueños por realizar.

E. Pérez Suárez

A los que sí están dispuestos a buscarse problemas

Pienso que se debería felicitar públicamente a la periodista Leydi Torres Arias no solo por denunciar la violación laboral cometida por ese chofer de Astro, sino también por su valentía al oponerse al infractor hasta darle una solución positiva al atropello que tal violación significó para los pasajeros del ómnibus.

Su actitud es un ejemplo para quienes sí están dispuestos a buscarse problemas ante lo mal hecho, incluso en situaciones repentinas e inesperadas como la que tan vívidamente ella denuncia. En circunstancias como esas, la mayoría de los afectados no se atreven ni a protestar.

Y destacar también a Granma por la publicación de ese hecho, pues sirve de estímulo a los que luchan contra las indisciplinas sociales.

E. Ortega Candelaria

Que impere el orden y la disciplina; el pueblo resueltamente
lo apoyará

Desde el mismo enero de 1959 ha sido una práctica revolucionaria reconocer públicamente los fenómenos negativos que pueden afectar la sociedad; esta es la única forma de movilizar al cubano honesto y comprometido con la Patria en la resolución de cualquier eventualidad. Es totalmente cierto el daño que ocasionaron algunas medidas que tuvieron que introducirse en el periodo especial para salvar la Revolución y con ella, la soberanía, independencia y dignidad de nuestro entrañable país, las que de alguna forma enfermaron la mentalidad y proceder de algunos ciudadanos.

No debemos olvidar las lecciones de la historia, tenemos ejemplos muy cercanos y dolorosos sobre el daño irreversible que ocasionaron en otras latitudes, la corrupción y la blandenguería a otras revoluciones, también genuinas, siendo finalmente destruidas no obstante el alto costo en sangre y sudor de sus pueblos.

Con relación a las manifestaciones de corrupción, delitos e indisciplinas señaladas por el Primer Secretario del Comité Central del Partido en su intervención en la Asamblea Nacional, las que con cierta impunidad pululan en nuestro país y a las que algunas personas con responsabilidades y posibilidades de enfrentarlas, no lo han hecho; pareciera que en —río revuelto, ganancias de pescadores— deseo referirme a otros tres problemas:

· La necesidad de trabajar. Si no hay un respaldo productivo, no habrá posibilidad alguna de llegar a la tan necesaria moneda única y menos al perfeccionamiento de la economía; pero para ello todos tenemos que trabajar y trabajar bien. ¿Cuándo desaparecerán de nuestras calles aquellos cientos y cientos de personas saludables y fuertes que en edad y horario laboral están tomando ron, jugando dominó y otros juegos en los barrios, sentados haciendo cuentos, o en las "peñas deportivas", entre otras actividades parasitarias? Esto es tan dañino como cualquier otra indisciplina social.

· Las indisciplinas viales, en particular de los peatones que atraviesan las vías por cualquier lugar, y en las calles secundarias, desafiantemente caminan por la calle teniendo los autos que someterse al paso y la voluntad de estas personas; asimismo el peligro que representa para peatones y otros usuarios de la vía, los llamados almendrones que transitan a altas velocidades, realizando temerarias maniobras sin que se observen medidas efectivas para ordenar este tipo de taxis; que por el momento prestan un servicio alternativo a las dificultades aún presentes en el transporte urbano. Ni hablar del daño ambiental que provocan los gases que expulsan los motores de esos cientos de autos.

· El comercio y los servicios. Pareciera que la inmensa mayoría de los directivos y empleados de estas entidades, claro, con sus excepciones, le están haciendo un favor a las personas que van a adquirir un producto o a solicitar un servicio; empleadas y empleados nada amables, sin una sonrisa en su rostro, que mal atienden al público, aun más si requieres de una orientación, dando la imagen de que no se realiza un análisis profundo y sistemático sobre la idoneidad y la cultura de estos trabajadores para laborar en ese importante y sensible sector.

Los surtidos de los productos y la utilidad de estos, cuestión que poco tiene que ver con el bloqueo estadounidense a Cuba, transitan por la mala calidad, la chabacanería, el mal gusto y váyase a ver por cuáles otras razones de los compradores- importadores de estos suministros.

Revendedores o agentes de alguien, que con agresividad y total impunidad proponen productos, equipos y piezas de repuesto en los exteriores de las tiendas, como si estas áreas, para sus directivos y los órganos del orden público, fueran ajenas a estos comercios, en particular tiendas de piezas para autos y en las de muebles y equipos electrodomésticos. Esta lacra propone a precios exorbitantes, artículos que parecen tener una interconexión con los almacenes de esas entidades, mientras que la estantería está desabastecida de esos mismos bienes; en fin, no puede hablarse de satisfacción y sí de una perenne insatisfacción del pueblo trabajador, el que merece todo el respeto, consideración y buen trato de los trabajadores del comercio y de los servicios.

Por otra parte, comparto totalmente la reflexión de nuestro Presidente con relación a la preponderancia de la nobleza de nuestra Revolución por encima de la realización de las medidas coercitivas previstas en nuestro ordenamiento legal, pero al punto que hemos llegado, de no revisarse el deteriorado y obsoleto sistema de inspectores, la falta de actuación de otros órganos, y de no asumirse resueltamente el camino de las contravenciones (multas), así como de los procesos ante los tribunales de justicia para los reincidentes (algunos de estos, a manera de persuasión, deben transmitirse públicamente a través de los medios), no vamos a comenzar a resolver estas anomalías. Palabras obscenas mayores y tirar desechos en la vía pública, así sea una simple envoltura, también deben ser multadas. Debemos entender que la labor de disuasión política ya no surte efecto para este tipo de ciudadano, aunque no se descarte totalmente.

Muchas de esas personas que incurren en delitos e indisciplinas sociales como algo habitual, son los que no asisten a las reuniones de su CDR, ni a las rendiciones de cuenta del Delegado, no leen nuestra prensa, no ven televisión, no escuchan radio, ni tampoco consejos, pero sí son los primeros en disfrutar los beneficios y derechos concedidos por la Revolución al igual que el pueblo honesto y trabajador, que por suerte y aún, somos mayoría.

Estos trasnochados, y los que miran más allá del malecón, que no se hagan ilusiones, de perderse nuestra Revolución y nuestra independencia, pasarán a ser ciudadanos de tercera o cuarta categoría y seremos nuevamente sometidos al imperio norteamericano con todo su racismo y nefastas consecuencias, como ha quedado evidenciado con otros procesos, también de origen revolucionario y progresista.

Hay que mirar para el lugar donde está el problema y actuemos en consecuencia; esta es una batalla para valientes; el débil y el apático que se aparte.

S. López Briel

Es mucho lo que está en juego para relegarlo
a meras consignas

Mucho, y con mucho tino, se ha escrito por cinco años en esta Sección, sobre indisciplinas, pérdida de valores y la necesidad de restablecer la primera y rescatar los segundos, y por lógica, y con más fuerza, ambos temas serán recurrentes en el futuro.

Quisiera referirme en esta ocasión a una de las formas en que se presenta este problema y en ocasiones de manera bien solapada: la disciplina económica y tecnológica.

En los 29 años que llevo de graduado de economista, he leído múltiples trabajos técnicos y periodísticos que directa o indirectamente proponen soluciones a problemas, y otros que analizan la situación actual y sus perspectivas, ya sea desde un punto de vista empresarial, sectorial o global. En todos, o casi todos, aparece de una forma u otra la frase que reza: tomando en cuenta la difícil situación económica que vive el país¼ , y generalmente el bloqueo económico, comercial y financiero, y su carácter extraterritorial, cargan con la mayor culpa. Nadie puede dudar los efectos de esa peculiar y sucia guerra contra nuestro país en más de cinco décadas, ni su recrudecimiento, y sobre ello nuestra prensa ha sido pródiga en ejemplos y creatividad para mostrar el problema y sus consecuencias.

Sin embargo, dónde queda la cuota que le añadimos en el accionar económico interno. Aspectos como la deficiente contratación y los reiterados incumplimientos en materia de cobros y pagos; el incumplimiento en cantidad, calidad y oportunidad de recursos y servicios de todo tipo que afectan y retrasan sobremanera los procesos inversionistas y productivos, y a veces (muchas desgraciadamente) los insumos y mano de obra de obra están aquí; la lucha por "cumplir" planes, que a veces nada tienen que ver con la capacidad de diseño de nuestra planta industrial, el agropotencial de los suelos o la eficiencia animal también laceran mucho nuestra economía y comprometen nuestro futuro; pero un plan subdimensionado siempre da la posibilidad de lograr un "sonado cumplimiento" y un gran "reconocimiento público", sin embargo a fin de cuentas, no van más allá de un mero engaño social.

A todo esto se le puede sumar las producciones de baja calidad o alejadas de la demanda real que, a fin de cuentas, solo logran incrementar los inventarios ociosos y de lento movimiento, que en la práctica resulta el no poder utilizar racionalmente recursos materiales y financieros (siempre escasos, por muy boyante que sea cualquier economía) en satisfacer otras necesidades de la población; un aspecto más (y en lo más mínimo el último) está en la excesiva verticalidad en la toma de decisiones, la cual atenta contra la tan manida dirección participativa que desaparece y entonces se crea un espíritu de apatía, conformismo, mentira y robo en la base productiva, donde a fin de cuentas es donde se gana la batalla económica, al no sentirse casi nadie responsabilizado con los resultados, aunque todos, hasta ellos mismos, somos los perjudicados. Estos males no podemos permitir que se conviertan en "enfermedades crónicas".

Es hora de revisar profundamente la disciplina económica y tecnológica si de verdad queremos lograr un desarrollo autóctono y sostenible. Ésta disciplina (o su falta) se relaciona con la pérdida de los valores más generales. Si queremos de verdad echar una verdadera guerra sin cuartel contra todos estos aspectos negativos y obtener resultados tangibles, debe ser de manera integral, sino todo quedará relegado a meras consignas.

Respetuosamente,

T. Sáenz Coopat

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