Lo mismo o peor… ocho meses después
Soy una anciana cercana a las ocho décadas de vida,
pero aún me queda espíritu y fuerza para denunciar la indolencia y
la falta de acciones reales.
Se inocula en las personas una especie de cultura de
vivir en la cochambre aun cuando algunos ven a su vecindario con una
imagen limpia y bella o al menos sin salideros, pestilencias y
cúmulo de basuras, donde la vida pueda ser más agradable.
Tampoco he perdido la esperanza y pienso
positivamente que vamos a prosperar y organizar la convivencia en
esta capital de todos los cubanos hasta en verdad convertirla en la
capital más bella de América Latina.
Pero eso no lo lograremos con medidas para salir del
paso. El pasado 26 de octubre del 2012 fue publicado en Granma una
carta enviada por un vecino, con el titulo Situación del basurero de
Aldabó.
Luego de la publicación se volcaron los compañeros
de Comunales, y recogieron la basura acumulada por varios meses a la
orilla del río a lo largo de unos 100 metros, chapearon la maleza
del río y pusieron un contenedor ampiroll. Acudieron a ver a mi
vecino con cartas de respuestas a Granma, los compañeros de
Comunales, Dirección de Inspectores, Salud Publica del municipio¼
, pero él no estuvo de acuerdo con las respuestas porque lo
planteado a Granma no era con el objetivo que se recogiera la basura
un día y más nada, sino que este era un problema acumulado y
requería sistematicidad. Les planteó que debían ponerse carteles de
prohibición de arrojar basura, convocar reuniones con los vecinos y
los tres delegados de las circunscripciones aledañas, y situar
inspectores al menos por unos dos o tres meses hasta que se
cumpliera con las leyes de ornato y embellecimiento.
Nada de eso se ha hecho y al parecer mi vecino tenía
razón pues actualmente al cabo de ocho meses la situación se
encuentra peor que antes.
La recogida eventual con buldócer tupe el río,
existiendo lugares que apenas el ancho es un metro, provocando
inundación y penetración de agua fétida por el tragante de baños en
casas ubicadas a una cuadra del mismo, cosa nunca antes vista. A mi
criterio no se puede admitir un basurero de 100 metros a lo largo de
la orilla del río, pues cuando llueve mucho se desborda y arrastra
varias toneladas de desechos que obstruyen y contaminan. Eso ha
sucedido muchas veces.
De vez en cuando pasa una carreta y recoge un poco
de basura (más o menos un 10 %), permaneciendo la mayor parte a la
orilla o dentro del río.
Cuando situaron el contenedor ampiroll lo venían a
recoger semanal con una grúa especializada, pero poco a poco empezó
a atrasarse y ya se llenaba y no venía la grúa y entonces se vertía
la basura fuera del mismo, o sea, de nuevo en el río. En dos
ocasiones asistieron los bomberos a apagar la basura incendiada
dentro del contenedor (no se sabe por quién) para poder dormir sin
el humo tóxico de nylon quemado y otros productos.
En fin, es imprescindible valorar cuántas
instituciones y funcionarios responsables de esto no han respondido
a este problema que tanto nos afecta.
Es grande el daño político y social que estas
desatenciones crean en la población, así como el descrédito a los
órganos e instituciones involucradas.
El CITMA, no va a mejorar el medio ambiente y la
Bahía de La Habana, sin revisar los arroyos, que seguro que este no
es la excepción y que tributan sus aguas al Almendares y al mar, y
en esta ocasión ni siquiera se personaron ante lo planteado en la
carta de octubre del 2012.
C. Vidal Sánchez
La chapucería y la indisciplina social
Frente a mi casa se produjeron varios salideros
iguales a otros muchos que ocurren constantemente en la red de
suministro de agua de la ciudad, resultado de un trabajo chapucero.
Pasó el tiempo suficiente para que la fuerza del agua destruyera un
tramo importante de la vía, antes de que los trabajadores de
acueducto acudieran a reparar dichos salideros. Luego, otra espera
prolongada para que sellaran los enormes huecos que diariamente
ponían en peligro a conductores de vehículos y peatones.
Un día veo un equipo pesado con una gran pala
mecánica al frente cargada con asfalto, de la cual un obrero con una
pala manual vertía la mezcla sobre los huecos y a fuerza de golpes
del instrumento, de pisotones y una o dos pasadas con las ruedas del
propio equipo dieron por terminada la faena en apenas cinco minutos.
Yo me acerqué a los obreros y les hice algunas preguntas sobre la
calidad de la obra.
Resultado: donde ellos trabajaron ahora hay unos
montículos deformes de asfalto tan peligrosos como los mismos huecos
que "repararon". La chapucería, de la cual mucho se ha hablado en
los medios, es una profunda inmoralidad.
Hay otra chapucería ciudadana, la indisciplina
galopante, también recurrente en estas columnas. Hace poco fui con
mi esposa al más céntrico restaurante de la ciudad. Al poco rato de
estar dentro, escuchamos en la entrada una gran trifulca que, pronto
supimos, fue provocada porque un individuo desfachatado orinaba
impunemente casi encima de las personas que esperaban en la fila.
Los descamisados son un evento cotidiano en muchas
calles de cualquier ciudad. Asimismo, las palabrotas en ómnibus,
comercios y otros lugares públicos. Hasta en lugares solemnes por su
historia o por el servicio que prestan he podido ver o escuchar este
tipo de comportamiento. Cuando Ud. observa a estas personas puede
percibir que han llevado la chabacanería a un nivel de vulgaridad
ofensivo y han hecho de ella una cultura de vida de la que parecen
ufanarse.
La chapucería y la indisciplina social se
multiplican cual plagas contagiosas. Algunos de las fotos de
denuncias publicadas por ustedes lo demuestran. ¿Y los inspectores,
los agentes del orden, los responsables y directivos de empresas e
instituciones, no alcanzan para verificar y controlar estas cosas?
Venero la condición humana elevada. Por eso respeto
y admiro a todos los ilustres que desde nuestros antepasados hasta
la sociedad actual han encumbrado el nombre de la Patria. Admiro más
todavía al hombre de intelecto y apariencia humildes, pero rico en
virtudes, que a diario nos da lecciones de responsabilidad, modales
y civismo. Ni unos ni otros merecen el agravio que representa esa
llaga perniciosa incrustada en la misma sociedad donde viven.
Soy de los que optamos por no colocarnos la venda
sobre los ojos, de los que votamos en contra de la aceptación pasiva
y de la sospechosa tolerancia que por vía natural, admítase o no, se
convierte en complicidad moral, nociva y contaminante.
La persuasión y los discursos educativos no han
surtido efecto. ¿Cuánto más hay que esperar para poner las cosas de
una vez en su lugar, o por lo menos ver una intención seria al
respecto? ¿Es que acaso este retroceso del valor ciudadano ya es
irreversible? ¿Se podrá construir la sociedad a la que se aspira a
pesar de estas cosas? A la larga, si no hay una repuesta, sobreviene
la decepción y la desconfianza.
C. E. Zamora Linares
En defensa de precios no engañosos
¿Hasta cuándo vamos a permitir que los precios sean
tan irracionales, altos, sin freno y sin ningún criterio científico
que los justifique?
Con la primera lectura que realicé a esta pregunta,
publicada en la sección Cartas a la Dirección, de fecha 21 de junio
del 2013, me sentí un poco molesto porque llevo más de 15 años
trabajando en la actividad de precios y puedo demostrar, con toda
objetividad, que los precios aprobados por las entidades estatales
tienen una política de precios que no es irracional y se basa en
métodos científicos.
Ya al final de la carta el autor precisa que se
refiere a las formas de gestión no estatal y en eso podría coincidir
con él, como también en que las entidades estatales tienen la
necesidad de aplicar precios altos porque de lo contrario estos no
tendrían un carácter científico.
Por todos es conocido el esfuerzo que realiza el
Estado por garantizar a precios accesibles una canasta familiar para
todos los cubanos, cuyos precios, sin exageración, son en su mayoría
de los años 60 del pasado siglo y para mantenerlos el Presupuesto
tiene que erogar más de 2 200 millones de pesos, cifra que crece
todos los años por la factura de los productos de importación y el
incremento de los precios agropecuarios en el país.
La otra cara de los precios también la conocemos y
muchos que vivimos del salario la sufrimos. El Estado ha tenido que
concebir en su política económica precios minoristas altos y no me
estoy refiriendo solo a las Tiendas Recaudadoras de Divisas, también
a las limitadas ofertas en pesos cubanos que se hacen.
Ahora soy yo el que pregunto: ¿Puede el Estado y
también los trabajadores no estatales actuar de otra manera? Sería
racional y científico que de forma centralizada se dictaran precios
inferiores a los actuales? ¿Cuál es el camino para que los precios
sean accesibles a la población trabajadora?
Todos debemos estar de acuerdo que bajar los precios
actuales por Decreto es un absurdo, no hay producción que lo
respalde por el incremento de la demanda y se requeriría un ejército
de inspectores para controlarlos y otro para controlar a los
inspectores.
Coincido con muchos que el incremento de salario,
justificado con aumento de productividad y el ahorro en los gastos,
puede ir creando las condiciones para lograr un mayor acceso a las
mercancías, ese es el camino y por él ya vamos transitando.
Lo que no ayuda a la economía de un país son los
precios engañosos, dicen mentiras y tomamos decisiones erróneas. Los
precios altos pueden ser favorables para la economía. Un ejemplo es
que siempre que se mantengan los niveles de precios actuales del
sector no estatal habrá interés por incorporarse al trabajo por
cuenta propia y eso es bueno porque aumentan los servicios y
producciones de este sector.
Algo más, el precio alto ayuda al uso racional de
los recursos, tengo cientos de ejemplos de cómo estiramos nuestros
ingresos para poder comprar determinados bienes, pero el más
evidente de todos fue el resultado con los productores de miel de
abeja, a los que se les incrementó el precio de compra del producto
y de los insumos, resultando que redujeron la compra de insumos a la
tercera parte, a la vez que incrementaron las ventas en más de un 50
%. Este tipo de medida está en el camino de lo que debemos hacer.
S. Gutiérrez Pérez
¿Hasta cuándo se van a permitir los revendedores?
No podría decir si son diez, quince o veinte, de lo
que sí estoy segura es de que son muchas las veces que he leído
criterios en este periódico, sobre la venta (mejor decir reventa) de
artículos que se ofertan en las tiendas recaudadoras de divisas, por
parte de los revendedores y especuladores. (Fíjense que digo
revendedores, no cuentapropistas).
Una de las cosas que recuerdo claramente es la multa
que le impusieron a una conocida por vender artículos de esta
naturaleza, al principio de aprobada esta nueva ley.
Ahora confundida me pregunto: ¿Es que dicha ley ha
cambiado? ¿Acaso lo que estaba prohibido desde el inicio ahora no lo
está? ¿Si no estaba prohibido, por qué le pusieron una multa por
esta razón? ¿Es que existe una licencia para revender? Resulta algo
inaudito que se tolere una situación que más allá de una ley solo
contribuye a perjudicar a los que no teniendo una entrada fija en
moneda convertible, encontraban en la venta de artículos baratos en
esta moneda un alivio para cubrir algunas necesidades básicas, como
por ejemplo el Todo por uno, en las TRD. Es algo verdaderamente
increíble que se permita, a conciencia del daño que están haciendo
en esta sociedad que nos ha acostumbrado a velar sobre todo por el
bienestar y el mejoramiento del nivel de vida de los trabajadores.
Arde la sangre cuando obligados por una necesidad
tenemos que pagar a un revendedor dos y hasta tres veces el precio
de un artículo, pero más nos duele el alma cuando pensamos en la
indiferencia de quienes deben poner coto a esta situación y ni
siquiera dan respuesta a los reclamos de la población en este
sentido.
N. Durán Guerrero
¿Quién puede resolver ese problema tan puntual?
El artículo publicado en Granma el sábado 8 de junio
del 2013, con el título: Ocupa el cáncer la primera causa de
muerte en Cuba, redactado por el periodista José de la Osa, está
muy bueno e informativo.
Nos refiere que según investigaciones, son muchos
los factores de riesgo que propician la mortal enfermedad del cáncer
y otras no menos peligrosas que esta.
Uno de estos factores, enfatiza, es la alimentación
inadecuada.
Textualmente refiere el escrito que "el consumo
mínimo de sal dietética de nuestra población supera la ingesta
recomendada (una cucharadita de postre) al día".
Asimismo, en el último párrafo, el artículo "hace un
llamado a la población a participar de manera activa en el cuidado
de su salud y la de sus allegados, a revisar el estilo de vida¼
"
Todo lo anterior es muy cierto y tiene su lógica.
¿En qué radica el mensaje del texto que elaboramos?
Se alude que "este sobregiro del consumo de sal, en
la mayoría de los casos proviene de carnes procesadas", considero
que deben ser picadillo, mortadella, masa cárnica, hamburguesa,
morcilla, condimentos secos, vinagres, alto grado de acidez, "y
cereales".
Ahora pregunto: ¿Quién elabora estos productos
alimenticios? Lo preparan los centros de elaboración de la Empresa
de Servicios, para ser consumidos por toda la población sin
distinción de sexo, raza, edad y patología clínica.
Entonces, vuelvo a preguntar: ¿Por qué no "hacer un
llamado también a estas entidades de la Empresa de Servicios, para
que junto a la familia y a los médicos de la familia sean fieles
gestores y defensores de la salud de toda la población?
S. M. Sánchez P.
El dilema del “Plan Jaba”
Soy de la tercera edad, jubilado y cuando tengo que
ir a la casilla a comprar algún producto que ha llegado, tengo que
tomarme una pastillita para la presión, para evitar males mayores.
Es indignante ver personas jóvenes, que uno conoce,
que no trabajan y se dedican al negocio ilícito, comprando delante
de uno haciendo alusión al Plan Jaba y en otros casos una persona,
que se dice tener Plan Jaba compra con tres y cuatro libretas, esto
ha sido planteamiento permanente en todas las reuniones de rendición
de cuenta del Delegado, pero hasta la fecha no hay quien le ponga el
cascabel al gato. Anteriormente la libreta se identificaba con un
cupón como poseedor del Plan Jaba, pero ya se terminaron los cupones
y parece que no hay presupuesto para hacerlos, y solo se identifica
con una simple firma en una de las hojas interiores de la libreta,
que cualquiera puede hacerlo, o hacerlo por complacencia.
No culpemos al casillero porque cuando hay mucha
aglomeración el pobre no tiene tiempo de estar revisando la libreta
para verificar si tiene o no Plan Jaba, y creo que es hora que se
tomen las medidas para acabar con este desorden, que tanto irrita a
la población.
Recuérdese que el objetivo inicial del Plan Jaba era
que la trabajadora dejara su jaba con su libreta en el
establecimiento y por la tarde se recogiera, pero como todas las
cosas árbol que nace torcido jamás su tronco endereza.
L. Cabrera Peña