Publicada
el 17 de mayo de 2013
Atentado en contra del patrimonio forestal de La Habana
Antes de las ocho de la mañana del domingo 28 de
abril —en que escribo esta carta movida por la indignación—, una
brigada de obreros municipales descendió de tres camiones
estacionados en la cuadra de la calle 21 entre G y H (Vedado). En un
principio pensé, al asomarme a mi balcón, que se trataba de uno de
los habituales, y totalmente legítimos, ejercicios de poda de
árboles. Sin embargo, a partir de cierto momento ya empezó a
resultar evidente, a mí y a los vecinos que contemplábamos el
doloroso espectáculo con impotencia y perplejidad, que no se
perseguía nada menos que la tala total de un centenario y majestuoso
flamboyán, que siempre había sido el orgullo de la cuadra y el
motivo de la admiración de cuantos visitaban nuestro hogar, desde
que mi familia se mudó a esta vivienda en el año 1957.
Cuál no sería nuestra consternación al ver cómo lo
que no consiguieron la degradación del tiempo ni la hostilidad del
clima —pensemos solamente en los ciclones que no pudieron derribar
esta magnífica planta—, lo perpetraron en pocas horas un burócrata
enemistado con la riqueza vegetal de nuestra ciudad y un pelotón de
operarios de sierras eléctricas. Obviemos las cualidades estéticas
de este árbol, e incluso las prácticas —la sombra que ofrecía a
vecinos y transeúntes se ha ido, con él, "a mejor vida"—: ¿qué pasa
con las consecuencias que atañen al ecosistema?
Soy de la firme opinión de que si no tomamos
conciencia de los perjuicios que se derivan de este tipo de acciones
—nosotros, el pueblo en general, pero sobre todo las personas y las
instancias que tienen a su cargo el Gobierno de la ciudad de La
Habana—, nos veremos abocados a una crisis medioambiental
irreversible, como la que desafortunadamente reina en otras ciudades
del país y del mundo. No puedo dejar de recordar, en estas
circunstancias, otro episodio similar ocurrido hace algunos años,
cuando dos árboles de nuestra cuadra fueron también eliminados
porque un vecino así lo había solicitado al municipio, alegando una
razón tan poderosa como que le impedían vigilar su automóvil desde
su balcón (increíble pero cierto).
La persona responsable de la brigada respondió a mis
cuestionamientos diciendo que la razón para la tala del árbol se
correspondía con eventuales arreglos de la acera que no harían
posible sus enormes raíces. Si esa es la verdadera razón, si la
condición para que existan vías transitables va a ser la devastación
de la población forestal de esta ciudad —si el dilema es: aceras
decentes o árboles—, entonces va a parecer preferible que se
mantenga la indolencia de las autoridades capitalinas que hemos
padecido, a este respecto, durante décadas.
Sí, entiendo perfectamente las carencias materiales
que ha sufrido nuestro país, y por tanto las necesarias limitaciones
que hemos debido enfrentar con relación a la logística urbana.
Puedo, por tanto, entender que no existan condiciones materiales
suficientes para que las calles y aceras estén en óptimo estado,
pero lo que no puedo, ni podré entender nunca, es que, cuando por
una vez se asignan recursos a la solución de este problema, estos
recursos se empleen en la destrucción inescrupulosa de la vegetación
de nuestra ciudad. Además, mi sentido común me dice que habría sido
infinitamente menos traumático, y considerablemente más procedente
en términos económicos —sin el gasto que significan dos grúas, tres
camiones y aproximadamente veinte operarios—, recurrir a un plano
inclinado o a un diseño escalonado en la presunta reparación de esa
acera.
¿Hasta cuándo tendremos que tolerar que se sigan
cometiendo atrocidades de este tipo, que se pisotee el criterio de
los ciudadanos con una mínima sensibilidad ecológica y urbanística,
que se siga arruinando de esta forma, en definitiva, nuestra ciudad?
I. Hernández Martín
¿Celebramos el cumplimiento del Plan?
La planificación es una necesidad irrenunciable en
el socialismo. Los clásicos insistieron en ella viendo el carácter
cíclico de la economía capitalista y sus fases recurrentes de crisis
de superproducción y la necesidad de evitarlas.
Algunas escuelas que siguen la economía
marxista-leninista ven la planificidad, es decir la necesidad
irrenunciable de acometerla, como la Ley Económica Fundamental de
nuestro modelo económico-social. Personalmente la suscribo.
Desde hace muchos años hablamos de la necesidad del
cumplimiento del Plan, de su carácter inviolable y considero que en
ocasiones minimizamos su alcance. Hablamos de Plan
Técnico-Económico, pero muchas veces lo reducimos a volúmenes de
producción alcanzados y servicios prestados, entonces, se convierte
en poco técnico y aún menos económico. Ese no nos hace falta si
queremos actualizar nuestro modelo económico.
El Plan es la integración de un grupo grande de
elementos que incluye: la demanda existente, el momento en que
necesitamos satisfacerla (oportunidad), el precio al que se puede
acceder al producto o servicio, la calidad esperada, las normas
técnicas para la producción o servicios, el costo planificado; el
capital humano en cantidad, calidad y esquema organizativo, y pueden
haber otras según el sector económico de que se trate.
Desgraciadamente, aunque se planifique así, al final no siempre se
cumple.
Hay casos como la agroindustria, donde la
planificación es más complicada, si realmente se quieren satisfacer
las necesidades materiales y espirituales crecientes de la
población. Aquí hay que planificar pensando en la totalidad de la
cadena agro-productiva —desde las semillas a utilizar hasta la mesa—
para ser realistas y eficaces. Pero no siempre ocurre así.
¿Vale la pena celebrar el cumplimiento de un plan de
siembra o el de germinación?; suponiendo que esta sea la óptima,
¿vale la pena celebrar el cumplimiento de este plan de germinación
si luego no se cosecha a tiempo o el eslabón de acopio no cumple?;
pero si todo se cumpliera, ¿sería válido celebrar si las pérdidas en
el eslabón comercializador son elevadas o si el producto llega fuera
de fecha a los mercados y se pierde en las tarimas?; ¿es legítimo
celebrar el cumplimiento del plan de reparaciones de la maquinaria
agrícola e industrial si al final estas fallan? Definitivamente no,
y hay que cambiar de modo de pensar, actuar y celebrar, y dar solo
por cumplidos los planes que abarquen todos los indicadores
previstos.
Hay que optimizar el uso de todos los recursos, y no
porque exista el bloqueo o una situación económica y financiera
mundial crítica, sino por mera racionalidad. Hay que producir
alimentos aquí, porque nuestra tierra no padece de discapacidades
totales. Hay que motivar al hombre y la mujer que producen (y no
solo con dinero) para que multipliquen sus resultados, pero solo ese
que se hace efectivo en el consumo final o en la exportación.
Dejemos de celebrar resultados intermedios.
Celebremos solo los finales. Hay que cambiar de mentalidad y dejar a
un lado el autobombo, que tanto daño hace y nadie cree. Solo así
estaremos en condiciones de actualizar de manera efectiva el modelo
económico, crear valores y todos seremos más felices y útiles. Y la
prensa puede ayudar mucho en eso.
T. Sáenz Coopat
Una pelea cubana contra el papeleo
Tengo la propiedad de mi casa en regla en San Miguel
del Padrón, con todos los cuños, sellos y timbres que debe tener.
Hace unas semanas me dirijo al local habilitado por
el organismo en cuestión, para legalizar mi vivienda por un posible
trámite que quisiera hacer en un futuro, o sencillamente para estar
en paz con lo establecido. Me reciben muy amablemente mi título de
propiedad y me dan un papel donde dice que a partir de siete días
puedo pasar a recogerlo, me asombré del poco tiempo para la parte
burocrática, no estamos acostumbrados a esa rapidez.
Fui a los quince días, para darles más tiempo,
además, yo no estoy apurado, pero tenía una sorpresa en espera de mi
persona: me informan que mis trámites está congelados porque no
tengo actualizados los límites y linderos en la propiedad.
El documento que poseo data del año 2003, con todo
legal como antes expuse, pero resulta ser que en el año 2010 a
alguien, debe ser a la Dirección de la Vivienda, se le ocurre
cambiar el sistema de medidas de los famosos límites¼
Si yo no participé en esas decisiones, si lo mío estaba legal, según
yo estaba creído, ¿por qué tengo yo que solicitar un arquitecto para
que vaya a hacer las nuevas mediciones a mi casa?..., además de
abonar 140 pesos por el servicio y vaya usted a saber qué otras
cosas para que el hombre llegue a mi casa¼
El perjudicado sigo siendo yo, y es el caso de miles
de residentes en este país, ¿por qué no hacen el trámite de oficio
para los que ya tienen sus propiedades y les dejan estos avatares a
los que están comenzando y tienen que insertarse en lo que está
establecido a partir del 2010, salvo que se hubiese hecho algún
cambio?
Estas preguntas y muchas más las hice en el lugar de
los hechos, pero todos miraban para arriba. Por favor, si hay
alguien con respuesta para esto, quisiera que me lo explicara.
J. A. Montero Gil
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